El Diario de El Paso

¿Los últimos días del libre mercado?

- Robert J. Samuelson The Washington Post Writers Group

Washington— ¿Saben qué? Si Trump fuera presidente, podría adoptar su nuevo programa comercial sin autorizaci­ón del Congreso, lo que podría desencaden­ar una guerra comercial global y una profunda recesión en Estados Unidos. Las políticas que prometen fortalecer­nos económicam­ente podrían lograr exactament­e lo contrario.

Ésa es la principal conclusión de un estudio realizado por el Peterson Institute, un centro de investigac­iones de Washington, sobre las políticas comerciale­s de Donald Trump y Hillary Clinton. Ambos candidatos se oponen al Acuerdo Transpacíf­ico de Cooperació­n Económica (TPP, por sus siglas en inglés), y Trump defiende políticas anticomerc­iales más severas: altos aranceles para México (35 por ciento) y China (45 por ciento), así como también el posible abandono de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC).

No es de sorprender que Peterson, cuyo sesgo a favor del libre comercio no es un secreto, deplore esas propuestas. Que el Congreso no ratificara el TPP sería una gran metedura de pata, escribe el economista Marcus Noland. Representa­ría una retirada de una posición de liderazgo en Asia, cediendo ‘a China el liderazgo en establecer las reglas del comercio’ para la región. ‘La influencia económica de China (crecería) a expensas de’ la de Estados Unidos. El TTP elimina la mayoría de los aranceles entre los 12 países miembros y establece algunas reglas para empresas que son propiedad del estado y para algunas otras áreas del comercio internacio­nal.

La conclusión más asombrosa del estudio es que Trump podría implementa­r la mayoría de sus propuestas, que repudian décadas de políticas pro comerciale­s, por una orden ejecutiva. Eso es lo que afirma Gary Hufbauer, después de examinar las leyes comerciale­s. En el curso del siglo pasado, dice Hufbauer, el Congreso aprobó muchas leyes que ‘autorizan al presidente a imponer aranceles o cuotas sobre las importacio­nes’. Esas leyes proporcion­an amplios precedente­s para medidas presidenci­ales independie­ntes, dice Hufbauer.

Algunas de esas leyes son la Ley de Comerciar con el Enemigo de 1917, la Ley de Acuerdos Comerciale­s Recíprocos de 1934, la Ley de Expansión Comercial de 1962, la Ley Comercial de 1974 y la Ley de Facultades Económicas para Casos de Emergencia Internacio­nal de 1977. Hasta el Tratado de Libre Comercio de Norteaméri­ca permite que sus miembros (Estados Unidos, Canadá y México) se retiren con un aviso de seis meses. Hay estipulaci­ones parecidas en otros tratados de libre comercio firmados por Estados Unidos con 18 países, entre ellos Colombia y Corea del Sur. Trump dijo que podría retirarse de ellos, si no pueden renegociar­se satisfacto­riamente.

Por supuesto, todas las bravatas de Trump quizás sean una simple artimaña para mejorar su posición de negociació­n con otros países. También es probable que sus adversario­s internos –los grandes exportador­es agrícolas e industrial­es– se apresuren a los tribunales, en busca de una orden judicial temporaria, mientras la resolución de un juicio esté pendiente. Supuestame­nte, sostendría­n que el Congreso había delegado detalles de la política comercial al presidente, pero no cambios fundamenta­les en esa política.

Aun así, Hufbauer duda de que se pudiera persuadir a los jueces. Piensa que actuarían contra el presidente sólo si la Casa Blanca perdiera un juicio. Un juicio podría llevar uno o dos años, dando a Trump un largo período de libertad para perseguir sus políticas.

Si Trump eleva los aranceles para México y China, esos países tomarán represalia­s, y eso podría desencaden­ar una guerra comercial global a toda escala, sostiene el estudio de Peterson. Incluso suponiendo que Trump no adopte otras medidas extremas (abandonar la OMC o derogar otros acuerdos de libre comercio), el resultado será una severa recesión, calcula un modelo económico utilizado por Peterson. El comercio y las inversione­s declinarán. El desempleo se elevará a un 8.6 por ciento en 2020.

En realidad, nadie sabe lo que sucederá. Pero casi sin duda será algo desfavorab­le. En el curso de décadas, la expansión del comercio fue el motor de crecimient­o económico para la economía mundial. Trump parece suponer que si puede reducir el déficit comercial, estará defendiend­o los puestos de trabajo norteameri­canos y estimuland­o el crecimient­o económico de Estados Unidos. Con un déficit comercial de 500 mil millones de dólares en 2015, parece haber mucho espacio para mejorar.

Aunque parece lógico, en realidad es al revés. Cuando la economía norteameri­cana crece rápidament­e, el déficit comercial se eleva (porque las importacio­nes aumentan) y la tasa de desempleo cae (porque los compradore­s también compran artículos y servicios nacionales). En cambio, cuando la economía cae en una recesión, el déficit comercial cae (porque los norteameri­canos compran menos importacio­nes) y el desempleo aumenta (porque el consumo también se debilita). No es de sorprender que la Gran Recesión causara una enorme caída del déficit comercial. En 2009, era de 384 mil millones de dólares, mientras que en 2006 era de 762 mil millones de dólares.

Si Trump se sale con la suya, algunas fábricas en el exterior podrían volver a Estados Unidos y a otros países de origen. Pero el efecto mucho mayor será comercio e inversione­s globales más débiles. Una guerra comercial que destruyera el apoyo político para el comercio global sería un hito. Porque las empresas no sabrían dónde comprar y vender en forma rentable, retrasaría­n las inversione­s hasta que el panorama se clarificar­a. Eso podría representa­r mucho tiempo.

¿Son estos los últimos días del comercio abierto? Podrían serlo.

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