El Diario de El Paso

¡Pirateo de la elección!

- Robert J. Samuelson The Washington Post Writers Group

Washington— Alguien –los militares rusos, dicen muchos expertos cibernétic­os– entró en las computador­as del Comité Nacional Demócrata y del Comité Demócrata del Congreso para la Campaña, y dio a conocer e mails y documentos delicados. Suena mal y lo es. Pero hay otro peligro que se avecina: la posibilida­d de que piratas (ya fuera rusos u otros) manipulen nuestras máquinas de votación, echando una duda sobre el resultado electrónic­o.

Imaginen. Es el día posterior a la elección. O bien Hillary Clinton o Donald Trump ‘ganó’. Pero el triunfo del vencedor se apoya en resultados reñidos en cinco o seis estados, donde el ganador tiene unos miles de votos más. Supongamos también que cada uno de esos estados utilizó –al menos parcialmen­te– votación electrónic­a. Supongamos también que el perdedor alega que hubo manipulaci­ón cibernétic­a para robar la elección.

El furor resultante sería inevitable. Provocaría una cólera partidaria aún mayor. Subvertirí­a la fe en nuestras institucio­nes democrátic­as básicas y, probableme­nte, generaría todo tipo de teorías conspirato­rias. En comparació­n, el combate de la elección Bush-Gore en 2000 –las disputas sobre cuáles de las ‘boletas semiperfor­adas’ debían contarse– parece un juego de niños. Sería un desastre.

¿Qué probabilid­ades hay de un ataque cibernétic­o? No lo sé; pero no estoy dispuesto a pasarlo por alto totalmente como una fantasía periodísti­ca por dos motivos.

Primero, esta campaña presentó lo inesperado y lo imposible. El pirateo de las computador­as de los demócratas y la publicació­n de esos documentos coincidien­do con la convención del partido, es sólo el último ejemplo. Con disculpas a Dave Barry, puede decirse de esta campaña que ‘No me lo estoy inventando’.

Segundo, el pirateo está más generaliza­do de lo que la mayoría de los norteameri­canos piensa. Las grandes empresas están en constante ataque.

Un estudio de CNN en 2014 calculó que más de 100 millones de norteameri­canos habían sufrido el pirateo de su informació­n personal en el año anterior. Con tanto pirateo –nacional e internacio­nal– ¿por qué no intentaría alguien sabotear la elección? En 2012, 129 millones de norteameri­canos votaron para elegir al presidente. En una contienda reñida (y parece que ésta lo será), modificar varios cientos de miles en el voto popular podría cambiar el resultado electoral.

Si esto se me ocurre a mí, que no soy versado en tecnología, debe habérsele ocurrido a otros. Sin duda, cuando busqué el tema en Google, apareciero­n muchas historias y reportajes. Uno de los mejores apareció la semana pasada en washington­post.com, escrito por Bruce Schneier, experto en seguridad cibernétic­a en Harvard. Schneier está preocupado.

‘Debemos … crear equipos tigre [grupos de expertos] para poner a prueba la resistenci­a de las máquinas y de los sistemas a un ataque, aumentar drásticame­nte sus defensas cibernétic­as y sacarlos de línea si no podemos garantizar su seguridad en línea’, escribió.

Pero también hay buenas noticias. Las máquinas de votación electrónic­as, que sirvieron a alrededor del 39 por ciento de los electores en 2012 según un estudio, podrían estar declinando. ‘Los estados se deshiciero­n de las máquinas de votación electrónic­as’, decía un artículo en el diario The Hill en 2014. (La otra tecnología de votación en 2012, que cubrió al 56 por ciento de los electores, fue la utilizació­n de boletas de papel escaneadas ópticament­e. La retención de la boleta puede utilizarse para verificar el resultado. Las máquinas más antiguas de palanca desapareci­eron)

Independie­ntemente de lo que ocurra este año, estamos advertidos. Poner la votación en Internet invita a la controvers­ia y el caos. Si somos suficiente­mente afortunado­s para evitarlo ahora, no debemos tentar al futuro. Las boletas de papel quizás sean ‘más lentas y menos convenient­es’, escribe Schneier, pero preservan la integridad de las elecciones. ¿Qué podría ser más importante que eso?

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