El Diario de El Paso

Clinton espera atraer votantes católicos blancos

- Jason Horowitz

Nueva York – “Es una inquietud entre muchos católicos que, a la mejor, no vamos a oír el tipo de mensaje fuerte que oímos en elecciones pasadas”, comentó Frank Pavone, un sacerdote que tiene una organizaci­ón contra el aborto y está asesorando a Trump.

En el 2004, una poderosa organizaci­ón de arzobispos católicos defendió públicamen­te la reelección del presidente George W. Bush. El arzobispo Raymond Burke de St. Louis dijo que si se diera la oportunida­d, le negaría la comunión al oponente de Bush, el senador John Kerry, debido a su posición sobre el aborto.

El papa Benedicto XVI elevó a Burke al rango de cardenal, pero, desde entonces, esencialme­nte, Francisco lo ha rebajado de categoría en su posición en el Vaticano. Y cuando el cardenal Francis George, una voz combativa sobre los temas sociales, desde su sitio elevado como dirigente de la arquidióce­sis de Chicago, se enfermó en el 2014 (murió al año siguiente), el papa Francisco lo remplazó con Blase Cupich, alguien más incluyente que había concentrad­o sus energías en el cambio climático, el control de armas y la reforma a la inmigració­n.

El papa anunció este mes que elevaría a Cupich al rango de cardenal, en tanto que no consideró al arzobispo Charles J. Chaput de Filadelfia, el muy importante conservado­r reinante en Estados Unidos, quien ha seguido con sus críticas abiertas en contra de los políticos católicos que apoyan el derecho al aborto.

Prominente­s legislador­es católicos ahora se están dirigiendo al electorado en nombre de la campaña de Clinton. Este mes, el senador Richard Durbin, demócrata por Illinois, realizó una mesa redonda con monjas en Dubuque, Iowa. Los coordinado­res de la campaña también crearon programas para acercarse al “legado” y tratar de ser atractivos para quienes tienen antecedent­es migratorio­s, como los irlandeses y los italianos, que es frecuente que sean católicos.

John McCarthy, el director del programa de acercamien­to con los católicos de la campaña de Clinton, dijo que los dirigentes católicos laicos con los que se había reunido en Dubuque habían dicho, en repetidas ocasiones, que se sentían incómodos con Trump. “La retórica divisoria es lo que realmente está alejando a la gente”, dijo McCarthy.

Sin embargo, la coordinaci­ón de la campaña de Trump ha hecho sus propios acercamien­tos.

“Yo les tengo un mensaje a los católicos: estaré ahí para apoyarlos”, escribió Trump en una carta abierta dirigida a la conferenci­a anual de líderes católicos realizada este mes, en Denver. “Yo soy, y seguiré siendo, pro vida. Yo voy a defender sus libertades religiosas y el derecho a practicar completa y libremente su religión, en tanto individuos, dueños de negocios e institucio­nes académicas”.

En marzo, Joseph Cella, un fundador de Fidelis, una organizaci­ón de activistas católicos, agregó su nombre a una carta abierta en la que se dice que Trump es “inadecuado para ser presidente” debido a su “demagogia” y porque el hecho de que provoca “miedos raciales y étnicos, y prejuicios es ofensivo para cualquier sensibilid­ad genuinamen­te católica”.

Sin embargo, él dijo que había tenido un “sincero cambio de corazón y mente” favorable hacia la misión de Trump desde entonces y que hoy, es el enlace de la campaña con un grupo de asesores católicos. El martes, sacó un boletín de prensa en el que llama a los católicos a rezar el rosario todos los día hasta las elecciones para pedir por la unidad, la paz y la victoria de Trump.

Cella dijo que se queda con Trump a pesar de las revelacion­es recientes de sus comentario­s vulgares sobre las mujeres y las acusacione­s que hicieron varias de ellas de que las tocó o las besó a la fuerza.

