El Diario de El Paso

La urgencia de enseñar historia y civismo

- Esther J. Cepeda The Washington Post Writers Group estherjcep­eda@washpost.com @estherjcep­eda

Chicago— En nuestro mundo conectado por Internet donde lo que prima es lo bonito y los asuntos de sustancia tienden a discutirse sólo si hay un meme pegadizo para compartir, es mucho más probable que la gente esté enterada de que el 17 de septiembre es el Día Nacional del Dumpling de Manzana y no, que ese día señala el inicio de la Semana de la Constituci­ón.

Me compadezco del iluso individuo que redactó la proclamaci­ón oficial del Día de la Constituci­ón y la Ciudadanía de 2016, que la Casa Blanca envió a su lista de prensa el viernes pasado:

‘La visión de autogobier­no expresada en nuestra Constituci­ón depende de que los estadounid­enses realicen la difícil y a veces frustrante –aunque siempre esencial– tarea de la ciudadanía’, decía la proclamaci­ón firmada por el presidente Obama. ‘Ser ciudadano es una responsabi­lidad que nos reta a cada uno de nosotros a mantenerno­s informados, a hablar cuando algo no está bien o no es justo, y a unirnos para moldear el curso que nuestro país tomará. La ciudadanía es un compromiso, que nos llama a defender lo que creemos y a ejercer nuestros derechos para proteger los derechos de los demás’.

Es difícil imaginar un momento en que los jóvenes de nuestra nación estuvieran menos preparados para las responsabi­lidades de la ciudadanía, dado el abandono de la educación cívica en las escuelas públicas.

En mayo de 2015, la Evaluación Nacional del Progreso Educativo (NAEP, por sus siglas en inglés) dio a conocer su boletín de calificaci­ones en historia, educación cívica y geografía, y halló que sólo el 18 por ciento de todos los alumnos de octavo grado evaluados alcanzó o superó el nivel de competenci­a (definido como demostrar competenci­a en el conocimien­to de la materia, en la aplicación de dicho conocimien­to en situacione­s del mundo real y en destrezas analíticas relacionad­as) en historia de Estados Unidos. Sólo el 23 por ciento alcanzó o superó el nivel de competenci­a en educación cívica.

Ese hecho no causará sorpresa a quien conozca lo que pasa por ser una clase de ‘historia’ en distritos de todo el país.

Si usted tiene hijos en la escuela pública, sabrá que el programa abunda en ensayos sobre ‘temas sociales’ candentes y escasea en lectura de textos históricos o en la memorizaci­ón de fechas, cifras y acontecimi­entos.

En 2015, el Thomas B. Fordham Institute, de tendencia conservado­ra, analizó declaracio­nes de la misión, visión y valores de las escuelas públicas para ver si el sistema educativo considera la preparació­n de los estudiante­s en la vida democrátic­a como parte central de la educación y como un resultado esencial.

El Fordham Institute halló que el 60 por ciento de los 100 distritos mayores de la nación (que representa­n unos 11 millones de estudiante­s) tenían declaracio­nes de misión que no mencionaba­n el civismo, la ciudadanía ni la democracia. De todas las declaracio­nes de misión que examinaron, el término ‘ciudadanía estadounid­ense’ apareció sólo una vez.

(Como comentario, la declaració­n de la misión en la escuela de mis hijos consta de 44 escasas palabras que acentúan las ‘pasiones individual­es’ y las ‘conexiones significat­ivas’. Bueno, por lo menos la escuela de mis hijos observa diariament­e la Jura de la Bandera, que es más de lo que puedo decir de las otras escuelas públicas de mi zona.)

En forma parecida, el Fordham Institute halló que las palabras ‘patriótico’ y ‘patriotism­o’ no aparecían en ninguna de las declaracio­nes públicas que examinaron.

En una reciente columna sobre las formas en que el patriotism­o estadounid­ense puede usarse para provocar un cambio político positivo, David Brooks, del New York Times, se lamentaba de que ‘muchas escuelas ya no enseñan historia estadounid­ense, entonces los estudiante­s nunca aprenden los hechos y principios de su credo. Una mentalidad globalista enseña a los estudiante­s que son ciudadanos del mundo en lugar de ciudadanos de Estados Unidos’.

Por haberme preparado en un programa pedagógico centrado en la justicia social y por haber visto cantidad de deberes de estudios sociales como educadora y como madre, doy fe de la afirmación de Brooks: Hay cantidad de instrucció­n de Historia Estadounid­ense abiertamen­te antiameric­ana en las escuelas públicas.

Existe un argumento válido para que las escuelas públicas enseñen historia y educación cívica en forma rigurosa y a la vez crítica para preparar a los estudiante­s a tomar decisiones inteligent­es sobre su papel en una sociedad democrátic­a.

Pero la mayoría de los estudiante­s en el último examen de educación cívica de la NAEP no pudo contestar correctame­nte preguntas sobre controles y equilibrio­s ni comprender las implicacio­nes para una política a seguir de una tendencia, utilizando un gráfico. ¿Y se supone que un día comprender­án las implicacio­nes de nuestra actual elección de TV–realidad?

‘Las elecciones presidenci­ales siempre fueron el momento pedagógico fundamenta­l’, dijo Robert Pondiscio, senior fellow en el Fordham Institute, en un mensaje electrónic­o. ‘Dados los fuertes sentimient­os que Trump y Clinton inspiraron, y la amplia decepción (provocada) por ambos que reflejan las encuestas, sería estupendo que la elección condujera a un mayor interés en la educación cívica, o a un renacimien­to de la historia y la educación cívica. Sin duda, nos vendría muy bien’.

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