¿Crisis financiera 2.0?
Washington – Mientras todos se concentran en la elección de Estados Unidos, desarrollos en la economía mundial amenazan con crear problemas para el siguiente presidente y, posiblemente, con desencadenar una importante crisis financiera.
Un estudio, que no ha sido muy notado, realizado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), anuncia la mala noticia. Concluye que la deuda global—que incluye las deudas gubernamentales, familiares y de empresas no-financieras—alcanzó un récord de 152 billones de dólares en 2015, cantidad mucho más alta que antes de la crisis financiera de 2008-09.
Lo preocupante es que la recuperación económica global supuso un “desapalancamiento” generalizado—el pago de las deudas por parte de las empresas y familias. Inicialmente, dice la teoría, esos pagos ralentizarían la economía. Para reducir las deudas las familias reducirían el consumo y las empresas, las inversiones. Pero una vez que las deudas quedaran en niveles manejables, los gastos del consumidor y de las empresas se recuperarían. La economía se aceleraría.
Eso no ocurrió. Con pocas excepciones, poco desapalancamiento tuvo lugar, según muestra el FMI. Una excepción es Estados Unidos, donde hubo algo de desapalancamiento en las familias. Pero generalmente, ocurrió justamente lo opuesto. Muchos países adquirieron más deudas. En un nivel mundial, los 152 billones de dólares en deudas (nuevamente, tanto privadas como gubernamentales) representan un aumento de los 112 billones de dólares en 2007 antes de la crisis financiera y 67 billones de dólares en 2002.
Recuerden que la economía anterior a la crisis descansaba en un crecimiento económico impulsado por la deuda. Los individuos y las empresas podían gastar más, porque pedían más préstamos. Eso no solo ocurrió en Estados Unidos con su burbuja de la vivienda. Los préstamos financiaron el auge de la industria de la vivienda en Europa (España y Reino Unido), de los artículos de consumo y de las inversiones en fábricas y maquinaria. La deuda gubernamental desempeñó un papel mayor desde la crisis, pero la deuda privada— préstamos obtenidos por empresas e individuos— representan dos tercios de la deuda total. Aún así, el crecimiento económico impulsado por la deuda tiene sus límites.
Cuanto más se pide prestado, más probable es que los prestatarios, las entidades crediticias—o ambos—se retiren, socavando aun más el crecimiento económico. El estudio del FMI teme que se produzca “un círculo vicioso”. Las deudas altas alientan más préstamos. Una economía ralentizada dificulta el pago de las deudas. Es un dilema omnipresente. La deuda privada es “alta no solo en economías avanzadas” sino también en países de mercados emergentes (China, Brasil). Esos temores, por supuesto, pueden ser exagerados.
El economista William Cline, del Peterson Institute, un centro de investigaciones, señala que aunque la deuda es alta, las tasas de interés son bajas. Lo que importa para los prestatarios es con qué facilidad pueden pagar los intereses de sus préstamos, y las tasas bajas sin duda pueden ayudar.
“Comparado con principios de los años 80, cuando las tasas de interés eran muy altas, puede haber más espacio para niveles más altos de deuda,” dice Cline. Un informe de la agencia de calificación de bonos Moody´s señala algo parecido sobre las empresas.
“Como los propietarios de viviendas, las empresas pueden pagar deudas mayores a tasas más bajas,” dice el informe, “y puesto que los mercados de deudas están llenos de efectivo, pocos [prestatarios] son rechazados.” El efectivo extra puede ser un colchón contra una crisis futura. Además, no hay un umbral mágico más allá del cual las deudas de un país se vuelven automáticamente insostenibles. Depende del país y de las circunstancias.
Las deudas gubernamental y privada de Japón representaron el 416 por ciento de su economía (producto bruto interno) en 2015, un nivel—en relación al PBI—casi dos tercios por encima del de Estados Unidos. Sin embargo, las deudas de Japón no causaron una crisis financiera. (Ni tampoco, hay que señalar, arreglaron los problemas subyacentes de la economía).
Quizás las sociedades puedan operar con niveles de deuda que en otra época se consideraban imprudentes. O quizás esa deuda demuestre, como sucedió con la burbuja de la vivienda en Estados Unidos, ser un espejismo que explota destructivamente. Lo que se denomina como “excesiva deuda” (debt overhang) ya actúa como una carga en la economía mundial, expresa Hung Tran, del Institute of International Finance, un grupo de investigaciones de esa industria. Muchas pruebas apoyan esa opinión.
No se sabe si esta situación derivará a una crisis plena ni cómo lo hará. El economista Desmond Lachman, del American Enterprise Institute, otro centro de investigaciones, dice que la deuda privada de las empresas y de las familias en China creció más rápidamente que la burbuja de la vivienda en Estados Unidos.
“China ha sido un motor para el crecimiento económico global,” dice. “Ahora va a trancas y barrancas.” El Banco de Pagos Internacionales en Suiza teme que algunas empresas de mercados emergentes no paguen los préstamos en dólares. Para aumentar el crecimiento económico, algunos economistas urgen mayores gastos de “infraestructura” en carreteras y puertos por países que aun pueden pedir préstamos. Eso podría ayudar, pero un poco de aritmética sugiere que el potencial es limitado.
La economía mundial es de unos 75 billones de dólares. Estimular el crecimiento económico en un 1 por ciento requeriría 750 mil millones de dólares en gastos anuales extra. ¿Parece eso probable? El próximo presidente no puede escapar de estos problemas. Comparado con muchos países, Estados Unidos sobrevivió la Gran Recesión bastante bien. Pero inevitablemente la economía global nos afecta. El retraso en el desapalancamiento sugiere una ralentización de la economía mundial y una reacción política negativa continua contra el comercio y las inversiones globales.