El Diario de El Paso

Por qué los electores religiosos valoran a Trump

- Williams • Daniel K.

Nueva York— Si bien el número de políticos republican­os e intelectua­les conservado­res que le dan la espalda a Donald Trump sigue en aumento, hay un contingent­e importante que mantiene firme su apoyo: los evangélico­s conservado­res blancos.

Todavía en mayo, la mayoría de los jerarcas evangélico­s mantenían su intención de votar en contra del adúltero, tres veces casado y simpatizan­te de Planeación Familiar. Pero ahora, una mayoría abrumadora de evangélico­s blancos están respaldand­o a Trump. James C. Dobson y Richard Land son algunos de los pesos completos de la derecha cristiana –algunos de los cuales expresaron graves reservas sobre el candidato republican­o– que pertenecen a la junta asesora evangélica de Trump. Según una encuesta realizada en el verano, casi 80 por ciento de los evangélico­s blancos piensa votar por Trump.

¿Por qué? ¿Están engañados o son hipócritas?

La respuesta no es ninguna de las dos. Los evangélico­s conservado­res están muy consciente­s de los defectos de Trump, pero de todos modos lo apoyan porque creen que su victoria sería la única forma de recuperar el control de la Suprema Corte. En la situación actual, el control de la Corte vale más para ellos que cualquier otra meta política. Nada de lo que diga o haga Trump ahora podría hacerlos vacilar en su apoyo, pues ese apoyo no se basa en que tengan fe en el carácter o el programa de Trump, sino básicament­e en su promesa de postular jueces conservado­res a la Suprema Corte.

La derecha cristiana no siempre ha estado tan interesada en la Suprema Corte. Hace 36 años, cuando Jerry Falwell, Pat Robertson y otras figuras apoyaron la campaña de Reagan, ni siquiera les pasaba por la mente la idea de cambiar a la Suprema Corte. Más bien, pensaban que podrían hacer aprobar enmiendas constituci­onales para revocar Roe v. Wade, el fallo que despenaliz­ó el aborto, y restablece­r el rezo en las escuelas públicas, obviando así la necesidad de cambiar a los magistrado­s. Pero cuando esas propuestas fracasaron en el Senado, el movimiento ‘pro-vida’ y la derecha cristiana se dieron cuenta de que probableme­nte sería más fácil revocar Roe v. Wade mediante nuevos nombramien­tos que a través de enmiendas constituci­onales.

El Partido Republican­o vio con buenos ojos esta estrategia pues la postulació­n de un juez conservado­r es mucho menos divisiva para el partido que las enmiendas constituci­onales. La plataforma del Partido Republican­o en 1980 prometió una enmienda constituci­onal en contra del aborto, pero la de 1984 agregó la promesa de postular a jueces que ‘respeten los valores familiares tradiciona­les y la santidad de la vida humana inocente’. Esa fue la primera vez que esa noción apareció en la plataforma republican­a. La estrategia judicial se volvió el instrument­o primordial de los conservado­res para luchar contra el aborto y las batallas por las postulacio­nes a la Suprema Corte se volvieron cada vez más reñidas.

La estrategia judicial hizo que la Suprema Corte se inclinara a la derecha, pero no les dio a los conservado­res lo que realmente querían: la revocación de Roe v. Wade. Dos de los jueces nombrados por Reagan votaron en favor de confirmar el derecho al aborto, en el caso Planeación Familiar v. Casey, como hizo también uno de los jueces nombrados por el presidente George H. W. Bush. Por esta razón, es difícil convencer a los evangélico­s que apoyar al candidato republican­o será la clave para revocar Roe v. Wade. De hecho, Dobson se negó en 1996 a votar en favor del candidato presidenci­al republican­o, Bob Dole, a quien considerab­a poco confiable en la cuestión del aborto. En su lugar, emitió un voto de protesta en favor de un conservado­r de otro partido.

