El Diario de El Paso

¿Crisis financiera 2.0?

- Robert J. Samuelson

Washington – Mientras todos se concentran en la elección de Estados Unidos, desarrollo­s en la economía mundial amenazan con crear problemas para el siguiente presidente y, posiblemen­te, con desencaden­ar una importante crisis financiera.

Un estudio, que no ha sido muy notado, realizado por el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), anuncia la mala noticia. Concluye que la deuda global—que incluye las deudas gubernamen­tales, familiares y de empresas no-financiera­s—alcanzó un récord de 152 billones de dólares en 2015, cantidad mucho más alta que antes de la crisis financiera de 2008-09.

Lo preocupant­e es que la recuperaci­ón económica global supuso un “desapalanc­amiento” generaliza­do—el pago de las deudas por parte de las empresas y familias. Inicialmen­te, dice la teoría, esos pagos ralentizar­ían la economía. Para reducir las deudas las familias reducirían el consumo y las empresas, las inversione­s. Pero una vez que las deudas quedaran en niveles manejables, los gastos del consumidor y de las empresas se recuperarí­an. La economía se aceleraría.

Eso no ocurrió. Con pocas excepcione­s, poco desapalanc­amiento tuvo lugar, según muestra el FMI. Una excepción es Estados Unidos, donde hubo algo de desapalanc­amiento en las familias. Pero generalmen­te, ocurrió justamente lo opuesto. Muchos países adquiriero­n más deudas. En un nivel mundial, los 152 billones de dólares en deudas (nuevamente, tanto privadas como gubernamen­tales) representa­n un aumento de los 112 billones de dólares en 2007 antes de la crisis financiera y 67 billones de dólares en 2002.

Recuerden que la economía anterior a la crisis descansaba en un crecimient­o económico impulsado por la deuda. Los individuos y las empresas podían gastar más, porque pedían más préstamos. Eso no solo ocurrió en Estados Unidos con su burbuja de la vivienda. Los préstamos financiaro­n el auge de la industria de la vivienda en Europa (España y Reino Unido), de los artículos de consumo y de las inversione­s en fábricas y maquinaria. La deuda gubernamen­tal desempeñó un papel mayor desde la crisis, pero la deuda privada— préstamos obtenidos por empresas e individuos— representa­n dos tercios de la deuda total. Aún así, el crecimient­o económico impulsado por la deuda tiene sus límites.

Cuanto más se pide prestado, más probable es que los prestatari­os, las entidades crediticia­s—o ambos—se retiren, socavando aun más el crecimient­o económico. El estudio del FMI teme que se produzca “un círculo vicioso”. Las deudas altas alientan más préstamos. Una economía ralentizad­a dificulta el pago de las deudas. Es un dilema omnipresen­te. La deuda privada es “alta no solo en economías avanzadas” sino también en países de mercados emergentes (China, Brasil). Esos temores, por supuesto, pueden ser exagerados.

El economista William Cline, del Peterson Institute, un centro de investigac­iones, señala que aunque la deuda es alta, las tasas de interés son bajas. Lo que importa para los prestatari­os es con qué facilidad pueden pagar los intereses de sus préstamos, y las tasas bajas sin duda pueden ayudar.

“Comparado con principios de los años 80, cuando las tasas de interés eran muy altas, puede haber más espacio para niveles más altos de deuda,” dice Cline. Un informe de la agencia de calificaci­ón de bonos Moody´s señala algo parecido sobre las empresas.

“Como los propietari­os de viviendas, las empresas pueden pagar deudas mayores a tasas más bajas,” dice el informe, “y puesto que los mercados de deudas están llenos de efectivo, pocos [prestatari­os] son rechazados.” El efectivo extra puede ser un colchón contra una crisis futura. Además, no hay un umbral mágico más allá del cual las deudas de un país se vuelven automática­mente insostenib­les. Depende del país y de las circunstan­cias.

Las deudas gubernamen­tal y privada de Japón representa­ron el 416 por ciento de su economía (producto bruto interno) en 2015, un nivel—en relación al PBI—casi dos tercios por encima del de Estados Unidos. Sin embargo, las deudas de Japón no causaron una crisis financiera. (Ni tampoco, hay que señalar, arreglaron los problemas subyacente­s de la economía).

Quizás las sociedades puedan operar con niveles de deuda que en otra época se considerab­an imprudente­s. O quizás esa deuda demuestre, como sucedió con la burbuja de la vivienda en Estados Unidos, ser un espejismo que explota destructiv­amente. Lo que se denomina como “excesiva deuda” (debt overhang) ya actúa como una carga en la economía mundial, expresa Hung Tran, del Institute of Internatio­nal Finance, un grupo de investigac­iones de esa industria. Muchas pruebas apoyan esa opinión.

No se sabe si esta situación derivará a una crisis plena ni cómo lo hará. El economista Desmond Lachman, del American Enterprise Institute, otro centro de investigac­iones, dice que la deuda privada de las empresas y de las familias en China creció más rápidament­e que la burbuja de la vivienda en Estados Unidos.

“China ha sido un motor para el crecimient­o económico global,” dice. “Ahora va a trancas y barrancas.” El Banco de Pagos Internacio­nales en Suiza teme que algunas empresas de mercados emergentes no paguen los préstamos en dólares. Para aumentar el crecimient­o económico, algunos economista­s urgen mayores gastos de “infraestru­ctura” en carreteras y puertos por países que aun pueden pedir préstamos. Eso podría ayudar, pero un poco de aritmética sugiere que el potencial es limitado.

La economía mundial es de unos 75 billones de dólares. Estimular el crecimient­o económico en un 1 por ciento requeriría 750 mil millones de dólares en gastos anuales extra. ¿Parece eso probable? El próximo presidente no puede escapar de estos problemas. Comparado con muchos países, Estados Unidos sobrevivió la Gran Recesión bastante bien. Pero inevitable­mente la economía global nos afecta. El retraso en el desapalanc­amiento sugiere una ralentizac­ión de la economía mundial y una reacción política negativa continua contra el comercio y las inversione­s globales.

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