Siete de cada 10 fronterizos se oponen al muro de Trump
Sólo tres condados de los límites texanos –todos poco poblados– votaron a favor del republicano
LOlvídese del Gran Muro de Donald Trump. Las personas que radican en el bullicioso y fértil Valle del Río Bravo, donde la frontera de Estados Unidos se encuentra con el Golfo de México, creen que tendría mucho más sentido un ‘muro virtual’ de tecnología de vigilancia. Su uso ya es extenso y está creciendo.
Erigir una barrera de concreto de 40 pies de altura a lo largo de las mil 954 millas completas de frontera con México, como prometió Trump durante la campaña presidencial, se topa de frente con numerosas realidades: la geología, la fuerte resistencia local y la pregunta en torno a quién paga la factura.
La gente responde con intensidad ante la idea de Trump de que México estará dispuesto a entregar los billones necesarios. Los funcionarios mexicanos dicen que no lo harán. Así que pocos habitantes locales se sorprendieron cuando el presidente electo pareció suavizar su postura cinco días después de las elecciones, diciendo que en el muro podría incluirse ciertas vallas.
‘El muro no va a detener a nadie’, dijo Jorge García.
Cuando hace 10 años en el Gobierno del presidente George W. Bush se promulgó el Decreto de la Valla Fronteriza de Estados Unidos, García esperaba perder acceso a la mayor parte de su rancho de 30 acres situado junto al río. Aún está esperando ver si la Patrulla Fronteriza coloca una reja o un muro en la franja de tierra que la corporación midió y por la cual prometió pagar 8 mil 300 dólares.
Al amparo de la ley, se construyeron 652 millas de barrera fronteriza, en su mayoría en Arizona. Las 110 millas de vallas o diques reforzados erigidos en Texas son líneas interrumpidas, algunas hasta a milla y media de distancia del río.
Los García creen que los saltearon a ellos y al resto de los pobladores de Los Ébanos debido a que el suelo de barro proclive a la erosión simplemente resulta demasiado inestable.
La geología conspira contra la construcción del muro en el Valle del Río Bravo. Sus cómplices son un tratado sobre límites de aguas con México y leyes relativas a especies en peligro. En las barreras fronterizas tuvieron que construirse plataformas elevadas y túneles para dar cabida a los ocelotes y tigrillos, dos especies de felinos silvestres.
Mientras tanto, las numerosas brechas por la barrera fronteriza incluyen todo un costado del club de golf River Bend en Brownsville –‘las discrepancias del privilegio’ para los que están bien relacionados, de acuerdo con un crítico.
Otros propietarios de tierras combatieron en los juzgados a la Patrulla Fronteriza.
“Probablemente el muro haría sentir más protegido a Estados Unidos, pero para quienes vivimos en la frontera, no nos está haciendo sentir más seguros porque sabemos que la gente puede saltarlo, rodearlo, pasar por debajo o a través de él’, dijo Monica Weisberg-Stewart, experta en seguridad de la Coalición Fronteriza de Texas, un consorcio de líderes regionales.
En un sondeo realizado en mayo en varias ciudades fronterizas del Suroeste se descubrió que el 72 por ciento de los habitantes se oponen al muro. La encuesta de Cronkite News-Univisión-Dallas Morning News tuvo un margen de error de 2.6 puntos porcentuales.
Los políticos locales han encontrado ingeniosos métodos para volver aceptable la construcción del muro. Un tramo de 20 millas en el Condado Hidalgo consistió en un dique reforzado con una valla encima. En el 2010, ese dique impidió inundaciones. Pero costó 10 millones de dólares la milla.
Durante las elecciones del 8 de noviembre, sólo tres condados fronterizos texanos –todos poco poblados– votaron a favor de Trump. El resto son firmemente demócratas y respaldan las políticas inmigratorias más indulgentes del presidente Obama.
El lado estadounidense de la frontera es bastante seguro, dijo Weisberg-Stewart. ‘No estamos en una zona de guerra’.
De hecho, el comercio transfronterizo ha estado creciendo. En el 2014, de acuerdo con la coalición, la frontera entre Texas y México fue cruzada por artículos con valor de 246 billones de dólares y 3.7 millones de camiones de carga.
Si bien gran parte del lado mexicano de la frontera se ha visto afectado por la narcoviolencia, en el Valle del Río Bravo, hogar de 1.3 millones de personas, la delincuencia ha sido en forma consistente más baja en que otras ciudades texanas.
Una de las razones es el mayor número de elementos de la Patrulla Fronteriza a raíz del 11 de septiembre, argumenta un ex jefe de la corporación, David Aguilar. A partir del 2004, el año en que recibió su nombramiento para el puesto, en la frontera suroeste la cantidad de agentes se ha elevado de 9 mil 500 a más de 17 mil 500.
Mientras tanto, la cantidad de aprehensiones fronterizas ha descendido de 1.6 millones, su cifra más alta, en el 2000 a 409 mil en el año que concluyó en septiembre. Casi la mitad de los detenidos fueron capturados en el Valle del Río Bravo.
La Gran Recesión que comenzó en el 2008 volvió a Estados Unidos menos atractivo para los migrantes mexicanos, mientras que hoy en día los centroamericanos que huyen de la violencia y la pobreza en sus patrias representan más de la mitad de los recién llegados.
En el Valle del Río Bravo muchos migrantes se entregan a sí mismos en los puentes fronterizos. Después de las diligencias legales, a los migrantes que salen libres se les dan citas en los juzgados de las ciudades donde por lo general los esperan parientes. Otros son enviados a centros de detención donde se les hacen más interrogatorios acerca de sus solicitudes de asilo.
Sin embargo, la Patrulla Fronteriza atribuye la contención de los ingresos ilegales a la tecnología de vigilancia, como las cámaras montadas en torres, los sensores de movimiento y los apuntadores láser.
A partir del 2013, la corporación ha contado asimismo con globos aeroestáticos similares a dirigibles atados que flotan en el valle a entre mil y cinco mil pies de altura y están equipados con cámaras a control remoto. Los drones Predator constituyen ojos adicionales a gran altura en el cielo, patrullando vastas áreas de la frontera suroeste desde el 2011.
En un centro comunitario de McAllen, una guatemalteca de 21 años con ocho meses de embarazo se dirigía a Kansas después de entregarse. Ingrid Guerra dijo huir de una relación de maltrato. El padre de su otro hijo, un niño de dos años que se quedó con la madre de Guerra, fue asesinado durante una pelea de borrachos, explicó.
‘Allá’, dijo Guerra refiriéndose a Guatemala, ‘matan por cualquier cosa’.