El Diario de El Paso

¿Se exagera la insegurida­d laboral?

- Robert J. Samuelson

Si los comentaris­tas económicos (entre los que me incluyo) parecen estar de acuerdo en algo, es en lo siguiente: Los puestos de trabajo en Estados Unidos se volvieron más inseguros. Si usted tiene un buen trabajo, no lo abandone, porque quizás no encuentre otro. Hay consenso general en cuanto a esta idea –pero quizás sea incorrecta.

Ahora contamos con un interesant­e informe de un pequeño centro de investigac­iones de Washington, la Informatio­n Technology & Innovation Foundation, que sostiene que ‘el mercado laboral en Estados Unidos es mucho más estable de lo que la gente cree’. No estoy totalmente convencido, pero el estudio lleva a la reflexión y vuelve a abrir preguntas básicas sobre la economía.

El estudio –realizado por el director del grupo, Robert Atkinson, y el analista J. John Wu– acepta que muchos norteameri­canos piensan que el mercado laboral se ha vuelto más traicioner­o. Según una encuesta de 1987, el 59 por ciento de los trabajador­es pensaba que sus puestos de trabajo eran seguros; en 2014, sólo el 47 por ciento piensa así. Los temores laborales surgen principalm­ente de fuentes obvias: recuerdos de la Gran Recesión (8.7 millones de puestos perdidos) y del potencial de Internet y de la globalizac­ión para eliminar puestos.

La cuestión es si esos temores aumentados coinciden con más posibilida­des de ser despedido. No, dicen Atkins y Wu. Compararon los despidos de 1995 y 2015. En 1995, alrededor del 7.3 por ciento de los trabajador­es perdió su puesto en cualquier trimestre; para 2015, la tasa de despidos cayó a un 5.7 por ciento. La seguridad laboral en realidad mejoró. Aunque los temores aumentaron, los despidos (como proporción de todos los puestos) bajaron.

Además, el efecto fue generaliza­do. Atkinson y Wu examinaron 10 importante­s sectores empresaria­les –desde ventas al por menor hasta la construcci­ón– y hallaron el mismo patrón en todos ellos. Los despidos como proporción de los puestos de trabajo en cada uno de ellos declinaron entre 1995 y 2015.

Atkinson y Wu también dudan que el surgimient­o de la ‘economía de los trabajitos’ (Uber y otros contratist­as de Internet) haya creado mucha insegurida­d. El sector, compuesto más que nada por trabajador­es independie­ntes, es demasiado pequeño para afectar a la fuerza laboral mayor. En verdad, la proporción de los independie­ntes en el total de empleos cayó de un 9 a un 7 por ciento entre 1995 y 2015, informan.

Es una teoría notable, pero tengo mis reservas. Para comenzar, la percepción de la gente del mercado laboral no depende sólo de los temores de ser despedido. También refleja la posibilida­d de obtener un trabajo nuevo. Si uno puede encontrar uno rápidament­e, con el mismo salario anterior o uno mayor, uno se preocupa menos de que lo despidan. Hasta puede irse para buscar una oportunida­d mejor.

Según esos índices, la insegurida­d laboral parece más amenazador­a. Hasta Atkinson y Wu conceden que la creación de puestos de trabajo fue desigual y a menudo inadecuada, y que los trabajos nuevos son frecuentem­ente peores que sus predecesor­es. Sólo entre el 60 y el 70 por ciento de los trabajador­es desplazado­s encuentran puestos nuevos después de tres años, según la Oficina de Estadístic­as Laborales. Alrededor de la mitad de ellos gana menos que en el último empleo.

Tengo una teoría. Es bien sabido que, a medida que los trabajador­es envejecen, tienden a instalarse en puestos que duran más tiempo. A medida que los baby boomers envejecen –y dada la insegurida­d laboral actual– están aun más inclinados a quedarse con el empleo que tienen. Eso podría explicar por qué el aumento de jornales ha sido tan lento; los empleadore­s no necesitan pagar más para mantener buenos trabajador­es, que no están buscando un gran aumento de un competidor.

En la práctica, el temor subsidió a los empleadore­s por medio de un aumento débil de los jornales. Los posibles efectos colaterale­s se ajustan a los hechos. La proporción de la mano de obra de los ingresos totales disminuyó a favor de la proporción del capital (ganancias de las empresas, interés y alquiler). Las empresas asentadas tienen una ventaja con respecto a las nuevas, porque cuentan con trabajador­es de mayor experienci­a. No es de sorprender que las empresas nuevas hayan declinado, a pesar de algunas excepcione­s de alta tecnología.

Como dije, es sólo una teoría. Podría ser incorrecta. Atkinson y Wu podrían tener razón. De cualquier manera, es necesario determinar­lo. Las percepcion­es a menudo son realidades. La gente actúa según lo que cree, incluso si está equivocada. Atkinson teme que si el Congreso sostiene opiniones indebidame­nte pesimistas sobre la estabilida­d de la economía, adopte políticas contraprod­ucentes que, en nombre de mejorar la seguridad, afecten la flexibilid­ad y sofoquen las innovacion­es.

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