Convención Demócrata… y el paso adelante de la mujer
Las pasadas convenciones republicana y demócrata nos han enseñado las dos caras de una moneda: por un lado, la primera gran diferencia que anotaremos es que el primer partido habló, expuso y sintió como una familia real; mientras el Partido Demócrata, a la vez habló, expuso y sintió como una real familia. ¿Ven la diferencia, mis amables lectores? La familia real republicana se vio desorganizada, tratando de mostrar una unidad inexistente, con bailes desabridos en las tribunas y unos disfraces que estaban como para ganar en un concurso de Halloween. Desde el lunes, Trump se hizo presente todos los días, hasta en el ridículo que hizo su esposa Melania en su discurso, que era el principal del día, al descubrírsele que había plagiado el que dio Michelle Obama al presentar a su esposo Obama en el 2008.
La copia del discurso fue el comentario del siguiente día, en lugar de comentar los temas torales del día, que fueron seguridad y economía.
Otra gran diferencia que apreciamos al comparar ambas convenciones, sin duda, fue la experiencia mostrada por los que les tocó subir a exponer en la tribuna.
Las tablas que mostraron unos y otros están a millas de distancia, pues los republicanos se veían dudosos y temerosos de expresarse a favor del candidato.
Tal fue el caso de Ted Cruz, que ni siquiera apoyó al hombre de su partido, sino que, por el contrario, hizo un exhorto a que voten según conciencia, lo que le valió una rechifla e interrupción de su mensaje, al irrumpir Trump a la sala de una manera no programada.
Caso contrario, los expositores que el Partido Demócrata presentó, quiénes además de experiencia demostrada en el estrado. La calidad de los ponentes era de primera, desde la primera dama Michelle Obama y el presidente Obama y el vicepresidente Jim Biden, pasando por Tim Kaine al aceptar la candidatura a la vicepresidencia.
A esto se le agregan la presencia y comentarios de Bill Clinton, así como a Hillary Clinton, aceptando su nominación, todos ellos para remarcar la larga y fructífera carrera política de cuatro décadas de la ex secretaria de Estado.
Hablemos de la Convención Demócrata cuando inició su discurso Michelle Obama, pues en cada uno de sus puntos se refirió con manifiesto amor a su familia, como cuando mencionó a Malia y Natasha como “dos mujeres afroamericanas, jóvenes e inteligentes, jugando con sus perros en el césped de la Casa Blanca”, lugar que fue construido por esclavos. En su alocución se refirió de nuevo a ellas al recordarlas pegadas al vidrio de la SUV al ir el primer día a la escuela acompañadas de guaruras, y lo único que pensó fue: ¿Qué hemos hecho?
Michelle se refirió a Hillary Clinton, como quién ha reafirmado que “el país es el más grandioso del mundo”, lo que está en contraposición con el obscurantismo de Trump y su mal agüero plagado de todos los males para Estados Unidos, quién pretende hacer a Estados Unidos grandioso de nuevo. Michelle reiteró que Clinton es una persona firme, nunca se rinde y es una verdadera servidora pública.
Pareciera que romper barreras fuera la tónica de esta atípica carrera presidencial, y sí, desde antes que iniciara en el 2015, ya se había elegido al primer presidente afroamericano de la nación. Ahora toca proponer al electorado que elija a la ex primera dama de la nación, acompañada del primer caballero que hubiera existido en este país, quién además ya fue presidente de Estados Unidos. Pareciera más bien una carrera para romper récords.
Nada está dicho, ni lo que se ha avanzado es suficiente, sobre todo respecto a la igualdad laboral entre hombres y mujeres, que en la realidad es inexistente. La ascensión de una mujer a la primera magistratura de esta nación ha despertado fuertes y fundadas esperanzas de que las damas trabajadoras y, en general, ellas tengan mayores logros en la igualdad de salarios si realizan trabajos iguales, por ejemplo; así como el reconocimiento a su capacidad en puestos gerenciales y directivos en las grandes organizaciones, en otras palabras, que el paso adelante de la mujer se de en la realidad; inclusive en el ámbito público también, pues ellas son menos que una quinta parte en el Congreso estadounidense y con tan sólo seis gobernadoras en toda la nación. Hay todavía mucho camino por recorrer…
Convencionistas demócratas se expresaron como una real familia; los republicanos, como una familia real
Post Scriptum
Las percepciones negativas de una mujer poderosa, no son sólo eso, sino que se pueden convertir en un verdadero lastre que impida el valioso aporte que no se le ha permitido a las féminas, o no lo han sabido dar ellas mismas, pero que tarde que temprano deberemos aprender a apreciar.
Nunca el “feminismo” mal entendido tendrá cabida, menos en el ámbito político, en el sentido de buscar y celebrar el descarte del hombre por sí mismo, sino que por el contrario, ser siempre incluyentes, practicando en serio una “feminización” de las actividades políticas, cosa muy diferente, que además le dará un valor incalculable a las actividades de las mujeres, al grado de culminar con el encumbramiento de la primera presidenta en esta país.