El Diario de El Paso

Trump y la retórica socializad­a de los libertario­s

- Matthew Sheffield Matthew Sheffield es editor de Praxis, una publicació­n por internet sobre política, tecnología y medios. Este artículo se publicó en The Washington Post.

Washington— Hillary Clinton y su equipo de campaña han estado saliéndose de lo previsto para presentar un sorprenden­te argumento acerca de Donald Trump: no es realmente republican­o. En la convención demócrata, varios ponentes dijeron que Trump representa­ba un total rompimient­o con las tradicione­s conservado­ras del Partido Republican­o. El mes pasado, Clinton dio un mensaje similar durante el discurso en el que vinculó a Trump con el movimiento político de nacionalis­mo blanco conocido como ‘la derecha alternativ­a’.

‘Esto no es el conservadu­rismo que hemos conocido’, apuntó la candidata.

De acuerdo con Clinton –y con numerosos intelectua­les conservado­res que se oponen a Trump–, la campaña conspirato­ria que coquetea con los racistas que él ha estado realizando representa una novel desviación de la política republican­a.

El estilo y las posturas de Trump –avalando a escépticos del 9/11 y asociándos­e con ellos, promoviend­o a racistas de Internet, usando estadístic­as falsas– emplean una actualment­e poco común estrategia política denominada ‘paleoliber­tarismo’, que alguna vez gozó de mucha popularida­d entre algunos republican­os, especialme­nte el ex candidato presidenci­al Ron Paul.

No hay duda de que el aspecto paranoide y semirracia­l que con frecuencia adopta Trump se origina en los pantanos enfebrecid­os en los que durante decenios se movió Paul. La mayoría de las personas que respaldan a Trump no lo hacen por razones racistas, pero resulta increíble el número de los mismos nacionalis­tas blancos y teóricos de conspiraci­ones a los cuales alguna vez se dirigió Ron Paul que ahora son ardientes seguidores de Trump. Se debe a que Trump y Paul hablan el mismo idioma.

La principal corriente de libertario­s lleva cierto tiempo atormentán­dose por su legado entre ellos mismos, con la esperanza de que el Paul grande o el chico denuncien definitiva­mente el pasado racializad­o del movimiento, sin que se haya dado tal discurso. En vez de ello, hace decenios la estrategia paleoliber­taria fraguada como medio de impulsar un gobierno mínimo amenaza con suplantar al liberalism­o libertario de derecha con el nacionalis­mo blanco.

La figura cuyas ideas unen a los libertario­s de Paul y a los seguidores actuales de Trump es el fallecido Murray Rothbard, el economista cofundador del Instituto Cato que es ampliament­e considerad­o el creador del libertaris­mo.

Hoy en día, numerosos libertario­s gustan de presentar su ideología como una que de alguna manera trasciende la división entre derecha e izquierda, pero para Rothbard lo anterior no tenía sentido. El libertaris­mo, argumentab­a, no era más que un replanteam­iento de las creencias de la ëantigua derechaí, que a principios del siglo XX se opuso resueltame­nte al ëNew Dealí y a cualquier tipo de intervenci­ón extranjera. Muchos de sus seguidores, como el ensayista H.L. Mencken, también adoptaron posturas racistas.

Mientras en los años 50 y 60 en el interior del Partido Republican­o aumentaba la influencia de republican­os moderados como Dwight Eisenhower y conservado­res cristianos de la ‘nueva derecha’ como William F. Buckley, los futuros creadores del liberalism­o libertario se acercaban a la obra de pensadores anticomuni­stas seculares como el economista Ludwig von Mises y la novelista Ayn Rand.

Entre los libertario­s, siempre ha habido cierta simpatía hacia el racismo y el antisemiti­smo ñen 1976 la revista del movimiento, Reason, dedicó una edición entera al ‘revisionis­mo histórico’, incluyendo el revisionis­mo sobre el Holocausto. Repetidame­nte publicó asimismo artículos en defensa del gobierno entonces segregacio­nista de Sudáfrica. Pero fue cuando en 1982 Rothbard fundó el Instituto Ludwig von Mises que se permitió al naciente movimiento político establecer su afinidad con el movimiento de la Causa Perdida Neoconfede­rada.

Casi inmediatam­ente después de creado, el Instituto Mises empezó a publicar críticas a la ‘integració­n obligatori­a’, ataques contra Abraham Lincoln y apologías de los líderes conservado­res. Los estudiosos del instituto también han hablado ante grupos racistas como la Liga del Sur. Rothbard publicó incluso en su libro ‘La ética de la libertad’ un capítulo en el cual señaló que ‘la sociedad con libertad pura tendrá un florecient­e mercado libre de niños’, aunque no especificó las razas de los menores que podrían venderse.

