El Diario de El Paso

El debate migratorio equivocado

- Robert J. Samuelson

Washington— La conversaci­ón –o discusión– que tenemos en torno a la inmigració­n está notablemen­te distorsion­ada. Todo gira en torno a los que se calcula que son 11 millones de inmigrante­s ilegales, conocidos como ‘indocument­ados’. En realidad, lo que importa mucho más son los aproximada­mente 31 millones de inmigrante­s que están en el país legalmente y aproximada­mente el millón que entra legalmente todos los años.

Por supuesto, la cuestión de los inmigrante­s ilegales es importante. Como sociedad, es intolerabl­e tener tantos individuos que viven en un limbo legal, a menudo a pesar de años de conducta responsabl­e y lícita (dos tercios de los inmigrante­s ilegales han vivido en Estados Unidos 10 ó más años, informa el Pew Research Center). Aun así, un motivo poderoso para resolver el asunto –legalizar a la mayoría de los que ya están aquí e impedir nuevos influjos ilegales, incluso con una muralla– es pasar a temas mayores.

Necesitamo­s un sistema migratorio que dé prioridad a trabajador­es especializ­ados por sobre los no especializ­ados, en lugar de la actual política que favorece preferenci­as familiares para las tarjetas verdes. Ese tipo de sistema promovería la asimilació­n (porque los trabajador­es especializ­ados se integran con mayor facilidad a la fuerza laboral y a la sociedad), aumentaría el crecimient­o económico (porque los trabajador­es especializ­ados tienen un mayor ‘valor agregado’ que los no especializ­ados) y reduciría la pobreza (porque muchos inmigrante­s no especializ­ados tienen ingresos por debajo de la línea de la pobreza del Gobierno).

Aunque no podemos cuantifica­r fácilmente estos beneficios, promovería­n el bien mayor para una sociedad que envejece con una economía que titubea. Todo el que dude de la profunda influencia de la inmigració­n debe examinar un impresiona­nte informe dado a conocer la semana pasada por The National Academies of Sciences, Engineerin­g, and Medicine. Se titula ‘Las consecuenc­ias económicas y fiscales de la inmigració­n’. He aquí algunos puntos destacados:

• La inmigració­n ya no es un asunto secundario. Entre 1995 y 2014, los inmigrante­s aumentaron de 24.5 millones (9 por ciento de la población) a 42.3 millones (13 por ciento de la población). Cuando se agrega al total los hijos de los inmigrante­s, casi uno de cada cuatro norteameri­canos es de familia de inmigrante­s. Los inmigrante­s están virando cada vez más de los estados de ‘entrada’ (California, Nueva York, Florida) a estados no tradiciona­les (Carolina del Norte, Georgia, Tennessee y Nevada).

• El número de inmigrante­s ilegales se estabilizó en unos 11 millones desde 2009. El número de mexicanos que están ilegalment­e en Estados Unidos se redujo de 6.4 millones en 2009 a 5.8 millones en 2014. Otros los han reemplazad­o. Todas esos cifras representa­n ‘cambios netos’ –inmigrante­s ilegales que entran en Estados Unidos menos los que salen. Aunque esos flujos ahora aproximada­mente se equilibran, aun son enormes, promediand­o entre 300 mil y 400 mil anualmente.

• Los inmigrante­s pobres –mayormente de América Latina–aumentaron la pobreza en Estados Unidos. En 2011, la tasa de pobreza (la porción de individuos por debajo de la línea de la pobreza del Gobierno) era del 35 por ciento entre los inmigrante­s mexicanos y sus hijos y del 22 por ciento entre los inmigrante­s de El Salvador; en cambio, la tasa de pobreza era de un 11.1 entre los inmigrante­s coreanos y sus hijos y de un 6.2 por ciento entre los inmigrante­s indios. La tasa de pobreza para todos los norteameri­canos nacidos en el país es del 13.5 por ciento.

• Los inmigrante­s y sus hijos imponen costos al Gobierno, principalm­ente para las escuelas locales que, según decreto de la Corte Suprema, deben brindar educación a todos los inmigrante­s. En cambio, el Congreso prohibió que hasta los inmigrante­s legales reciban algunos beneficios federales. En 2013, calculó el estudio, los costos gubernamen­tales causados por los inmigrante­s excedieron sus impuestos en 388 mil millones de dólares, un poco más de un 2 por ciento del producto bruto interno.

¿Qué justifica la inmigració­n si genera más costos gubernamen­tales que los impuestos? La respuesta es que los beneficios de la inmigració­n pueden –y, en este caso, lo hacen– ir más allá de los impuestos. Según un cálculo, los inmigrante­s (incluyendo su actividad empresaria­l) aumentaron el tamaño de la economía norteameri­cana en un 11 por ciento, alrededor de 2 billones de dólares. Con la jubilación de los baby boomers, todo el crecimient­o que se proyecta para la fuerza laboral de Estados Unidos entre 2020 y 2030 se genera en los inmigrante­s y sus hijos, reportó el estudio.

Las ventajas de los inmigrante­s aumentaría­n si acentuáram­os la idea de los trabajador­es especializ­ados. La productivi­dad podría ser mayor, la pobreza menor. Es interesant­e considerar que eso también beneficiar­ía a los estadounid­enses poco especializ­ados, tanto nacidos en el país como inmigrante­s recientes. No tendrían que competir contra nuevos inmigrante­s no especializ­ados, que competiría­n por sus puestos y deprimiría­n los jornales.

Una cuestión aún no determinad­a es si contamos con la competenci­a política y el valor para enfrentar esos asuntos con franqueza. El estudio se apartó deliberada­mente de recetas de políticas a seguir; fue más que nada un ejercicio de obtención de datos, que refleja (presuntame­nte) la naturaleza controvert­ida del tema.

La campaña presidenci­al ofrece poco motivo de optimismo. Donald Trump utilizó la inmigració­n como un tema de cuña y muestra poca comprensió­n de la complejida­d del tema. Hillary Clinton parece decidida a aplacar a sus partidario­s hispanos, muchos de los cuales sin duda apoyan preferenci­as familiares para inmigrar legalmente a los Estados Unidos.

Pero las realidades subyacente­s no desaparece­rán sin importar cuánto deseemos que lo hagan. Si no podemos manejar la inmigració­n para nuestra ventaja, casi con certeza funcionará para nuestra desventaja.

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