¿Los últimos días del libre mercado?
Washington— ¿Saben qué? Si Trump fuera presidente, podría adoptar su nuevo programa comercial sin autorización del Congreso, lo que podría desencadenar una guerra comercial global y una profunda recesión en Estados Unidos. Las políticas que prometen fortalecernos económicamente podrían lograr exactamente lo contrario.
Ésa es la principal conclusión de un estudio realizado por el Peterson Institute, un centro de investigaciones de Washington, sobre las políticas comerciales de Donald Trump y Hillary Clinton. Ambos candidatos se oponen al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), y Trump defiende políticas anticomerciales más severas: altos aranceles para México (35 por ciento) y China (45 por ciento), así como también el posible abandono de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
No es de sorprender que Peterson, cuyo sesgo a favor del libre comercio no es un secreto, deplore esas propuestas. Que el Congreso no ratificara el TPP sería una gran metedura de pata, escribe el economista Marcus Noland. Representaría una retirada de una posición de liderazgo en Asia, cediendo ‘a China el liderazgo en establecer las reglas del comercio’ para la región. ‘La influencia económica de China (crecería) a expensas de’ la de Estados Unidos. El TTP elimina la mayoría de los aranceles entre los 12 países miembros y establece algunas reglas para empresas que son propiedad del estado y para algunas otras áreas del comercio internacional.
La conclusión más asombrosa del estudio es que Trump podría implementar la mayoría de sus propuestas, que repudian décadas de políticas pro comerciales, por una orden ejecutiva. Eso es lo que afirma Gary Hufbauer, después de examinar las leyes comerciales. En el curso del siglo pasado, dice Hufbauer, el Congreso aprobó muchas leyes que ‘autorizan al presidente a imponer aranceles o cuotas sobre las importaciones’. Esas leyes proporcionan amplios precedentes para medidas presidenciales independientes, dice Hufbauer.
Algunas de esas leyes son la Ley de Comerciar con el Enemigo de 1917, la Ley de Acuerdos Comerciales Recíprocos de 1934, la Ley de Expansión Comercial de 1962, la Ley Comercial de 1974 y la Ley de Facultades Económicas para Casos de Emergencia Internacional de 1977. Hasta el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica permite que sus miembros (Estados Unidos, Canadá y México) se retiren con un aviso de seis meses. Hay estipulaciones parecidas en otros tratados de libre comercio firmados por Estados Unidos con 18 países, entre ellos Colombia y Corea del Sur. Trump dijo que podría retirarse de ellos, si no pueden renegociarse satisfactoriamente.
Por supuesto, todas las bravatas de Trump quizás sean una simple artimaña para mejorar su posición de negociación con otros países. También es probable que sus adversarios internos –los grandes exportadores agrícolas e industriales– se apresuren a los tribunales, en busca de una orden judicial temporaria, mientras la resolución de un juicio esté pendiente. Supuestamente, sostendrían que el Congreso había delegado detalles de la política comercial al presidente, pero no cambios fundamentales en esa política.
Aun así, Hufbauer duda de que se pudiera persuadir a los jueces. Piensa que actuarían contra el presidente sólo si la Casa Blanca perdiera un juicio. Un juicio podría llevar uno o dos años, dando a Trump un largo período de libertad para perseguir sus políticas.
Si Trump eleva los aranceles para México y China, esos países tomarán represalias, y eso podría desencadenar una guerra comercial global a toda escala, sostiene el estudio de Peterson. Incluso suponiendo que Trump no adopte otras medidas extremas (abandonar la OMC o derogar otros acuerdos de libre comercio), el resultado será una severa recesión, calcula un modelo económico utilizado por Peterson. El comercio y las inversiones declinarán. El desempleo se elevará a un 8.6 por ciento en 2020.
En realidad, nadie sabe lo que sucederá. Pero casi sin duda será algo desfavorable. En el curso de décadas, la expansión del comercio fue el motor de crecimiento económico para la economía mundial. Trump parece suponer que si puede reducir el déficit comercial, estará defendiendo los puestos de trabajo norteamericanos y estimulando el crecimiento económico de Estados Unidos. Con un déficit comercial de 500 mil millones de dólares en 2015, parece haber mucho espacio para mejorar.
Aunque parece lógico, en realidad es al revés. Cuando la economía norteamericana crece rápidamente, el déficit comercial se eleva (porque las importaciones aumentan) y la tasa de desempleo cae (porque los compradores también compran artículos y servicios nacionales). En cambio, cuando la economía cae en una recesión, el déficit comercial cae (porque los norteamericanos compran menos importaciones) y el desempleo aumenta (porque el consumo también se debilita). No es de sorprender que la Gran Recesión causara una enorme caída del déficit comercial. En 2009, era de 384 mil millones de dólares, mientras que en 2006 era de 762 mil millones de dólares.
Si Trump se sale con la suya, algunas fábricas en el exterior podrían volver a Estados Unidos y a otros países de origen. Pero el efecto mucho mayor será comercio e inversiones globales más débiles. Una guerra comercial que destruyera el apoyo político para el comercio global sería un hito. Porque las empresas no sabrían dónde comprar y vender en forma rentable, retrasarían las inversiones hasta que el panorama se clarificara. Eso podría representar mucho tiempo.
¿Son estos los últimos días del comercio abierto? Podrían serlo.