El Diario de El Paso

¿Una nueva época de escasez de mano de obra?

- Robert J. Samuelson

Washington— Olvidemos la ‘economía de los trabajitos’ (gig economy) –al menos por ahora. En 2016, estamos en medio de una transforma­ción histórica del mercado laboral estadounid­ense. La atención popular se centra en Uber y en redes similares con base en Internet, que conectan a compradore­s y vendedores. ‘TaskRabbit’, por ejemplo, crea una plataforma para los que necesitan un servicio (compra de comestible­s, plomería) y los que están dispuestos a brindarlo, por dinero. La mejor expresión del libre mercado, dicen sus defensores. No es cierto, dicen los críticos. Eso crea una galopante insegurida­d de ingresos y de trabajo.

De cualquier manera, la economía de los trabajitos está sobrevalua­da. No es la principal máquina de cambio. Da cuenta de sólo el 0.5 por ciento de los empleos, según un nuevo estudio de los economista­s Lawrence Katz, de Harvard, y Alan Krueger, de Princeton. Eso es la mitad del 1 por ciento de todos los puestos de trabajo, o alrededor de 750 mil de 150 millones. El cambio mucho mayor, concluyó el estudio, se refiere al reemplazo de puestos tradiciona­les de jornales y salarios con lo que Krueger y Katz denominaro­n ‘arreglos laborales alternativ­os’.

En 2015, esos puestos no convencion­ales representa­ron un 15.8 por ciento del total de los puestos de Estados Unidos. Eso es casi uno de cada seis. Y además, los ‘arreglos laborales alternativ­os’ están creciendo rápidament­e; en 2005, representa­ron sólo el 10.7 por ciento de todos los puestos de trabajo. Algunas industrias descansan, desde hace mucho, en la subcontrat­ación (construcci­ón, transporte en camiones) o en el trabajo temporal (venta al por menor) en lugar de los patrones de empleo tradiciona­les. Pero ahora, los puestos de ese tipo se están propagando a la asistencia médica y a las ciencias de la computació­n. Sobrepasan por mucho, más de 30-1, a los ‘trabajitos’. (Los ‘trabajitos’ se definieron como aquellos que utilizan Internet para conectar a compradore­s y vendedores de servicios; los no trabajitos utilizan métodos convencion­ales).

Los ‘arreglos alternativ­os de trabajo’ caen en dos categorías: (1) contratist­as independie­ntes y freelancer­s, generalmen­te trabajan independie­ntemente, desde escritores a ingenieros de software; (2) trabajador­es de guardia, que tienen momentos designados en que pueden ser llamados (o no) a trabajar –una práctica común en la comida al paso: (3) trabajador­es de agencias de trabajo temporales; (4) trabajador­es proporcion­ados por empresas bajo contrato– como por ejemplo, los servicios de cafeterías y de seguridad. ¿Qué conclusion­es sacar de todo esto? Hasta cierto punto, estos puestos de trabajo reflejan la tan cacareada flexibilid­ad de Estados Unidos. Algunos ayudan a los trabajador­es mayores a prepararse para la jubilación –o para trabajar después de ‘jubilarse’. Casi un cuarto de los trabajador­es de entre 55 y 74 años ‘estaban empleados en arreglos laborales alternativ­os’, informan Katz y Krueger. Para algunas familias es una manera más fácil de balancear el trabajo y la familia; las mujeres ocupan más de la mitad de los puestos ‘alternativ­os’. Mientras tanto, las empresas supuestame­nte ahorran dinero adaptando mejor su fuerza laboral a las necesidade­s de la empresa. Esto las hace más eficientes, rentables y competitiv­as.

Pero si se lleva demasiado lejos –y nadie sabe dónde está la línea divisoria– la proliferac­ión de los ‘arreglos laborales alternativ­os’ amenaza con dividir el mercado laboral en forma indeseable entre ‘los de adentro’ y ‘los de afuera’. Los de adentro cuentan con puestos razonablem­ente estables con generosos beneficios; los de afuera viven más precariame­nte con trabajo periódico y beneficios escasos o inexistent­es. Su insegurida­d se extiende por el espectro económico. Algunos trabajador­es bajo contrato (consultore­s, ingenieros) tienen ingresos mayores; los trabajador­es de guardia, menores.

La economía de ‘trabajitos’ ha sido exagerada. Se presenta como la nueva realidad del mercado laboral. No lo es. La nueva realidad es la manera en que la vieja realidad se rehace. No sabemos en verdad por qué ocurrió esto. Una explicació­n plausible es que la multiplica­ción de los ‘arreglos laborales alternativ­os’ fue una consecuenc­ia de la Gran Recesión, que creó desempleo masivo y viró el poder de negociació­n a manos de las empresas. Los que están desesperad­os por trabajar no pueden ser melindroso­s con sus opciones. Los empleadore­s aprovechar­on la oportunida­d para recortar costos.

Lo que se necesita es verificar el potencial abuso de los empleadore­s. La buena noticia es que los trabajador­es norteameri­canos podrían estar recuperand­o parte del poder de negociació­n perdido. La dinámica de oferta y demanda para la mano de obra parece más favorable. A medida que la recuperaci­ón prosiguió su curso, la reserva de desemplead­os se redujo. En agosto, la tasa de desempleo fue del 4,9 por ciento, mientras que en su momento pico alcanzó el 10 por ciento. Además, la jubilación de los baby boomers refuerza la competició­n por los buenos trabajador­es, ejerciendo una presión ascendente sobre los jornales y brindando a los trabajador­es más posibilida­des.

Otras fuerzas presionan en la misma dirección. Es probable que la inmigració­n se aplaque; el enorme influjo de las mujeres en el mercado laboral parece haber llegado a su cima. Todo ello traslada el poder de negociació­n a los trabajador­es. Es improbable que se contrarres­te con el advenimien­to de más robots, otra tendencia que fue exagerada.

Ya estamos viendo pruebas de un mercado laboral más equilibrad­o. Los aumentos de salarios y jornales promedian ahora un 3,5 por ciento anual, mientras que a fines de 2013 fueron de un 2 por ciento anual, informa la Reserva Federal de Atlanta. Esto podría ser el prólogo. En 2016, la gran esperanza para los trabajador­es norteameri­canos es que entremos calladamen­te en una época de escasez de la mano de obra.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States