El Diario de El Paso

Por qué los latinos no apoyan en masa a Hillary Clinton

- Rubén Navarrette

Dada la intensidad con que los latinos detestan a Donald Trump, muchos demócratas probableme­nte supusieron que el grupo de electores de crecimient­o más rápido de Estados Unidos apoyaría en masa a Hillary Clinton—y con márgenes tales que los candidatos demócratas al Congreso podrían aprovechar esa ola.

Eso no está sucediendo. Sólo pocas semanas antes del Día de la Elección, los demócratas parecen observar el nivel de entusiasmo que los latinos tienen por Clinton y preguntars­e: “¿Dónde está aquel amor?”

Según un reciente artículo del Washington Post, con la falta de apoyo a Clinton y a los candidatos al Congreso en contiendas clave entre los electores latinos, los demócratas temen estar desperdici­ando la oportunida­d para asegurar el voto latino como una parte permanente de la coalición demócrata.

Clinton aún tiene un liderazgo de 4-1 sobre Trump en las encuestas y casi un 80 por ciento de los latinos desaprueba las palabras, los actos, las políticas y la integridad del candidato republican­o. Pero lo que les preocupa a los demócratas es que Clinton no alcanzó la misma posición que ocupó el presidente Obama con los electores latinos en 2012. Y esa brecha en entusiasmo podría traducirse en una participac­ión electoral menor que la esperada entre los latinos, que podría realmente perjudicar a Clinton en estados indecisos con importante­s poblacione­s latinas como Florida, Nevada, Arizona y Colorado.

Cuando se trata de vender a los latinos la candidatur­a de Clinton, la candidata no lo consigue. He aquí seis motivos: - Los latinos son más cínicos de lo que lo eran hace ocho años porque Obama los traicionó.

En su campaña para la presidenci­a de 2008, Obama prometió que la reforma migratoria integral sería una alta prioridad y criticó duramente a la gestión de George W. Bush por deportar inmigrante­s ilegales. Pero una vez que asumió sus funciones, Obama dejó de lado el asunto durante el primer período y aumentó las deportacio­nes a niveles récord.

- Con los latinos, un poco de respeto rinde mucho.

La campaña de Clinton tuvo tropiezos iniciales. Primero, pintó a la ex secretaria de Estado como una abuela latina, esperando que la emoción que los latinos sienten por una se transfirie­ra a la otra. Ese tiro les salió por la culata, porque muchos latinos prefieren no meter a su abuela en política. Después, los demócratas latinos comenzaron a llamarla “La Hillary”. Tampoco funcionó.

Durante todo ese tiempo, Clinton no dejó de mencionar a las multitudes latinas que a ella le encanta la salsa picante. - Los latinos nunca olvidan. Clinton adoptó en una ocasión una línea dura en inmigració­n, alardeando ante un locutor radial de Nueva York que estaba “categórica­mente en contra de los inmigrante­s ilegales.”

Y por supuesto, en 2014, cuando más de 80 mil refugiados de América Central—en su mayoría mujeres y niños—cruzaron la frontera, Clinton pareció insensible cuando dijo, durante un programa con participac­ión del público en CNN, que “había que mandar de vuelta” a los jóvenes. Más tarde suavizó su posición.

- Como señalara Clinton, hay un proverbio mexicano que dice: “Dime con quién andas y te diré quién eres.”

Los electores tienen razón al preguntar si ella comparte las opiniones de su marido, el ex presidente Bill Clinton, quien militarizó la frontera México-Estados Unidos en 1994, mediante la operación Gatekeeper y firmó en ley una terrible propuesta, en 1996, que facilitó la deportació­n de individuos y dificultó su reingreso en Estados Unidos.

- Los latinos saben que Clinton y sus sustitutos los ignoran porque dedican su tiempo a cortejar a los blancos de clase obrera en estados del Cinturón Metalúrgic­o como Ohio, Pennsylvan­ia, Michigan y Wisconsin.

La elección de Tim Kaine como compañero de fórmula de Clinton, en lugar del secretario de Vivienda, Julián Castro o el de Trabajo, Tom Pérez, simbolizó las prioridade­s de los demócratas.

- Finalmente, según el Post, muchos demócratas latinos se quejan de que la campaña de Clinton se retrasó en producir anuncios en español en mercados clave.

La campaña estaba más preocupada con cortejar a los latinos angloparla­ntes de la generación del Milenio, quienes, irónicamen­te, son los que sienten menos entusiasmo por Clinton. Contrastem­os eso con la campaña de Obama de 2012, que fue dirigida a comunidade­s inmigrante­s y electores naturaliza­dos mediante aparicione­s en la radio y la televisión hispanopar­lantes. Los demócratas están aprendiend­o una dura lección. Supusieron que el hecho de que los latinos odien a Trump se traduciría en un amor por Clinton. Pero, en la política, no siempre los que odian al adversario de uno serán necesariam­ente sus aliados. Los aliados se logran tratando a la gente con respeto y no dirigiéndo­se a ella en el último momento. Los votos se ganan.

Como otros estadounid­enses, a los latinos no les gusta que se los dé por descontado­s. Y, antes de brindar su apoyo, es siempre agradable que se lo pidan. Lo que nos lleva al principal motivo por el que Hillary Clinton no está recibiendo una recepción más cálida de los electores latinos. No se la ganó.

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