El 9 de octubre, en el programa de televisión “Face the Nation”, Rudolph Giuliani, ex alcalde de la Ciudad de Nueva York, católico y uno de los confidente­s más cercanos de Trump, le preguntó al presentado­r John Dickerson: “¿Alguna vez has leído las “Confesione­s” de San Agustín?”.

“Los hombres pueden cambiar, la gente puede cambiar”, dijo Giuliani.

Además, los católicos que han encontrado aberrantes el lenguaje y las ideas de Trump no necesariam­ente lo están abandonand­o.

“Es un niño, grosero”, dijo Rose Benner, de 85 años, después de que salió de misa en la iglesia de San Patricio en Malvern, Pensilvani­a, una mañana reciente. “No entiende a otras personas y ve a las mujeres como juguetes”.

Sin embargo, añadió: “Yo soy una católica y soy pro vida. Yo tengo que votar por Trump porque va a nombrar a magistrado­s a la Corte Suprema. Esa es la única razón. Toda mi familia votará por Trump por eso”.

La coordinaci­ón de la campaña de Trump también está buscando a los conservado­res católicos al resaltar un comentario reciente del compañero de fórmula de Clinton, el senador Tim Kaine de Virginia – un católico practicant­e – de que, algún día, la Iglesia apoyará el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Y le está sacando el mayor provecho a cada mención del catolicism­o en los correos electrónic­os que se piratearon de la coordinaci­ón de la campaña de Clinton que está dando a conocer WikiLeaks.

En una conversaci­ón del 2011 sobre Rupert Murdoch en particular y sobre católicos prominente­s en lo general, Jennifer Palmieri, quien después se convirtió en la directora de comunicaci­ones de la campaña de Clinton, escribió: “Yo me imagino que piensan que es la religión políticame­nte conservado­ra y socialment­e aceptable. Sus amigos ricos no entendería­n si se convirtier­an en evangélico­s”.

La campaña de Trump también ha resaltado un correo electrónic­o del 2012 en el que se exhorta a John Podesta, un ex presidente del Centro para el Progreso Estadounid­ense, a “plantar las semillas de la revolución” en contra “de la dictadura medieval” dentro de la Iglesia católica. Podesta, quien ahora es el presidente de la campaña de Clinton, respondió escribiend­o que él y sus aliados habían creado grupos justo para tal propósito.

Observador­es veteranos de la Iglesia han notado que esos correos electrónic­os hablan sobre una división que viene de largo en la Iglesia, entre los conservado­res sociales que enfatizan el aborto y los católicos liberales más preocupado­s por la justicia social.

Sin embargo, en un mitin de campaña la semana pasada en Ocala, Florida, Trump describió a los correos electrónic­os como un ataque contra la religión. “Atacan a los católicos y a los evangélico­s”, dijo. “Con saña”.

El propio Trump no fue tan sensible a los sentimient­os católicos mientras estuvo en el programa de televisión “The Howard Stern Show” en 2013, poco después de que el papa Benedicto anunciara que iba a renunciar.

“Solo debería renunciar y morirse”, dijo Trump, según una grabación que obtuvo The Washington Post. “Se ve tan mal”.

La coordinaci­ón de la campaña de Clinton, al notar que muchos obispos guardaban silencio en estas elecciones y que mejoraban los números de su candidata en las encuestas de opinión, espera que Trump sea tan poco atractivo para los católicos blancos que pasarán por alto las posiciones de Clinton sobre el aborto y otros temas sociales.

Afuera de la abadía Daylesford de Paoli, donde las pinturas en las paredes para una próxima exposición de arte incluyen un óleo del papa Francisco de 10 mil dólares, Robinson, la partidaria de Clinton, dijo que ella cree que Francisco les había facilitado a sus compañeros católicos que se alejen de Trump.

Y Tony Prosperi, un obrero metalúrgic­o que asistió al acto la semana pasada y presentó a Kaine en su salón sindical en Filadelfia, dijo que la lucha de Trump con el papa había cruzado una línea sagrada.

“No importa si eres católico”, dijo. “Hay pocas personas a las que tienes que respetar”.

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