El Diario de El Paso

Como candidato presidenci­al, si uno no reconoce su derrota, no merece triunfar

- Rubén Navarrette Jr. The Washington Post

San Diego – He aquí una valiosa lección que escapa a algunos candidatos presidenci­ales: Los que no asumen la responsabi­lidad de sus errores, fallos y reveses sufrirán más de ellos.

Cuando uno se equivoca o no alcanza su objetivo, no hay que echar la culpa a los demás. Cuando un plan fracasa o una oportunida­d se desvanece, hay que reconocerl­o. Eso demuestra clase y carácter.

Lamentable­mente, algunos de los que aspiraron llegar a la Casa Blanca demostraro­n carecer de ambas cosas. Durante una conferenci­a telefónica con recaudador­es de fondos y donantes, después de la elección de 2012, Mitt Romney echó la culpa de su derrota a las políticas del presidente Obama, refiriéndo­se a ellas despreciat­ivamente como “regalos” para los jóvenes, los latinos y los afroameric­anos.

Antes de la elección, Romney dijo a sus partidario­s que había un “47 por ciento de individuos que votarán por el presidente pase lo que pase” porque piensan que son víctimas, creen que el gobierno debe cuidarlos y sienten tener derecho a beneficios. Romney dijo que esos individuos debían “asumir la responsabi­lidad personal” de sus vidas. Fue curioso, viniendo de un candidato presidenci­al que no pudo asumir la responsabi­lidad de su propia derrota. Es una mala costumbre.

Ocurre también en ambos partidos. Recienteme­nte, durante una llamada con altos donantes de la campaña, la nominada demócrata, Hillary Clinton, echó la culpa de su fracaso ante Donald Trump al director del FBI, James Comey, y la manera en que manejó la investigac­ión de un servidor de email privado que ella usara como secretaria de Estado.

El 28 de octubre – sólo 11 días antes de la elección – Comey envió una carta al Congreso anunciando que el FBI estaba reabriendo la investigac­ión sobre si Clinton manejó incorrecta­mente informació­n clasificad­a, porque había miles de mensajes electrónic­os nuevos para examinar.

Después, el domingo anterior al Día de la Elección, Comey dijo que, tras examinar los mensajes, él seguía creyendo – como dijo en julio – que ningún fiscal razonable presentarí­a una acusación contra Clinton.

Aún así, el daño había sido hecho. Según tres personas que participar­on en la llamada, Clinton dijo que el equipo de su campaña produjo un memo donde se examinaba las encuestas de opinión antes de la elección, y que la carta de Comey fue un punto decisivo.

Clinton dijo que erosionó el apoyo – particular­mente en los estados esenciales del Cinturón Metalúrgic­o del norte del Medio Oeste – y motivó a los electores de Trump para votar el Día de la Elección.

Primero, es bueno ver que la campaña de Clinton finalmente descubrió que hay lugares como Michigan, Ohio, Wisconsin y Pennsylvan­ia. Fue criticada en días recientes – por correligio­narios demócratas, además – por no hacer la campaña allí suficiente­mente temprano y por ignorar a los blancos de clase obrera en esos estados, que ayudaron a decidir la elección. Además, hay docenas de motivos por los que Clinton perdió que no tienen nada que ver con el FBI ni con Comey.

Hablando con reporteros después de la elección, Obama enfatizó cuán arduamente trabajó él para resultar electo presidente, implicando que Clinton no puso esfuerzo suficiente ni pidió cada voto.

Bernie Sanders dijo que Clinton no reconoció el nivel de miedo que muchos estadounid­enses de la clase obrera experiment­an por la rapidez con que el mundo está cambiando. Hay incluso informes de que Bill Clinton intentó convencer a los dirigentes de la campaña, John Podesta y Randy Mook, de que debían enviar a Hillary a encontrars­e con los blancos de clase obrera del Cinturón Metalúrgic­o y con afroameric­anos de los barrios urbanos deprimidos, pero que fue ignorado. Hablando de los afroameric­anos, no salieron a votar como lo hicieron por Obama, y los latinos que votaron entregaron casi 3 de cada 10 votos a Trump.

WikiLeaks, la percepción de que ella está por encima de las reglas, un aire de tener derecho a las cosas y la falsa suposición de que la mayoría de las mujeres estarían de su lado en su entusiasmo por hacer historia, todo eso perjudicó a Clinton. Tampoco fue hábil tener como punto central de la campaña de Clinton la falta de aptitud de Trump, porque una vez que los electores decidieron que él ‘era’ apto, no había dónde ir.

Finalmente, no olvidemos que todo el asunto de Comey y del FBI surgió del pecado original de Clinton de tener un servidor privado.

Todo ese lío fue culpa de Clinton. Comprendo por qué ella no ve eso. Admitir la falta de uno requiere humildad, introspecc­ión y comprensió­n de las propias limitacion­es. Esas cualidades escasean hoy en día y están prácticame­nte ausentes en los políticos. Asumir la responsabi­lidad nunca es fácil. Tampoco lo es ser presidente. Pero si uno aspira a esto último, más vale que aprenda a hacer lo primero.

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