Trump, frente a un Partido Republicano diferente
Washington— Cuando Mitt Romney se lanzó por la nominación presidencial republicana hace cuatro años, cargaba consigo un banco de tres patas para significar la unidad de los tres elementos tradicionales del partido: ‘conservadores económicos, conservadores sociales y conservadores de defensa’. El Partido Republicano, según argumentaba, debe encontrar un balance entre estos tres, con lo cual se consiguió una paz más o menos confortable que daba soporte a su candidatura.
Cuatro años después, un partido desunido ha olvidado por completo el banco de tres patas. Tras un breve momento de caos, creado por una reprimida minoría anti-Trump en el pleno de la Convención Nacional Republicana el lunes, el partido formalmente adoptó una plataforma que refleja la acelerada confusión ideológica del partido –y su tambaleante distanciamiento del centro de la política estadounidense.
El partido aceptó una sorprendentemente retrógrada agenda social, la mayor parte de la misma siendo una reacción al fallo de la Suprema Corte en el caso de Obergefell contra Hodges, tras el que se legalizó el matrimonio de las parejas del mismo sexo. El partido apoya una enmienda constitucional que podría derogar dicho fallo, dándoles la habilidad a los estados para volver a prohibir las uniones entre parejas del mismo sexo. Proclama también que los menores deben ser criados por ‘una madre y un padre’, expresando una desaprobación de los gays y lesbianas como padres de familia. Da señales de aprobación a la desacreditada práctica de la terapia de conversión para los homosexuales. Exige que la Biblia sea enseñada en las escuelas públicas. Apoya el permitirles a las iglesias a que se organicen de manera política al mismo tiempo que deja intacto su estatus de organizaciones exentas de impuestos.
Se mantiene intacta la alianza del partido a la reducción de impuestos y a la desregulación. Entre otras cosas, el Partido Republicano limitará una variedad de protecciones ambientales y evitará que una variedad de especies no puedan ser catalogadas como especies en peligro de extinción. Abolirá el Servicio de Ingresos Internos, una propuesta particularmente absurda.
Pero la toma de Trump ha llevado al Partido Republicano hacia el aislacionismo, hacia el populismo anticomercial y hacia una ambivalencia concomitante en torno a las esenciales libertades económicas.
La plataforma dice: ‘necesitamos mejores tratados de comercio que pongan que den preferencia a Estados Unidos’ –lo que implica recurrir a la crítica de los acuerdos del pasado que los republicanos por tradición han defendido y proyecta una oposición a futuros pactos comerciales.
La plataforma no asume una apostura firme en torno al Tratado de Libre Comercio de Norteamérica o al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP). Éste es un sorprendente giro para un partido cuyos líderes priorizaban acelerar el TPP tras su victoria en las elecciones de mitad de periodo del 2014.
Para completar el panorama, la plataforma adopta la propuesta de Trump para construir un muro a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México, el cual resultará ser un costoso (sino es que inefectivo) símbolo de Estados Unidos cerrando sus puertas al mundo exterior.
Cuando los republicanos, hace apenas cuatro años, proclamaron que ellos ‘elevarían la antorcha de la libertad y la democracia para inspirar a todos aquellos que deseaban ser libres’, ahora las fuerzas de Trump rechazan uno de los rubros de la plataforma de este año que proponía armar a Ucrania para ir en contra de la agresión rusa.
El resultado neto es una plataforma que es más reaccionaria que visionaria, con un énfasis en asuntos sociales que no concuerda con la opinión pública estadounidense y un giro aislacionista que huele a nativismo contraproducente. Las plataformas de los partidos, según se dice muy a menudo, son irrelevantes. En este caso, a la nación sólo le queda esperar que así sea.