Texanos, dispuestos a dar apoyo a refugiados
Austin – En el transcurso del último año los funcionarios estatales electos de primer nivel no han dado precisamente la bienvenida a los refugiados.
El procurador general Ken Paxton está demandando al gobierno federal con el propósito de impedir que se establezcan aquí las personas que huyen de una Siria devastada por la guerra. El comisionado de Agricultura Sid Miller comparó a los refugiados con venenosas víboras de cascabel.
Y la semana pasada, el gobernador Greg Abbott amenazó con suspender la cooperación del estado en el programa federal de reubicación de refugiados a menos que los funcionarios de Washington “aprueben incondicionalmente” el plan de Texas según el cual se exige una investigación extra sobre los solicitantes. Dicha medida no impediría el arribo de refugiados a la entidad, pero eliminaría la intervención del gobierno estatal.
Sin embargo, al parecer los texanos comunes y corrientes están más dispuestos a ayudar a los refugiados procedentes de Siria y de otros lugares a iniciar su nueva vida en el Estado de la Estrella Solitaria.
Asociaciones sin fines de lucro que reubican refugiados señalan haberse aumentado el número de voluntarios —en ciertos casos de manera dramática— desde la primera vez que los republicanos texanos sugirieron que los refugiados representaban un peligro para la seguridad.
“Se trata de uno de esos raros temas en los que la gente está unida de corazón en el apoyo hacia los refugiados”, dijo Chris Kelley, vocero de Servicios para Refugiados de Texas, la mayor organización estatal de reubicación, con oficinas en cinco ciudades distintas. “Y creo que ve más allá de la retórica”, señaló.
Kelley agregó que el 1º de noviembre del año pasado, poco antes de que los líderes estatales empezaran a intentar mantener fuera a los refugiados sirios, la asociación a la que pertenece tenía alrededor de 100 nombres en su lista de voluntarios en Austin.
Desde entonces la cifra se ha disparado a más de mil 400.
El capítulo de Austin cuenta con 30 “equipos de bienvenida”, los voluntarios que recogen en el aeropuerto a los refugiados recién llegados, acondicionan sus apartamentos, los ayudan a desplazarse por la ciudad y asisten de otras maneras.
A finales del 2015 los equipos sólo ascendían a 14.
En sus otras sedes —en Amarillo, Dallas, Fort Worth y Houston— la asociación sin fines de lucro señala haberse registrado un aumento de voluntarios del 30 al 50 por ciento en el mismo lapso.
El nuevo interés se ha dado en olas, dijo Kelly, como durante noviembre, inmediatamente después de que Abbott anunciara que “Texas no puede participar en ningún programa que dé como resultado refugiados sirios”.
El crecimiento no se limita a dicha organización. Funcionarios de Ministerios Interreligiosos para Houston y sus Alrededores reportan estar viendo mes a mes un mayor número de voluntarios.
En julio el grupo acaba de entrenar a siete voluntarios pero en septiembre tuvo 21 nuevos y espera 35 más en octubre. Mientras tanto, en el transcurso del último año las donaciones para los servicios han aumentado a más del doble.
Buena parte de los voluntarios proceden de comunidades religiosas, habiendo sido muchos conmovidos por las imágenes de la vida en Siria, país destruido por una guerra civil que, según ciertos cálculos, ha dejado un saldo de 500 mil muertos y obligado a huir a millones de personas.
El mes pasado se difundió una fotografía tomada en Aleppo: un menor de cinco años sentado con la mirada en blanco y ensangrentado a quien habían sacado de un edificio bombardeado.
En septiembre del año pasado se dio a conocer otra: el cuerpo sin vida de un refugiado sirio de tres años arrastrado por las olas hasta una playa turca. Fue lo que motivó a Ann Brown a colaborar con Servicios para Refugiados de Texas.
“Lo vi en las noticias, y simplemente pensé que teníamos que hacer algo”, explicó Brown, quien como miembro de la comunidad de la Iglesia Presbiteriana de la Alianza ha ayudado a establecerse en Austin a cinco familias refugiadas. Una de dichas familias había huido de Siria.