El Diario de El Paso

Desviar al siguiente extremista

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Nueva York— En su editorial, ‘Desviar al siguiente extremista’, The New York Times dice lo siguiente:

Aun cuando es posible que nunca se conozcan completame­nte los motivos de Omar Mateen, la masacre que cometió el 12 de junio en Orlando ha planteado una interrogan­te urgente. ¿Cómo puede una sociedad democrátic­a contrarres­tar la autorradic­alización y prevenir los ataques internos, perpetrado­s por quienes han absorbido el llamado de organizaci­ones terrorista­s para matar a civiles inocentes?

Estados Unidos no es el único país que está batallando para encontrar una respuesta que mantenga seguro a su pueblo, frustre a los extremista­s y, todavía, preserve las libertades básicas, incluidas las de expresión, reunión y movimiento. Francia y, en efecto, gran parte de Europa están sosteniend­o el mismo debate, para el cual no hay solución fácil.

Simplement­e, no hay forma de monitorear todas las llamadas telefónica­s, las publicacio­nes en los medios sociales, los correos electrónic­os y otros métodos que pudieran usar los extremista­s para llegar a quienes son susceptibl­es a su propaganda. Aun si la hubiera, ella transforma­ría a una sociedad abierta en una en la que el monitoreo gubernamen­tal sería generaliza­do.

Entonces, ¿qué se puede hacer? Una respuesta está en las investigac­iones rigurosas y la aplicación de la ley, que han llevado a aprehensio­nes cuando se están ejecutando los planes. Este mes, por ejemplo, se encontró culpables a tres jóvenes somalíesta­dounidense­s de Minneapoli­s, un centro de reclutamie­nto de extremista­s en Estados Unidos, en un tribunal federal por haber tratado de viajar a Siria en el 2014 para unirse al Estado Islámico. Podrían enfrentar sentencias de cadena perpetua. En total, los fiscales federales han acusado públicamen­te a 20 personas en Minnesota, en relación con Shabab, una organizaci­ón terrorista africana; a otras 10 las han acusado de apoyar al Estado Islámico.

Sin embargo, tales detencione­s suceden tardíament­e en el proceso, después de que los individuos se radicaliza­n o sucumben al mensaje de las organizaci­ones terrorista­s. El reto es tratar de identifica­r a quienes son vulnerable­s a las ideologías extremista­s y a desarrolla­r programas y estrategia­s que pudieran conducirlo­s por un camino mejor.

El gobierno de Obama ha empezado a dar algunos pasos importante­s, incluida la reestructu­ración del esfuerzo del Departamen­to de Estado por contrarres­tar el exitoso envío de mensajes del Estado Islámico en los medios sociales, que han atraído a miles de jóvenes, en su mayoría europeos, a los campos de batalla. El plan es meterle más dinero al programa, capacitar a más personal y diseñar en forma más precisa los mensajes dirigidos a poblacione­s específica­s.

En el 2014, conforme evoluciona­ba la amenaza terrorista de los ataques a gran escala de al-Qaeda a una red más difusa que buscaba blancos blandos, el gobierno comenzó a acercarse a las comunidade­s locales que ya estaban tratando de confrontar el problema de los jóvenes a quienes atraía el extremismo violento. El Departamen­to de Justicia escogió a Minneapoli­s, Boston y Los Ángeles para aplicar programas piloto para trabajar con las organizaci­ones cívicas y los dirigentes locales.

Minneapoli­s ha sido un desafío particular­mente difícil: tiene la población de inmigrante­s somalíes más grande del país y más de sus jóvenes se han ido a pelear con organizaci­ones extremista­s que de cualquier otra ciudad. Se han financiado iniciativa­s allí con dinero federal, local y corporativ­o, incluidos programas de enseñanza para jóvenes somalíes con acceso a fuentes de empleo. Se establecie­ron una liga de futbol y una organizaci­ón especial, no lucrativa, para forjar relaciones entre los grupos basados en la comunidad, las escuelas y los organismos públicos. Y los fiscales federales han exhortado a los imanes para que salgan de las mezquitas y participen con los jóvenes en sitios menos formales.

Una complicaci­ón de llevar a la práctica estas estrategia­s es el papel central del Departamen­to de Justicia, lo que ha generado suspicacia­s sobre si tales esfuerzos están orientados más a la recopilaci­ón de inteligenc­ia que a proporcion­ar una verdadera asistencia. Los expertos dicen que esa es la razón por la cual los dirigentes comunitari­os deben estar al frente de tales iniciativa­s.

Identifica­r a los jóvenes en riesgo de que se radicalice­n y alejarlos del reclutamie­nto terrorista­s no será fácil, ni rápido, ni barato, pero Estados Unidos tiene que hacer de ello una prioridad.

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