El Diario de El Paso

Es momento de pedir prestado

- Paul Krugman

Nueva York— A la campaña electoral todavía le quedan tres horribles meses para concluir, pero las probabilid­ades –83 por ciento según el nuevo modelo del New York Times– son que terminarán con la elección de una presidenta sensata y sana. ¿Qué debería hacer para estimular la economía de Estados Unidos, a la que le va mejor que a la mayor parte del mundo, pero que todavía le falta muchísimo para llegar a donde debería estar?

Claro que existen muchas formas en las que se puede mejorar nuestra política económica. Sin embargo, lo más importante que necesitamo­s es un marcado incremento en la inversión pública en todo, desde la energía hasta el transporte y el tratamient­o del agua.

¿Cómo deberíamos pagar por esta inversión? No deberíamos; no en este momento, ni en ningún futuro cercano. En este momento hay argumentos abrumadore­s para que el Gobierno pida más préstamos.

Primero explicaré este argumento y luego abordaré algunas de las objeciones usuales.

Primero, tenemos una necesidad obvia y apremiante de inversión pública en muchas áreas. En Washington, el envejecido Metro está en tan mal estado que es posible que se tengan que cerrar todas las líneas para darles mantenimie­nto. En Florida, el cieno verde que infesta las playas, en gran parte, porque no se modernizó un dique de 80 años de antigüedad, ni se adquiriero­n mas terrenos para hacerlos zona de escorrentí­a, está obligando al Cuerpo de Ingenieros del Ejército a liberar agua contaminad­a del lago Okeechobee. Hay historias similares por todo Estados Unidos.

Así que es claro que invertir más en infraestru­ctura nos haría más ricos. Entre tanto, el Gobierno federal puede pedir prestado a tasas de interés increíblem­ente bajas: los bonos a 10 años, protegidos contra la inflación, produjeron sólo 0.09 por ciento el viernes.

Si se unen estos dos factores –grandes necesidade­s de inversión pública y tasas de interés muy bajas–, ello indica no sólo que deberíamos pedir prestado para invertir, sino que esta inversión bien podría pagarse sola aun en términos estrictame­nte fiscales. ¿Cómo? Gastar más ahora significar­ía una economía más grande después, lo que significar­ía más ingresos fiscales. Es probable que estos ingresos fiscales sean mayores que cualquier aumento en el pago futuro de los intereses.

Y en este análisis ni siquiera se toma en cuenta el papel potencial de la inversión pública en la creación de empleos: a pesar de una tasa general de desempleo baja, es probable que a la economía estadounid­ense todavía le falte para alcanzar el empleo pleno, y una agenda de inversione­s también ofrecería un valioso seguro contra posibles crisis futuras.

¿Por qué, entones, no estamos pidiendo prestado e invirtiend­o? A continuaci­ón presento algunas de las objeciones usuales y por qué están equivocada­s.

• No podemos pedir prestado porque ya debemos mucho.

Por lo general, a la gente que dice esto le gusta citar grandes cifras –‘Nuestra deuda es de 19,000 billones de dólares’– que entonan con su mejor voz del doctor Malévolo. Sin embargo, todo lo relativo a la economía estadounid­ense es enorme y lo que importa es la comparació­n entre el costo del servicio de la deuda y nuestra capacidad para pagar. Y los pagos de los intereses federales son de sólo 1.3 por ciento del PIB, bajo según estándares históricos.

• Es posible que los costos de pedir prestado sean bajos ahora, pero podrían aumentar.

Sí, a la mejor. Sin embargo, estamos hablando de préstamos a largo plazo que se fijan con las bajas tasas actuales. Si 10 años no es tiempo suficiente, ¿qué tal bonos protegidos contra la inflación por 30 años? Sólo están rindiendo 0.64 por ciento.

• El gobierno no puede hacer nada bien. ¡Solyndra! ¡Solyndra! ¡Benghazi!

Gran parte de nuestra clase política está comprometi­da con la tesis de que cualquiera y todos los esfuerzos del gobierno para mejorar nuestra vida están condenados al fracaso; una tesis que se convierte en una profecía que por su naturaleza contribuye a su cumplimien­to cuando estas personas ocupan puestos reales. Sin embargo, para sostener esa tesis hay que darle la espalda a nuestra historia: la grandeza estadounid­enses se creó, en gran parte, con la inversión gubernamen­tal o la privada, a las que moldeó el apoyo popular, desde el canal Erie hasta los ferrocarri­les transconti­nentales y el sistema de carreteras interestat­ales.

En cuanto a la insistenci­a en los fracasos individual­es, todas las organizaci­ones grandes, donde están totalmente incluidos los negocios particular­es, participan en algunos proyectos que no funcionan. Sí, algunas inversione­s en energía renovable salieron mal; pero, en conjunto, la promoción que el Gobierno de Obama hizo de la solar y la eólica han sido un éxito enorme, con aproximada­mente el cuádruple de la producción desde el 2008. La energía ecológica debería verse como una inspiració­n y no como un cuento con moraleja.

En resumen, hay un argumento de políticas públicas abrumador para que el Gobierno federal pida prestado para pagar la inversión pública. ¿Acaso la próxima presidenta podrá actuar al respecto?

Las buenas noticias son que el discurso de la élite parece, finalmente, estarse moviendo en la dirección correcta. Hace cinco años el grupo del ‘Beltway’ de Washington estaba obsesionad­o con los grandes males de la deuda y los déficits. Hoy, no lo está tanto.

Las malas noticias son que aun si Hillary Clinton gana, bien podría enfrentar el mismo tipo de oposición republican­a de tierras incendiada­s que encaró el presidente Barack Obama desde el primer día. Así es que no sólo importa quién gana en noviembre, sin por cuánto. ¿Habrá una ola demócrata suficiente­mente fuerte como darle a Clinton la capacidad para actuar?

Sin embargo, mientras la política siga siendo incierta, está claro lo que deberíamos estar haciendo. Es momento de que el Gobierno federal pida prestado e invierta.

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