Los despatriados no son unos desarraigados
Las aristas que tiene el tema migratorio son tantas y tan variadas, como que cada cabeza es un mundo.
La migración se sucede en todas las regiones del mundo, aunque por muy diferentes razones: en algunos casos la situación social hace que sus ciudadanos emigren buscando una mejor opción en otras regiones del planeta; como consecuencia de lo anterior y ante la falta de los insumos materiales para subsistir, como está sucediendo en Venezuela y otros países, acontece una de dos, o que cruzan a otro país para comprar lo necesario, o de plano se dirigen a otras latitudes para establecerse lejos de su patria.
Otro escenario y más terrible que los dos anteriores, pues en un caso de guerra o guerrilla se da el quebrantamiento social y degenera en el debacle económico; en este último caso, se sale huyendo de esos territorios no sólo para buscar la propia subsistencia y tranquilidad de la familia, sino que se hace prioritario salir huyendo para salvar la vida.
En base a lo anteriormente expuesto, cuando una persona o su familia toda opta por dejar la patria cae en la categoría de ‘despatriado’ por el solo hecho de tener que dejar su patria.
La migración, entonces, se hace muchas de las veces por necesidad, cuando en su país de origen no se dan las condiciones básicas para proporcionar la diaria subsistencia: falta de trabajo, falta de insumos para subsistir o también una situación social que les da intranquilidad para vivir ahí, o simplemente se sienten amenazados en su vida por pandillas, grupos armados o guerrilleros, todos interesados en reclutar a los jóvenes principalmente para que engrosen sus filas de una manera forzada.
Si la situación anterior no es la aplicable al fenómeno migratorio que alguno de ustedes haya experimentado, entonces analicemos que si no es la necesidad la responsable de haber emigrado, entonces existe la posibilidad de un interés para volar como mariposa hacia otras regiones, hasta la mariposa monarca lo hace buscando temporadas más cálidas para subsistir; efectivamente, la familia que emigra pudo haber tenido como motivo el interés, que para nada es criticable, el cual pudo haber sido el interés académico, tal como fue en nuestro caso, pues optamos por ofrecer a nuestros hijos el que tuvieran no sólo la opción universitaria que ofertaba su país de origen, sino que pudieran tener en su menú de opciones la que ofertara otro país como lo es Estados Unidos de Norteamérica. Nuestro pensar es que ello hicieran su propia decisión para llevar a cabo sus estudios, y por ende, seguir un plan de vida en dónde realizar su propia carrera. ¿Y saben qué país eligieron finalmente para estos efectos? Imagínenlo ustedes. Lo bueno es que sigue vigente la opción de establecerse en México debido a su doble nacionalidad, dando honor a la tan traída y mentada globalización, la que no conoce de barreras en este mundo.
Una motivación que tenemos que mencionar es, sin duda, el trabajo, pues existen corporaciones transnacionales que reclutan a la gente más preparada para emigrarla a cualquiera de los lugares donde tengan establecidas sus operaciones, así ésta cambia su residencia por ese motivo hasta donde pueda realizarse como profesionista, e inclusive obtener a cambio salarios mucho mejores, como decía la abuela, en ‘dolarucos’. E inclusive, después de una vida de trabajo, si una persona decide disfrutar su jubilación fuera de su patria, quizá en un lugar en donde su moneda sea de mejor valor, se le puede considerar como despatriado también, por el solo hecho de radicar fuera de su patria.
Es claro, que cualquiera de las tres razones para emigrar no sea razón suficiente para aquellas personas que se autoconsideran como nacionalistas, pero con un nacionalismo superarraigado, recalcitrante, que no admiten razón alguna para dejar la patria, levantan el grito en el cielo tachando agresivamente a las familias emigrantes como unos ‘traidores a la patria’, en el mejor de los casos, sin siquiera revisar las razones que hubieran tenido para dejar el terruño.
Las mentalidades anteriormente descritas, sinceramente son muy cerradas, no oyen o no quieren oír razones; su crasa mentalidad proviene muchas de las veces a que no han tenido la oportunidad de radicar en el extranjero, por lo que sus juicios están viciados de origen, se los han creado sin conocimiento de causa o por otras influencias de su experiencia personal. Ya lo dijo Juan Rulfo en su libro ‘El Llano en llamas’ (1953): ‘andar por los caminos enseña mucho’, en el sentido de que la mentalidad madura más conforme más se viaja y se conoce otras culturas e idiosincrasias, y a ‘contrario sensu’…
Nuestro título de esta colaboración deja en claro la diferencia existente entre ser un despatriado y ser un desarraigado.
En efecto, una persona se puede considerar una desarraigada, así nos lo enseña el diccionario de la Lengua Española 2005-Espasa Calpe, cuando vive al margen del medio en que se mueve, o que se encuentra sin los lazos necesarios (familiares, de amistad, etcétera).
¿Por qué hemos querido retomar este tema y establecer esta diferenciación?
Pues sencillamente porque hemos escuchado en varias ocasiones críticas tan salvajes, como generalizando al afirmar que los que dejan su patria son unos desarraigados.
Nada más falso por infundado y sobre todo por generalizar un tema; el tópico de la migración es tan personalizado como cada migrante que deja su patria, por lo que no podemos ‘agarrar parejo’ y emitir opiniones tan simples e irresponsables.
Principalmente, que el despatriado deja su corazón en la patria chica, conserva en el fondo de su alma a los íntimos amigos de la infancia, aunque deje de verlos por largas temporadas. El despatriado está al pendiente de los sucesos nacionales de su patria, del diario acontecer que puede involucrar a sus raíces familiares, y por último, ahora hasta puede seguir votando en los consulados más cercanos de su patria chica, o como sucede en las fronteras, se ‘cruza el charco’ (Río Bravo) y se puede sufragar el voto pues es totalmente legal poseer la doble nacionalidad. Estos últimos puntos, hasta con una responsabilidad cívica mucho mayor que los que se quedan en la patria.
Post Scriptum
El fenómeno mundial de la migración tiene, entonces, sólidos fundamentos para tomar una decisión tan radical de cambiar de patria hacia otras tierras.
No siempre es huir ‘cobardemente’ y permanecer ‘al pie del cañón’, no importa que no se vislumbre en el horizonte futuro alguno, como que cada seis años retrocedamos a ‘más de lo mismo’ en nuestro país de origen; arriesgando inclusive la propia vida por las amenazas de muerte por los extorsionadores o por las pandillas que quieren en sus filas sangre de jóvenes, que de no aceptar la invitación va de castigo la muerte.
Entonces, juzgar así ‘a priori’ a todos los que emigramos, no se vale, ¡sinceramente!
No es justo ‘etiquetar’ en un solo paquete, y lo que es peor pensar y sentir por los despatriados; el emigrar no es ningún pecado, sino que por el contrario sucede esto en la búsqueda de mejores horizontes.