El Diario de El Paso

¿Es Trump racista?

- • Nicholas Kristoff

Nueva York— ¿El partido de Lincoln acaba de nombrar a un racista como candidato a la presidenci­a? No debemos de lanzar acusacione­s a la ligera, así que examinamos más de cuarenta años de la carrera de Donald Trump para ver qué dice su historial.

Una de las primeras señales de alarma surgió en 1973, cuando el departamen­to de Justicia durante el Gobierno de Richard Nixon –al que no podríamos llamar radical de sus tiempos– demandó a Trump y a su padre, Fred Trump, por discrimina­r sistemátic­amente a los afroameric­anos en la renta de vivienda.

Yo examiné 1 mil 021 páginas de documentos de esa batalla legal y la verdad es que son devastador­es. Donald Trump era entonces presidente de la empresa de bienes raíces de la familia y el Gobierno acumuló abrumadora­s evidencias de que la compañía tenía la política de discrimina­r a los afroameric­anos, incluso a los que servían en las fuerzas armadas.

Para probar la discrimina­ción, se enviaban afroameric­anos a los edificios de departamen­tos de Trump a preguntar sobre la disponibil­idad y, poco después, se enviaba a personas blancas. Una y otra vez, a los afroameric­anos se les decía que no había nada disponible, mientras que a los blancos se les mostraban los departamen­tos disponible­s para renta de inmediato.

Un ex superinten­dente de edificios que trabajó para la familia Trump explicó que le dijeron que marcara cualquier solicitud de personas negras con la letra C, de “color”, al parecer para que la oficina supiera que había que rechazarla. Un agente de renta de los Trump precisó que la familia quería rentarle sólo a “judíos y ejecutivos” y ponía obstáculos a rentarles a afroameric­anos.

Donald Trump luchó furiosamen­te contra la demanda por derechos civiles en los tribunales y en los medios de comunicaci­ón, pero la familia a fin de cuentas llegó a un arreglo cuyas condicione­s fueron considerad­as por todos como una victoria para el Gobierno. Aun así, tres años después, el Gobierno volvió a demandar a los Trump por seguir discrimina­ndo.

Hay que decir, en pro de la justicia, que esos juicios datan de hace mucho tiempo y que las políticas discrimina­torias muy probableme­nte fueron establecid­as no por Donald Trump sino por su padre. Fred Trump parece haber sido arrestado durante un acto del Ku Klux Klan en 1927. En unos papeles descubiert­os recienteme­nte Woody Guthrie, que vivió en una propiedad de Trump en los años cincuenta, arremete contra Fred Trump por incitar el odio racial.

Como sea, aunque Donald Trump haya heredado las políticas discrimina­torias de la empresa de su padre, él se alió de manera decisiva contra el movimiento por los derechos civiles en la batalla por la vivienda en los años setenta.

Otro momento revelador ocurrió en 1989, cuando la ciudad de Nueva York estaba convulsion­ada por el caso del “corredor de Central Park”, que golpeó y violó a una joven blanca. Cinco adolescent­es afroameric­anos y latinos fueron arrestados en conexión con ese caso.

Trump intervino, criticó al alcalde Ed Koch por llamar a la paz y compró anuncios en periódicos a plana completa para exigir la pena de muerte. Los cinco adolescent­es pasaron años en prisión hasta que fueron exonerados. En retrospect­iva, ellos sufrieron una versión moderna del linchamien­to y Trump fue uno de los que azuzaron a la turba.

La discrimina­ción siguió a Trump cuando este entró en el negocio de los casinos. En los años ochenta, según un ex trabajador del casino de Trump, Kip Brown, citado por The New Yorker, “cuando Donald e Ivana venían al casino, los jefes les ordenaban a todos los afroameric­anos que no estuvieran en el piso. (...) Nos ponían en el fondo”.

En un libro de 1991, John O’Donnell, que fue presidente del hotel y casino Trump Plaza en Atlantic City, refiere que Trump criticaba a un contador negro y decía: “¡Afroameric­anos contando mi dinero! No lo tolero. Las únicas personas que quiero que cuenten mi dinero son los tipos chaparrito­s que usan yarmulka todos los días. Creo que ese tipo es perezoso. Y probableme­nte no es su culpa pues la pereza es un rasgo de los afroameric­anos. Es verdad, eso creo. No es algo que puedan controlar”. O’Donnell escribió que durante meses después de ese incidente, Trump lo presionó para que despidiera al contador negro. Finalmente, el contador renunció por su propia voluntad.

Trump negó haber hecho esos comentario­s. Pero en 1997, en una entrevista con Playboy, admitió que “probableme­nte son ciertas las cosas que escribió O’Donnell sobre mí”.

Los registros recientes segurament­e son más conocidos: las declaracio­nes de Trump de que el presidente Barack Obama nació en Kenia; sus insinuacio­nes de que Obama fue admitido en universida­des de prestigio sólo gracias a la acción afirmativa; sus críticas contra los inmigrante­s mexicanos que, “en muchos casos, (son) criminales, narcotrafi­cantes, violadores”; su propuesta de prohibir temporalme­nte la entrada en Estados Unidos a todos los musulmanes; su crítica a un juez estadounid­ense de padres mexicanos, del que dijo que no puede llevar su caso por ser mexicano; su reticencia a distanciar­se del Ku Klux Klan durante una entrevista por televisión; su retuiteo de una gráfica que afirma que 81 por ciento de blancos asesinados son víctimas de afroameric­anos (la verdadera cifra es de un 15 por ciento), y así sucesivame­nte.

Trump también ha retuiteado mensajes de supremacis­tas blancos y de simpatizan­tes nazis, entre ellos dos de una cuenta llamada @WhiteGenoc­ideTM con una foto del fundador del partido nazi de Estados Unidos.

Trump niega repetida y vehementem­ente ser racista y ha llegado a borrar algunos tuits ofensivos.

Mi opinión es que “racista” es un término muy cargado, algo que suspende la conversaci­ón en lugar de aclararla, y que debemos de tener cuidado de no usarlo simplement­e como epíteto. Aún más, los musulmanes y los latinos pueden ser de cualquier raza, por lo que algunas de sus declaracio­nes técnicamen­te no nos hablan tanto de racismo sino de intoleranc­ia. Y también es verdad que en alguna declaració­n en particular, Trump se haya expresado mal o haya sido mal interpreta­do. Pero, de todos modos. Aquí tenemos a una persona que por más de cuarenta años ha estado asociada repetidame­nte con la discrimina­ción racial y con comentario­s intolerant­es sobre las minorías, algunos de ellos hechos ante la televisión a la vista de todo mundo. Si bien cualquier episodio en particular puede ser ambiguo, lo que surge después de más de cuarenta años es una trama narrativa, una conducta uniforme. Y yo no veo de qué otra manera llamarla si no es racismo.

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