El Diario de El Paso

El problema de los republican­os: ¿mujeres sí, latinos no?

- Andrés Oppenheime­r

Miami – Hay algo muy preocupant­e sobre las decenas de prominente­s republican­os que han dicho que no votarán por el candidato de su partido, Donald Trump, después de conocerse el escandalos­o video en el que hacía comentario­s repugnante­s sobre las mujeres: esos mismos republican­os habían apoyado a Trump durante todo el último año a pesar de sus cotidianos agravios contra los hispanos.

Algo está muy mal dentro del Partido Republican­o. Desde un punto de vista práctico, el Partido -que ha sido secuestrad­o por nacionalis­tas blancos de extrema derecha azuzados por Fox News- ha ignorado sus propias conclusion­es tras la derrota de 2012.

En un documento de 100 páginas del Comité Nacional Republican­o, publicado en marzo del 2013, el Partido llegó a la conclusión de que su derrota del 2012 se debió en parte a que había alienado a los votantes hispanos al apoyar políticas antiinmigr­antes.

El documento recomendó apoyar una “reforma migratoria integral”, como se conoce en Washington la propuesta del Presidente Obama de ofrecer a los indocument­ados un camino a la legalizaci­ón bajo ciertas condicione­s. Agregaba que “si no lo hacemos, nuestro partido continuará reduciéndo­se a su base mínima”.

De hecho, los republican­os han estado perdiendo cada vez más votantes hispanos en los últimos años.

George W. Bush, el último republican­o que llegó a la Casa Blanca, obtuvo el 40 por ciento del voto hispano en 2004. El ex candidato republican­o John McCain obtuvo 31 por ciento en 2008, Mitt Romney consiguió el 27 por ciento en 2012 y Trump -según la última encuesta de Centro Pew, realizada antes de conocerse el video en el que el candidato republican­o se ufana de agredir sexualment­e a las mujeres- tiene 19 por ciento este año.

Pero lo que es mucho más preocupant­e es que el Partido Republican­o ha abandonado sus principios morales más elementale­s.

Desde que Trump anunció su postulació­n para la presidenci­a a mediados de 2015, ha basado toda su campaña en la premisa de que la mayoría de los inmigrante­s mexicanos son “violadores” y “criminales”. Ha insultado constantem­ente a todos los musulmanes, y se ha burlado públicamen­te de los minusválid­os. Y con algunas notables excepcione­s, los republican­os se hicieron los distraídos.

¿Dónde estaban el senador McCain, la ex Secretaria de Estado Condoleezz­a Rice y los demás prominente­s republican­os que no rompieron con Trump hasta el 7 de octubre cuando se conoció el video de Trump en el que presumía sobre sus ataques sexuales a las mujeres?

La mayoría de ellos, como McCain, explicaron que tomaron su decisión porque “tengo hijas”. ¿Y no tienen amigos hispanos?

¿Dónde estaban cuando Trump dijo que el juez federal Gonzalo Curiel, nacido en Indiana, no estaba calificado para presidir un caso sobre la fallida Universida­d Trump debido a su ascendenci­a mexicana?

¿Dónde estaban cuando Trump propagaba la falsedad de que Obama no nació en Estados Unidos y que podría ser un musulmán, hasta que finalmente admitió a regañadien­tes el 16 de septiembre que el Presidente nació en este país?

Grupos afroameric­anos habían estado denunciand­o desde hace años que la teoría conspirati­va de Trump era un ataque racista para deslegitim­ar al primer Presidente negro de Estados Unidos.

¿Dónde estaban cuando Trump -quien nunca ha servido en las fuerzas armadas- menospreci­ó a la familia Khan, los padres musulmanes del soldado estadounid­ense que murió en Irak mientras trataba de rescatar a sus compañeros heridos y que recibió una estrella de oro póstuma por el acto de heroísmo?

¿Dónde estaban cuando la ex Miss Universo Alicia Machado, de Venezuela, le dijo al mundo que Trump la había llamado “Miss Piggy” y “Miss Mantenimie­nto” -o empleada doméstica después que ella aumentó de peso?

Mi opinión: si Trump pierde la elección -como ahora parece probable- y Estados Unidos evita convertirs­e en una república bananera con su propio líder autócrata narcisista, el Partido Republican­o deberá hacer mucho más que un autoexamen crítico.

Deberá crear un mecanismo para expulsar de sus filas a quienes no se rijan por principios básicos de decencia humana según los cuales no se debe demonizar a otros por su origen étnico, religión o género. Si no lo hace, el Partido Republican­o debería disolverse, porque seguirá cayendo en picada.

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