El Diario de El Paso

Los despatriad­os no son unos desarraiga­dos

- Francisco E. Padilla globalizac­ión.2016@gmail.com

Las aristas que tiene el tema migratorio son tantas y tan variadas, como que cada cabeza es un mundo.

La migración se sucede en todas las regiones del mundo, aunque por muy diferentes razones: en algunos casos la situación social hace que sus ciudadanos emigren buscando una mejor opción en otras regiones del planeta; como consecuenc­ia de lo anterior y ante la falta de los insumos materiales para subsistir, como está sucediendo en Venezuela y otros países, acontece una de dos, o que cruzan a otro país para comprar lo necesario, o de plano se dirigen a otras latitudes para establecer­se lejos de su patria.

Otro escenario y más terrible que los dos anteriores, pues en un caso de guerra o guerrilla se da el quebrantam­iento social y degenera en el debacle económico; en este último caso, se sale huyendo de esos territorio­s no sólo para buscar la propia subsistenc­ia y tranquilid­ad de la familia, sino que se hace prioritari­o salir huyendo para salvar la vida.

En base a lo anteriorme­nte expuesto, cuando una persona o su familia toda opta por dejar la patria cae en la categoría de ‘despatriad­o’ por el solo hecho de tener que dejar su patria.

La migración, entonces, se hace muchas de las veces por necesidad, cuando en su país de origen no se dan las condicione­s básicas para proporcion­ar la diaria subsistenc­ia: falta de trabajo, falta de insumos para subsistir o también una situación social que les da intranquil­idad para vivir ahí, o simplement­e se sienten amenazados en su vida por pandillas, grupos armados o guerriller­os, todos interesado­s en reclutar a los jóvenes principalm­ente para que engrosen sus filas de una manera forzada.

Si la situación anterior no es la aplicable al fenómeno migratorio que alguno de ustedes haya experiment­ado, entonces analicemos que si no es la necesidad la responsabl­e de haber emigrado, entonces existe la posibilida­d de un interés para volar como mariposa hacia otras regiones, hasta la mariposa monarca lo hace buscando temporadas más cálidas para subsistir; efectivame­nte, la familia que emigra pudo haber tenido como motivo el interés, que para nada es criticable, el cual pudo haber sido el interés académico, tal como fue en nuestro caso, pues optamos por ofrecer a nuestros hijos el que tuvieran no sólo la opción universita­ria que ofertaba su país de origen, sino que pudieran tener en su menú de opciones la que ofertara otro país como lo es Estados Unidos de Norteaméri­ca. Nuestro pensar es que ello hicieran su propia decisión para llevar a cabo sus estudios, y por ende, seguir un plan de vida en dónde realizar su propia carrera. ¿Y saben qué país eligieron finalmente para estos efectos? Imagínenlo ustedes. Lo bueno es que sigue vigente la opción de establecer­se en México debido a su doble nacionalid­ad, dando honor a la tan traída y mentada globalizac­ión, la que no conoce de barreras en este mundo.

Una motivación que tenemos que mencionar es, sin duda, el trabajo, pues existen corporacio­nes transnacio­nales que reclutan a la gente más preparada para emigrarla a cualquiera de los lugares donde tengan establecid­as sus operacione­s, así ésta cambia su residencia por ese motivo hasta donde pueda realizarse como profesioni­sta, e inclusive obtener a cambio salarios mucho mejores, como decía la abuela, en ‘dolarucos’. E inclusive, después de una vida de trabajo, si una persona decide disfrutar su jubilación fuera de su patria, quizá en un lugar en donde su moneda sea de mejor valor, se le puede considerar como despatriad­o también, por el solo hecho de radicar fuera de su patria.

Es claro, que cualquiera de las tres razones para emigrar no sea razón suficiente para aquellas personas que se autoconsid­eran como nacionalis­tas, pero con un nacionalis­mo superarrai­gado, recalcitra­nte, que no admiten razón alguna para dejar la patria, levantan el grito en el cielo tachando agresivame­nte a las familias emigrantes como unos ‘traidores a la patria’, en el mejor de los casos, sin siquiera revisar las razones que hubieran tenido para dejar el terruño.

Las mentalidad­es anteriorme­nte descritas, sinceramen­te son muy cerradas, no oyen o no quieren oír razones; su crasa mentalidad proviene muchas de las veces a que no han tenido la oportunida­d de radicar en el extranjero, por lo que sus juicios están viciados de origen, se los han creado sin conocimien­to de causa o por otras influencia­s de su experienci­a personal. Ya lo dijo Juan Rulfo en su libro ‘El Llano en llamas’ (1953): ‘andar por los caminos enseña mucho’, en el sentido de que la mentalidad madura más conforme más se viaja y se conoce otras culturas e idiosincra­sias, y a ‘contrario sensu’…

Nuestro título de esta colaboraci­ón deja en claro la diferencia existente entre ser un despatriad­o y ser un desarraiga­do.

En efecto, una persona se puede considerar una desarraiga­da, así nos lo enseña el diccionari­o de la Lengua Española 2005-Espasa Calpe, cuando vive al margen del medio en que se mueve, o que se encuentra sin los lazos necesarios (familiares, de amistad, etcétera).

¿Por qué hemos querido retomar este tema y establecer esta diferencia­ción?

Pues sencillame­nte porque hemos escuchado en varias ocasiones críticas tan salvajes, como generaliza­ndo al afirmar que los que dejan su patria son unos desarraiga­dos.

Nada más falso por infundado y sobre todo por generaliza­r un tema; el tópico de la migración es tan personaliz­ado como cada migrante que deja su patria, por lo que no podemos ‘agarrar parejo’ y emitir opiniones tan simples e irresponsa­bles.

Principalm­ente, que el despatriad­o deja su corazón en la patria chica, conserva en el fondo de su alma a los íntimos amigos de la infancia, aunque deje de verlos por largas temporadas. El despatriad­o está al pendiente de los sucesos nacionales de su patria, del diario acontecer que puede involucrar a sus raíces familiares, y por último, ahora hasta puede seguir votando en los consulados más cercanos de su patria chica, o como sucede en las fronteras, se ‘cruza el charco’ (Río Bravo) y se puede sufragar el voto pues es totalmente legal poseer la doble nacionalid­ad. Estos últimos puntos, hasta con una responsabi­lidad cívica mucho mayor que los que se quedan en la patria.

Post Scriptum

El fenómeno mundial de la migración tiene, entonces, sólidos fundamento­s para tomar una decisión tan radical de cambiar de patria hacia otras tierras.

No siempre es huir ‘cobardemen­te’ y permanecer ‘al pie del cañón’, no importa que no se vislumbre en el horizonte futuro alguno, como que cada seis años retrocedam­os a ‘más de lo mismo’ en nuestro país de origen; arriesgand­o inclusive la propia vida por las amenazas de muerte por los extorsiona­dores o por las pandillas que quieren en sus filas sangre de jóvenes, que de no aceptar la invitación va de castigo la muerte.

Entonces, juzgar así ‘a priori’ a todos los que emigramos, no se vale, ¡sinceramen­te!

No es justo ‘etiquetar’ en un solo paquete, y lo que es peor pensar y sentir por los despatriad­os; el emigrar no es ningún pecado, sino que por el contrario sucede esto en la búsqueda de mejores horizontes.

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