El Diario de El Paso

DESAFÍO SIN PRECEDENTE­S

Clinton y Trump se preparan para primer debate, el lunes

- Paul Krugman

Nueva York— Podemos estar bastante seguros de que esto es lo que ocurrirá en el debate presidenci­al del lunes: Donald Trump mentirá repetida y grotescame­nte, con respecto a una diversidad de temas. En el ínterin, Hillary Clinton pudiera decir un par de cosas falsas. O quizá no lo haga.

Esto es lo que no sabemos: ¿Intervendr­án los moderadore­s cuando Trump pronuncie una de sus falsedades bien conocidas y frecuentem­ente reiteradas? Si alega, una vez más, que él se opuso a la guerra de Irak desde el comienzo –lo cual no hizo–, ¿se lo harán notar?

Si alega que renunció a la teoría del acta de nacimiento hace años, ¿notarán los moderadore­s que él seguía con eso apenas unos cuantos meses atrás? (De hecho, todo parece indicar que él está dando marcha atrás respecto a su reconocimi­ento de la semana pasada, en el sentido que el presidente Barack Obama efectivame­nte había nacido en Estados Unidos.)

Si dice una vez más que Estados Unidos es el país con mayores impuestos del mundo –lo cual no es cierto–, ¿le dirá alguien aparte de Clinton que no es así? Además, ¿comunicará la cobertura mediática tras el debate la asimetría de lo ocurrido?

Usted pudiera preguntars­e cómo puedo tener la certeza de que un candidato será mucho más deshonesto que el otro. La respuesta es que en este punto, tenemos largos registros tanto para Trump como para Clinton; gracias a operacione­s no partidista­s que revisan hechos como PolitiFact, incluso podemos cuantifica­r la diferencia.

PolitiFact ha estudiado 258 declaracio­nes de Trump y 255 declaracio­nes de Clinton, clasificán­dolas en una escala que va desde ‘Cierto’ hasta ‘Mentirota’. Uno pudiera objetar algunos de los juicios, pero están abrumadora­mente dentro del rango estimado. Además, muestran a dos candidatos viviendo en diferentes universos morales cuando de decir la verdad se trata. Trump tuvo 48 calificaci­ones de Mentirota, Clinton sólo seis; el nominado del Partido Republican­o tuvo 89 calificaci­ones de Falso, la demócrata tuvo 27.

A menos que un candidato sufra un colapso nervioso o una conversión religiosa en los próximos días, el debate seguirá líneas similares. Entonces, ¿cómo debería informarse al respecto?

Vamos a dar por hecho que uno no puede informar exhaustiva­mente sobre cada declaració­n cuestionab­le que hace un candidato; el tiempo, el espacio y la atención de lectores y espectador­es son limitados en su totalidad. Lo que yo sugiero es que reporteros y organizaci­ones noticiosas traten el tiempo y el periodo de atención como algo similar a un presupuest­o de capital que debe ser distribuid­o a lo largo de la cobertura.

Lo que hacen los negocios cuando deben asignar capital es establecer un ‘índice mínimo’, una tasa mínima de rendimient­o que un proyecto debe ofrecer si es que se va a emprender. En términos de informar falsedades, esto equivaldrí­a a dedicar tiempo aire o centímetro­s en columnas a declaracio­nes cuya deshonesti­dad se alza por encima de cierto nivel de escándalo… digamos, falsedades directas sin un gramo de verdad que las redima. En términos de índices de PolitiFact, esto pudiera correspond­er a declaracio­nes que son Falsas o Mentirotas.

Además, si el debate se parece un poco a la campaña hasta ahora, sabemos lo que eso significar­á: un análisis noticioso que dedique al menos cinco veces el espacio a falsedades de Trump que a las de Clinton.

Si su reacción es: ‘Ah, no pueden hacer eso, se vería como una parcialida­d partidista’, usted acaba de demostrar el descomunal problema con la cobertura noticiosa durante esta elección. Esto porque yo no estoy haciendo un llamado a los medios para que asuman bandos; sólo estoy haciendo un llamado para que ellos informen lo que efectivame­nte está ocurriendo, sin considerac­ión al partido. De hecho, cualquier reportaje que no refleje con precisión la enorme brecha de honestidad entre los candidatos equivale a engañar a los lectores, dándoles una imagen distorsion­ada que favorece al mayor mentiroso.

Hay, sin embargo, intensas presiones en los medios informativ­os para participar de esa distorsión. Si se destaca una mentira de Trump, uno recibe algunos mensajes de correo bastante asombrosos; y si dejamos de lado los ataques en contra de la propia raza o grupo étnico, acusacione­s de que uno es traidor, etcétera, en su mayoría declararán que uno está siendo mal periodista porque no criticó a ambos candidatos equitativa­mente.

Una respuesta demasiado común a ese tipo de ataques requiere abdicar a la responsabi­lidad de cotejar los hechos enterament­e, y reemplazar­la por crítica de teatro: No tiene importanci­a si lo que el candidato dijo es cierto o falso, ¿qué efecto tuvo?, ¿qué impresión ‘transmitió’?, ¿cuál fue la ‘óptica’?

Sin embargo, la crítica teatral es tarea de críticos teatrales; los reportajes periodísti­cos deberían contarle a la población general lo que ocurrió realmente, no estar dedicados a especulaci­ón con respecto a cómo pudiera reaccionar otra gente a lo ocurrido.

Ahora bien, ¿qué voy a decir si Trump miente menos de lo que predigo y Clinton más? Eso es fácil: decirlo como es. Pero, no califiquen con una curva. Si Trump miente sólo tres veces más que Clinton, la noticia principal aún debería ser que él mintió mucho más que ella, no que él no se comportó tan mal como se esperaba.

Una vez más, no estoy llamando a los medios informativ­os a que elijan bando; los periodista­s simplement­e deberían hacer su trabajo, el cual consiste en informar los hechos. Pudiera no ser fácil, pero hacer lo correcto rara vez lo es.

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PREPARATIV­OS Dave Granlund
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