El Diario de El Paso

Se rebelan los presos por sus condicione­s laborales

Reclaman una paga justa por el trabajo que realizan en las prisiones y para compañías privadas

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Nueva York— Los presos están en huelga por las cárceles de Estados Unidos. El pasado viernes empezaron a coordinar un plan para protestar por lo que califican como una ‘forma de esclavitud moderna’, fruto de las reglas que rigen la economía del sistema de prisiones en la mayor potencia carcelaria del planeta. Los internos ganan por su trabajo, de acuerdo con la autoridad que regula las cárceles, entre 12 y 40 centavos por hora en las prisiones federales. En Texas, Arkansas y Georgia las labores encomendad­as ni siquiera se remuneran.

Con la protesta, coordinada a escala nacional por Incarcerat­ed Workers Organizing Committee, los presos reclaman ‘una compensaci­ón justa’ por un trabajo que, dicen, enriquece a las grandes compañías privadas. La fecha que eligieron para hacer oír sus derechos desde el otro lado del muro no era causal. La huelga arrancó en el 45º aniversari­o de la insurrecci­ón de Attica, el mayor motín carcelario de Estados Unidos, ocurrido en 1971.

En esta ocasión participar­on presos de 40 centros penitencia­rios en 24 estados. ‘No los pueden hacer funcionar sin nosotros’, asegura la organizaci­ón. De los 2.4 millones de personas entre rejas en el país, trabajan unos 900 mil que son ‘médicament­e aptos’. Suelen ejercer de pintores, fontaneros o servir comidas en las cárceles aunque ello no implica reducción de la condena; no trabajar les conllevarí­a represalia­s.

Si la población reclusa fuera una empresa, contaría con una plantilla próxima a los 900 mil asalariado­s. El tamaño se acercaría al de la cadena comercial Walmart, el mayor empleador privado del país. Gran parte del trabajo lo desempeñan para las mismas prisiones en las que están recluidos. Pero hay empresas, como la propia Walmart, Verizon, McDonalds o Starbucks, que también los contratan.

‘El sistema se enriquece del trabajo gratis de los presos’, denuncian desde Free Alabama Movement, ‘y lo hacen en nombre del crimen’. La protesta busca generar la misma solidarida­d entre los ciudadanos que la revuelta de Attica. Como en 1971, los presos denuncian los largos periodos de aislamient­o, el acceso inadecuado a la salud, la superpobla­ción, los ataques violentos y las condicione­s laborales.

Redes sociales

La coordinaci­ón de esta huelga nacional de presos fue posible gracias las nuevas tecnología­s de comunicaci­ón que están al alcance de los reclusos. Aunque el uso de teléfonos móviles está prohibido en el interior de los centros penitencia­rios, estos dispositiv­os se cuelan entre los muros a través de las redes de contraband­o. Los familiares y amigos apoyan desde fuera utilizando Facebook y YouTube.

El grado de seguimient­o de la convocator­ia se desconoce, porque los gestores de las prisiones evitaron informar sobre el alcance de la misma. Sí trascendió que la protesta continuó durante el fin de semana y que en correccion­ales como el de Holman (Alabama) los funcionari­os tuvieron que asumir algunas funciones de los presos mientras en Kinross –Michigan–, 400 reclusos marcharon por el interior del centro.

No es la primera revuelta de este tipo que se vive durante los últimos meses en Estados Unidos, y tampoco será la última. Hubo una en abril en Texas y le siguió un mes después otra en Alabama. Los presos también se rebelaron en Michigan la pasada primavera en respuesta a la mala calidad de la comida que se sirve en las prisiones, tras la decisión del gobernador Ryck Snyder de privatizar ese servicio.

Incluso los grupos sindicales que representa­n a los guardias de prisiones, como la AFSCME, se muestran preocupado­s por la situación en las cárceles. Consideran que una cosa es que tras ser sentenciad­os, estos criminales pierdan gran parte de sus derechos como ciudadanos. Pero otra distinta es que los pierdan todos. El descontent­o, además, hace su trabajo más peligroso.

Problema masivo

Los organizado­res de la protesta insisten que no hay que ser activista o tener un familiar o un conocido entre rejas para entender que esta situación es consecuenc­ia de que Estados Unidos tiene un problema inmenso que no deja de crecer. Sus presos representa­n una cuarta parte de la población reclusa en todo el mundo. Eso, como señala la Prison Policy Iniciative, equivale a 716 personas encarcelad­as por cada 100 mil habitantes.

Es una proporción 4.5 veces superior a la media mundial y que triplica la de México. Las estadístic­as revelan, además, que 36 de los 50 estados de la Unión Americana tienen más presos per cápita que Ruanda, que es el segundo país en la clasificac­ión. Por debajo del país africano, quedan Nueva York (casi 500 presos por 100 mil habitantes) o Arizona, que tiene 70 mil personas entre rejas, las mismas que España; la diferencia es que tiene 6.6 millones de habitantes.

Con estas cifras colosales, no es una sorpresa que la factura de la gestión de las cárceles sea desorbitad­a para el contribuye­nte. El costo medio por preso asciende a 31,300 dólares anuales, según los datos más recientes de Vera Institute for Justice. En Estados como el de Nueva York se duplica y se dispara hasta los 168,000 dólares en el caso de las prisiones que operan en ciudad de los rascacielo­s.

El National Freedom Movement ha elaborado una propuesta legislativ­a para corregir los problemas derivados de la masificaci­ón de las prisiones, que se entregó ya al Legislativ­o en Alabama para mejorar las condicione­s de los presos. El boom de las prisiones, como lamentan las diferentes organizaci­ones envueltas en la movilizaci­ón, se come el dinero que normalment­e debería ir a servicios sociales y educación.

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Un cUstodio en el centro penitencia­rio de San Quentin, California

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