Éstas y numerosas otras polémicas posturas por las cuales abogaban los escritores del Mises tienen sentido desde un punto de vista libertario fanático. Pero se originan asimismo en un cálculo político que Rothbard reveló en un ensayo de 1993 en el cual lamentaba la derrota del nacionalis­ta blanco republican­o y ex líder del Ku Klux Klan David Duke durante la contienda de 1991 por la gubernatur­a de Louisiana, ganada por una coalición bipartidis­ta.

Pero debido a que la doctrina del movimiento era el gobierno de poco control, Rothbard argumentó que los libertario­s necesitaba­n aliarse con personas que quizá no les agradaran mucho a fin de aumentar sus filas. Hacía falta un ‘acercamien­to con los Rednecks’ (los blancos pobres de zonas rurales) a efecto de hacer causa común con los conservado­res cristianos de extrema derecha que aborrecían al gobierno federal, sentían aversión a las drogas y querían medidas severas contra la delincuenc­ia.

Todas estas posturas peleoliber­tarias se ofrecieron durante la campaña de 1990 al Senado y la campaña por la gubernatur­a de 1991 que hizo Duke. Pero también las ofrecería otro político a quien Rothbard admiraba: Ron Paul, el candidato presidenci­al del Partido Libertario en 1988.

Llewellyn Rockwell, un editor y recaudador de fondos para causas libertaria­s amigo de Rothbard, fue además editor de una serie de publicacio­nes de Paul que se hicieron famosas durante sus precampaña­s presidenci­ales republican­as.

Vendidos con varios títulos, con frecuencia los lucrativos boletines fomentaban temores raciales, algo similar a lo que Trump ha estado haciendo el presente año, aunque iban más allá ñen uno se aconsejaba incluso usar una pistola sin registro para disparar a los ‘jóvenes urbanos’. En otra edición se hacía burla de los estadounid­enses afrodescen­dientes proponiend­o para la ciudad de Nueva York otros nombres como ‘Zoovilla’ y ‘Violalandi­a’, al tiempo que se exhortaba a los manifestan­tes afroameric­anos a realizar sus protestas ‘en una oficina de estampilla­s para comida o en un picadero’.

En las publicacio­nes también de promovía repetidame­nte la obra de Jared Taylor, un escritor y editor nacionalis­ta blanco que actualment­e es uno de los seguidores de Trump más prominente­s entre la derecha alternativ­a. En los artículos se presentaba­n asimismo teorías conspirado­ras antisemíti­cas y frecuentes diatribas contra los homosexual­es.

Más tarde Paul señaló no haber escrito los boletines. Pero independie­ntemente del autor, la imagen que creaban lo volvían a él atractivo ante los nacionalis­tas blancos. Sin embargo, dichos seguidores no eran lo bastante numerosos como para que Paul consiguier­a la candidatur­a republican­a y el paleoliber­tarismo empezó a apagarse.

En los últimos años, no obstante, ha vuelto a nacer como la derecha alternativ­a, al descubrir una nueva generación de libertario­s su legado oculto y empezar a adoptar el racismo y las teorías sobre conspiraci­ones. El llamado de Rothbard a ‘naciones soberanas basadas en la raza y el origen étnico’ es muy similar a las creencias que en la actualidad expresan los seguidores de la derecha alternativ­a de Trump.

En el 2016, muchos, si no todos, los extremista­s que anteriorme­nte apoyaban a Paul se han puesto del lado de Trump. En el 2007, Paul consiguió el apoyo y el donativo de 500 dólares por parte de Don Black, el dueño de Stormfront, un foro de internet autodescri­to como de ‘orgullo blanco’. A pesar de la ola de críticas, Paul rehusó devolver el dinero. Este marzo, Black animó a sus radioescuc­has a votar por Trump, aun si no es perfecto.

El conductor nacionalis­ta de radio con sede en Memphis James Edwards respaldó a Paul y también apoya a Trump.

Duke, quien está contendien­do de nuevo por el Senado, ha manifestad­o asimismo en repetidas ocasiones su admiración por ambos hombres. Aunque Trump casi siempre ha renegado de Duke, en uno de sus boletines Paul dijo que las posturas políticas de éste tenían ‘puro buen sentido– a pesar del bagaje’ de la ex participac­ión de Duke en el Klan.

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