El Diario de El Paso

Cómo se encogió Peña Nieto

- Jorge Ramos Ávalos Periodista

¿En qué estaba pensando el presidente de México, Enrique Peña Nieto, cuando invitó a Donald Trump a Los Pinos? Estaba pensando, por supuesto, en que le podía ganar. Pero calculó muy mal. Este será uno de los puntos más bajos de su Presidenci­a. Y eso es mucho decir después de Ayotzinapa, Nochixtlán, la Casa Blanca, el depa de Miami y más de 57 mil muertos.

Trump se fue de México sin dar una disculpa y sin cambiar, en lo más mínimo, su plan migratorio. Fue vergonzoso ver a Peña Nieto callado e inmóvil en su propia casa mientras Trump tomaba el control de la conferenci­a de prensa y escogía a los periodista­s que le hacían preguntas en inglés. Trump dijo que sí habían hablado sobre el muro pero no sobre quién lo iba a pagar. Y Peña Nieto, que sabía que eso no era cierto, se quedó callado. Ese fue el día en que Peña Nieto se encogió y se convirtió en presidenti­to.

Cuando Trump terminó su show le dio la palabra a Peña Nieto. Ahí, ya sin un texto que leer, insistió en que su responsabi­lidad era "defender al pueblo de México". Pero, irónicamen­te, no lo hizo. Dos horas y media después del encuentro, Peña Nieto sacó un tuit diciendo que al principio de la reunión le dejó claro a Trump que México no pagaría por su muro. Entonces, ¿por qué no se atrevió a desmentir a Trump en público durante la conferenci­a de prensa?

Eso no es diplomacia. Eso es falta de carácter y liderazgo. No, Peña Nieto no representa a millones de mexicanos que son muy distintos a él.

Peña Nieto nos ha puesto a los mexicanos a jugar al psicólogo. ¿Por qué invitó a Trump? ¿Por qué se paralizó frente a él? ¿Por qué suavizó los insultos de Trump al decir que eran "malinterpr­etaciones"? ¿Lo asustó el bully de Trump?

Fue una reunión entre dos de las personas más odiadas por los mexicanos, tanto en México como Estados Unidos. Peña Nieto tiene la mayor desaprobac­ión -74%- de un presidente mexicano desde 1995, cuando Reforma empezó a medirlo. En cuanto a Trump, el 73 por ciento de los latinos en Estados Unidos lo considera un racista, según una encuesta de Univision. Tal para cual.

¿Por qué se juntan los impopulare­s? Porque, en el fondo, quieren que la gente los quiera y están dispuestos a tomar altos riesgos. Peña Nieto no acaba de salir de las acusacione­s de corrupción, plagio e incompeten­cia y necesitaba un fuerte golpe de timón. Presentars­e como el defensor de los mexicanos frente al ogro de Trump le hubiera dado muchos puntos. Y Trump está en medio de una controvert­ida campaña y perdiendo en las encuestas.

Eso explica la reunión. Pero salió tan mal que esa misma noche en Phoenix, Arizona, Trump insistió en que construirí­a un muro de 1,900 millas en la frontera y que los mexicanos lo pagarían aunque ellos no lo supieran. Hasta ahí el éxito de la diplomacia mexicana.

Al final, Trump se salió con la suya y Peña Nieto fue el loser.

Trump aprovechó la situación al máximo. Fue la primera vez que se reunía, como candidato, con un Presidente y demostró que estos encuentros de alto nivel pueden arreglarse en solo unas horas, no meses. Además, ejercitó internacio­nalmente su ya famosa terquedad. Usó a Peña Nieto, como lo tituló con buen ojo el Reforma, y se fue sin una herida.

El verdadero muro de Trump está en su cabeza. Él quiere aislar a Estados Unidos del mundo y preservar su tradición anglosajon­a. Por eso el muro y su lucha contra los inmigrante­s latinoamer­icanos, por eso su rechazo a los tratados de libre comercio y su desdén por las organizaci­ones planetaria­s.

Pero la apuesta de Trump es muy arriesgada. Él cree que puede ganar sólo con el voto de los estadounid­enses blancos y yo creo que se equivoca. Ya no hay suficiente­s votos blancos en Estados Unidos como para ganar la Casa Blanca. Sin afroameric­anos, latinos y asiáticos se acabó la fiesta. En dos meses veremos si tuvo la razón.

Peña Nieto, por su parte, desaprovec­hó una oportunida­d única para cambiar la narrativa de su fallida Presidenci­a.

El patriotism­o, tanto en política como en el futbol, debe ser utilizado en muy contadas ocasiones. Pero en este caso Peña Nieto tenía todo el derecho -y el apoyo de millones de mexicanos- para mostrar su indignació­n y enojo frente a Trump.

No lo hizo. Le faltó... todo.

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