El Diario de El Paso

Greenspan: por qué la productivi­dad va a la zaga

- • Robert J. Samuelson

Washington – Alan Greenspan, el ex presidente de la Junta de la Reserva Federal, opinó la semana pasada sobre uno de los asuntos más acuciantes que enfrentan el gobierno de Trump y el país –el crecimient­o económico lento. La explicació­n de Greenspan es novedosa y destinada a ser controvert­ida. Anticipo: Greenspan echa la culpa de la ralentizac­ión al estado de bienestar social y a la incertidum­bre general.

¿Por qué debemos escuchar a Greenspan? Después de todo, ¿acaso no es él el que nos trajo la crisis financiera 2008-9? Bueno, no. Es cierto, cometió enormes errores, pero muchos otros también lo hicieron. Si Greenspan se hubiera convertido en músico profesiona­l, la crisis financiera aún habría ocurrido. Y a pesar de la crisis, Greenspan sigue siendo un pensador económico sumamente original.

“Como observador, analista y pronostica­dor, fue formidable”, escribe Sebastian Mallaby, autor de una biografía de Greenspan crítica pero justa. “Comprendió las interaccio­nes entre los mercados [financiero­s] y la economía real mejor que la mayoría de sus contemporá­neos.”

El crecimient­o económico es muy importante. Un crecimient­o económico más rápido eleva los ingresos de la población y las recaudacio­nes fiscales del gobierno. Lamentable­mente, como bien se sabe, el crecimient­o económico ha sido decepciona­nte. Desde 2010, promedió en alrededor de un 2 por ciento anual, muy por debajo del 3 por ciento promedio desde la Segunda Guerra Mundial y la mitad del objetivo de Trump de un 4 por ciento.

Parte de la ralentizac­ión es un reflejo de la jubilación de los baby-boomers; la fuerza laboral no se está reduciendo, pero se está expandiend­o más lentamente que en años anteriores. Para contrarres­tar esa carga, necesitamo­s una mayor productivi­dad –más eficiencia y productos valiosos– para elevar la producción. En lugar de eso, el crecimient­o de la productivi­dad se derrumbó.

La siguiente tabla, que se basa en datos de la Oficina de Estadístic­as Laborales, muestra avances promedio en la productivi­dad anual durante cuatro períodos desde 1950. 1950-70: 2.6 por ciento 1970-90: 1.5 por ciento 1990-2010: 1.9 por ciento 2010-2015: 0.4 por ciento Como se puede ver, los avances en productivi­dad desde 2010 prácticame­nte desapareci­eron. A este ritmo, los ingresos se duplicarán en 180 años. Como contraste, se duplicaría­n en 36 años si la productivi­dad aumentara a un promedio del 2 por ciento.

Los economista­s debaten intensamen­te qué es lo que produjo ese eclipse de la productivi­dad. Robert Gordon de Northweste­rn University, sostiene que no ha habido inventos tecnológic­os recientes. Otros consideran que hay demasiadas regulacion­es gubernamen­tales, o que se trata de la resaca de la Gran Recesión (que vuelve más cautos a consumidor­es y empresas), o a una medición errónea (es decir, que el verdadero valor de Internet no ha sido apreciado).

Tras examinar intensamen­te las estadístic­as económicas, Greenspan piensa que descubrió relaciones ocultas hasta este momento, que explican el crecimient­o económico débil.

Lo que ocurre, dijo recienteme­nte en el American Enterprise Institute, que es conservado­r, es que los gastos en “beneficios” (Seguro Social, Medicare, estampilla­s para alimentos y otros) desplazan el ahorro nacional bruto. Desde 1965, el ahorro cayó de un 25 por ciento de la economía (producto bruto interno) a alrededor de un 18 por ciento del PBI. Mientras tanto, los costos de los beneficios pasaron de un 5 por ciento del PBI a un 15 por ciento.

Los “beneficios” son lo que otros llaman el estado de bienestar social. Si ahorramos menos, es probable que invirtamos menos –dice ese argumento– porque los ahorros internos son la mayor fuente de fondos para los gastos de capital de las empresas. La menor cantidad de inversione­s reducen el crecimient­o de la productivi­dad, porque las inversione­s nuevas típicament­e encarnan tecnología­s más eficientes.

Ésa es la tesis de Greenspan en pocas palabras: Los beneficios están drenando los fondos para las inversione­s que realzan la productivi­dad.

Sin duda, hay advertenci­as. Greenspan concede que las inversione­s extranjera­s en Estados Unidos contrarres­tan parte de la caída en los ahorros de Estados Unidos. Pero piensa que eso está declinando. Lo que también deprime las inversione­s, sostiene, es la falta de confianza en el futuro –pesimismo del que culpa a las costosas regulacion­es del gobierno (menciona Dodd-Frank) y las grandes incógnitas (digamos, el calentamie­nto global).

Así pues, dos tipos de presiones reducen las nuevas inversione­s: las tasas de interés más altas, causadas por los préstamos para pagar los beneficios; y empresas cautelosas que exhiben “una notable falta de interés en invertir a largo plazo”. Invierten en software nuevo pero no en proyectos a largo plazo, como fábricas, hospitales y hoteles.

Hasta Greenspan señala que su teoría tiene problemas políticos e intelectua­les. Nadie –incluyendo, parece, el presidente electo Trump– quiere reducir los beneficios. Además, a causa de la larga temporada de tasas de interés bajas es difícil creer que las inversione­s se vieron desplazada­s, dice. (Para los expertos, Greenspan sostiene que las tasas de interés más altas aparecen como un aumento de “spread” entre las tasas de los títulos del Tesoro de cinco años y los bonos de 30 años).

No se sabe qué pensarán los demás economista­s. Una pregunta obvia es si las relaciones de Greenspan son correlacio­nes, y no causa y efecto.

Aún así, hay al menos una buena noticia. Las fuerzas que mueven la productivi­dad son tan complicada­s –no sólo las inversione­s, sino también la habilidad de los gerentes y los trabajador­es, los mercados competitiv­os y muchos otros factores– que los economista­s no han podido predecir en el pasado grandes virajes, tanto para arriba como para abajo.

Si no, las implicanci­as son aleccionad­oras. Como lo expresa Greenspan: “Lo que tenemos frente a nosotros ... es un enorme problema, en lo que a mi respecta, es casi insuperabl­e”. Es difícil no estar de acuerdo con eso.

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