El bravucón de séptimo grado quiere ser presidente
Nueva York— Donald Trump desplegó una excelente versión de la miradita seria en el debate presidencial. Muchos de nosotros, hombres, estamos familiarizados con esta expresión, porque la practicamos a los 13 años de edad con la esperanza de que impresionaría a las chicas. No lo hace, y la superamos… cuando menos la mayoría.
Hillary Clinton lleva una sonrisa paciente, la expresión de cada mujer que ha suprimido calmadamente la irritación mientras era arengada por un patán con respecto a temas de los que él nada sabe. Es triste que las mujeres nunca tengan la oportunidad de retirar esta expresión porque se requiere de manera constante, o eso me dice mi esposa.
Lo emocionante es que la patanería de Trump pudiera estarlo alcanzando.
Trump ha promovido políticas que son confusas o no tienen sentido alguno –deportar a 11 millones de inmigrantes sin autorización de manera masiva, prohibir la entrada de musulmanes a Estados Unidos, socavar a la OTAN, abatir impuestos para milmillonarios al tiempo que se aumentan para padres solteros, capitular a Rusia con respecto a Crimea–, pero incluso así no lo meten en profundas complicaciones políticas. Más bien, su vulnerabilidad parece ser algo más elemental: es un patán.
En particular, es un patán hacia las mujeres; tendencia que demostró de manera prominente durante el debate del lunes. Trump interrumpió a Clinton 51 veces, con base en el conteo de Vox (ella lo interrumpió a él 17 veces).
Trump parece ajeno a su propia rusticidad. Cuando Clinton lo desafió por tildar a mujeres de cerdas, guarras y perras, él se defendió diciendo que Rosie O’Donnell ‘lo merece’. Cuando Clinton reprochó a Trump por haber degradado a una Miss Universo, Alicia Machado, a causa de su peso, Trump servicialmente fue al noticiario de Fox para satanizar a Machado de nuevo por haber aumentado ‘una cantidad masiva de peso’.
Esta crudeza no es nada nuevo para Trump, por supuesto. Pocos comentarios podrían ser más despreciativos que uno ofrecido por Trump en 2005, cuando Howard Stern le preguntó si él permanecería al lado de su esposa, Melania, si ella sufriera un horrible accidente automovilístico y quedara con 100 puntadas en la cara, una llaga supurante en el ojo izquierdo y un pie destrozado. ¿Cuál fue la primera respuesta de Trump en automático?: ‘¿cómo quedaron los pechos?’ (Posteriormente, él efectivamente dijo que se quedaría a su lado.)
Algo con respecto a Trump es paradigmático del tipo de joven del séptimo grado más atroz: Los alardes sobre no haber hecho la tarea, el hábito de culpar a terceros cuando las cosas salen mal, la propensión a exagerar todo hasta lo mejor de la historia, la jactancia para enmascarar inseguridad con respecto al tamaño de las manos o genitales, los mordaces ninguneos de terceros, la holgazanería, el ensimismamiento, el narcisismo, la falta de empatía… así como la inmadurez que reduce a una mujer a sus pechos.
De acuerdo, ahora acabo de insultar a jóvenes de 13 años de edad comparándolos con el hombre que pudiera convertirse en nuestro próximo presidente. Lo siento niños, ¡la mayoría de ustedes son mucho mejores que eso!
Trump es pueril no sólo cuando de género se trata. Todo parece indicar que él también hace alarde sobre los aspectos con que puede salirse con la suya, como no pagar impuestos.
Cuando Clinton notó en el debate que él no había pagado un solo impuesto federal sobre la renta durante al menos un par de años, Trump respondió: ‘¡Eso me hace inteligente!’ Todo parece indicar que él cree que la gente que paga impuestos es tonta… lo cual es irritante para todos nosotros que sí pagamos impuestos y nos encantaría echarle una mirada a sus declaraciones fiscales.
Uno de los comerciales más efectivos en contra de Trump pone de relieve su insensibilidad, conforme él se burla de un periodista discapacitado la madre de un niña discapacitada dice: ‘Todos los niños en la escuela de Grace saben que nunca deben burlarse de ella, así que el hecho de que un adulto se burle de alguien con una discapacidad es perturbador’.
Otro poderoso comercial describe a niñas estudiándose frente al espejo mientras Trump es oído ridiculizando a mujeres por su apariencia. El texto en la pantalla pregunta: ‘¿Es éste el presidente que nosotros queremos para nuestras hijas?’
Por supuesto, incluso si Trump actúa como un jovencito de secundaria, sus políticas serían las de un adulto peligroso; además, me gustaría que el debate estuviera más centrado en esas propuestas sustanciales. Los comentarios de Trump pudieran ser brutales, pero sus políticas lo serían infinitamente más.
Si sólo sus opiniones trogloditas sobre género pudieran ser un trampolín para discutir temas de la mujer que rara vez son explorados, como la violencia doméstica que impacta a una de cada cuatro mujeres, o el tráfico humano, que canaliza aproximadamente a 10 mil estadounidenses menores de edad al tráfico sexual cada año. Una ventaja de más mujeres en la vida pública debería ser mayor escrutinio sobre las brechas salariales, así como mayor atención a la necesidad de cuidado diurno de alta calidad.
Sin embargo, si el tendón de Aquiles de Trump termina siendo no sus zafias políticas sino más bien sus modos groseros, que así sea. Existen importantes razones estratégicas para vacilar ante el pensamiento de Trump en la Casa Blanca, pero los electores quizá se encojan incluso más ante su conducta personal: encontramos suficientes patanes ya en la vida cotidiana, así que ¿por qué querríamos uno como nuestro jefe de Estado?
La escuela secundaria es la desgarradora etapa selvática de la vida a través de la cual todos debemos esforzarnos por cruzar. ¿Por qué nos someteríamos a un ‘líder’ que está permanentemente en el séptimo grado?