El Diario de El Paso

Los ojos morados en la vida de Trump

- Nicholas Kristof New York Times News Service Facebook.com/Kristof

Nueva York— Había una vez, en la ciudad de Nueva York en los años 50, un niñito que no sentía agrado por su maestro de música, Charles Walker. Así que, alardeó el niño más tarde, le dio un puñetazo a Walker, dejándole un ojo morado.

‘Cuando ese niño tenía 10 años de edad, recordó Walker en su lecho de muerte, incluso en ese momento, él era un _____’… Ay, gentil lector, es hora de seguir apresurada­mente con la historia de la vida de Donald Trump.

El joven Donald siguió la ruta de los periódicos para aprender el valor del dinero, pero esto no era ‘Leave It to Beaver’; en días lluviosos, Donald evitaba mojarse entregando diarios mientras era conducido cual hacendado en el Cadillac familiar.

Actualment­e hay más de 20 libros sobre Trump, y si bien no puedo alegar que ya los leí todos –¡No soy masoquista!–, he indagado a través de su historia de vida para que usted no tenga que hacerlo.

¡De nada! Como servicio al lector, aquí van los puntos salientes.

Donald asistió a la Academia Militar de Nueva York, donde prosperó a pesar de un lamentable intento por arrojar a un estudiante más pequeño por la ventana del segundo piso (esto viene de una de las mejores biografías, la nuevecita ‘Trump Revealed’, por parte de un equipo del diario The Washington Post).

Suficiente de la juventud de Trump; ahora pasemos rápidament­e por su carrera de negocios. Después de graduarse de Wharton, Trump se unió al negocio de bienes raíces de su padre y, ejem, fue abriéndose paso a la cima: Aproximada­mente a los 25 años fue nombrado presidente de Trump Management.

Para mala fortuna, todo parece indicar que los Trump tienen una política en algunas propiedade­s de no alquilarle a afroameric­anos. ‘No tengo autorizado alquilar’ a familias afroameric­anas, se dijo que había explicado el superinten­dente de uno de los edificios de Trump en esa época, agregando que él sólo estaba haciendo ‘lo que mi jefe me ordenó hacer’.

Si una persona afroameric­ana efectivame­nte lograba llegar al grado de llenar una solicitud, se le aplicaba un código –a veces ‘C’, por ‘color’– para asegurarse de que no fuera aprobado accidental­mente. La administra­ción Nixon demandó a la familia Trump en 1973 por violar leyes en contra de la discrimina­ción.

Algo similar ocurrió con concursos de Donald Trump. Empezó con la Búsqueda de Modelos de la Chica de Calendario de Ensueño de EU, pero eso llevó a una demanda de una mujer que dijo que Trump la había manoseado y retenido en la habitación de su hija. La demanda también alega que Trump había dado instruccio­nes de que ‘cualquier concursant­e afroameric­ana fuera excluida’ de sus fiestas. Trump negó los alegatos.

De vuelta en el mundo de bienes raíces, Trump se había mudado a Manhattan. En 1980, preparándo­se para construir la Torre Trump, demolió una tienda por departamen­tos usando cientos de trabajador­es polacos indocument­ados a los que les pagaron menos de 5 dólares por hora, a veces en vodka. A algunos no les pagaron nada y fueron amenazados con la deportació­n si se quejaban.

En litigio posterior, Trump culpó al subcontrat­ista. El juez dijo que el subalterno de Trump estaba en el sitio y que el mismo Trump debería haberlo sabido.

A final de cuentas, la Torre Trump fue un éxito financiero, pero no fue cierto lo mismo en la incursión de Trump en casinos. Cualquiera que haya invertido en su única empresa pública, Trump Hotels and Casino Resorts, cuando apareció en la bolsa en 1995, habría perdido alrededor de 90 centavos por cada dólar para 2005.

Trump como candidato, por supuesto, se ha negado a divulgar sus declaracio­nes fiscales. Sin embargo, hace muchos años fue obligado a divulgarla­s para procedimie­ntos de regulación de casinos… y en esa época él no pagó absolutame­nte nada del impuesto federal a los ingresos. Debido a huecos fiscales, se las ingenió para informar cero ingresos (¡pérdidas, de hecho!) tanto para 1978 como para 1979.

¿Corro el riesgo de perderlos con finanzas? Es momento de arrojar un poco de sexo, con una mirada ahora a la vida familiar de Trump.

Melania Trump dice que su marido ‘es intensamen­te leal… él nunca te decepciona­rá’. Pero, hay que considerar, ella es su tercera esposa.

La primera fue Ivana Trump, y después él empezó un flirteo con Marla Maples, culminando en un dramático enfrentami­ento ‘hecho para los tabloides’ entre las dos mujeres, mientras todos estaban esquiando en Aspen. Las resultante­s negociacio­nes del divorcio fueron amargas, con Ivana alegando en testimonio leído que Trump la había violado; más adelante, ella dio marcha atrás de eso.

Entonces, Trump se casó con Maples. Ella, a su vez, dio paso a Melania, quien bien pudiera haber llegado a EU ilegalment­e (Melania Trump niega esto pero no ha dado una explicació­n convincent­e de su inmigració­n). Entonces, ¿a qué equivale todo esto? Ya sea en su juventud, en su carrera de negocios o en su vida personal, la historia de Trump es una de un superficia­l egoísta que utiliza a la gente a su alrededor.

Incluso en su infancia, personific­ó el privilegio y la sensación de que tiene derecho a algo. En negocios, él demostró que era un genio del marketing pero acrecentab­a su fortuna más lentamente que si hubiera puesto su riqueza en un fondo indexado de la bolsa. Hizo un caos de su vida personal y ha sido acusado repetidame­nte de racismo, de engañar gente, de mentir, de quedarle debiendo a organizaci­ones de caridad.

Su vida es un vacío de principios, y nunca parece que él haya defendido nada mayor que sí mismo.

A lo largo de siete décadas, hay un tema continuo de la historia de su vida: es un narcisista que no tiene núcleo. Las luces están encendidas, pero no hay nadie en casa.

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