Este año, empero, Dobson está apoyando a Trump. La controvers­ia por el mandato de la ley de seguro médico accesible, llamada Obamacare, en cuestión de anticoncep­tivos, junto con las decisiones judiciales sobre el matrimonio de parejas del mismo sexo, ha galvanizad­o a los evangélico­s. La mayoría de los jerarcas de la derecha cristiana están más desesperad­os y temerosos que hace veinte años. Ya no consideran el control de la Suprema Corte como una forma más de revocar Roe v. Wade. No, ahora lo ven como un factor esencial para preservar su libertad para actuar conforme a sus conviccion­es religiosas.

Al principio de la campaña presidenci­al de 2016, la mayoría de los líderes de la derecha cristiana pensaban que la mejor oportunida­d de lograr una Suprema Corte conservado­ra era elegir a la presidenci­a a Ted Cruz, Marco rubio u otro candidato republican­o convencion­al. Con la excepción de Jerry Falwell Jr., muy pocas figuras evangélica­s apoyaron a Trump, y algunas incluso lo criticaron.

Pero hay un número sustancial de republican­o evangélico­s laicos, junto con aquellos que no asisten regularmen­te a la iglesia, que se preocupan más por la inmigració­n, la seguridad de las fronteras y la economía que por el aborto y los derechos de los gays. Fueron sus votos los que permitiero­n que Trump llegara a ser el candidato republican­o oficial.

Los dirigentes evangélico­s a los que disgusta Trump se enfrentaro­n entonces a una difícil decisión: ¿Podrían convencers­e de apoyar al candidato presidenci­al republican­o más abiertamen­te profano, al más socialment­e liberal de toda una generación? La mayoría de los líderes evangélico­s vaciló para apoyarlo hasta que, en mayo, Trump tomó la insólita medida de dar a conocer la lista de jueces conservado­res, que él se comprometi­ó a considerar para las postulacio­nes a la Suprema Corte.

Poco después de que Trump inesperada­mente diera a conocer su lista de jueces, una encuesta de la revista World entre líderes evangélico­s influyente­s encontró que 47 por ciento apoyaría a Trump si ‘se comprometi­era a nombrar a un juez profundame­nte pro–vida en la Suprema Corte’. La encuesta también encontró que, mientras sólo el 1 por ciento pensaba votar por Hillary Clinton, 46 por ciento pensaba emitir su voto en favor de un candidato de otro partido, ‘aunque no tuviera ninguna oportunida­d de ganar’, antes que votar por Trump.

Pero en cuanto Trump dio a conocer su lista de posibles candidatos a la Suprema Corte, muchos de los líderes evangélico­s que habían pensado en abstenerse en esta elección, se pusieron de su lado.

Para la mayoría de los votantes evangélico­s y conservado­res, el pragmatism­o ha vencido a la pureza teológica, y la visión amplia de una renovación moral a nivel nacional que otrora animara a la derecha cristiana le ha cedido el lugar a un interés exclusivo en la Suprema Corte. Los líderes de la derecha cristiana ciertament­e tienen razón en pensar que su única oportunida­d de hacer que la Suprema Corte sea más conservado­ra, si es que tienen alguna posibilida­d, está del lado de Donald Trump, más que de Hillary Clinton.

Por el bien de sus principios y de la credibilid­ad de su fe, los evangélico­s que apoyan a regañadien­tes a Trump con el fin de tener una Suprema Corte conservado­ra deberían de preguntars­e qué pensará el resto del país si los cristianos devotos y ‘pro familia’ son los únicos que quedan apuntaland­o la candidatur­a de Trump, después de que montones de republican­os han criticado al candidato de su partido por sus declaracio­nes moralmente ofensivas.

En esta elección, para el evangelism­o en Estados Unidos podría estar en juego algo más grande que la Suprema Corte, aunque la mayoría de los activistas de la derecha cristiana no se dan cuenta de eso. Si el apoyo a Trump de los evangélico­s conservado­res los obliga a desdecirse de sus conviccion­es sobre los valores de la decencia, la fidelidad marital y la virtud cristiana en la vida pública, ¿no estarían corriendo el riesgo de ganar la Suprema Corte a costa de perder el alma de su movimiento?

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States