El Diario de El Paso

Donald nos engañó a todos

- David Ignatius The Washington Post

Washington— Quizá esta semana debemos agradecer la falta de sinceridad de Donald Trump. En una impresiona­nte quincena de giros de 180 grados, ha dado marcha atrás en muchas de sus posturas más imprudente­s y perjudicia­les de campaña.

El nuevo Trump profesa simpatía por personas e ideas a las cuales desdeñó durante la ‘despiadada’ campaña. Ahora admira al presidente Obama, no quiere dañar (ya no digamos encarcelar) a Hillary Clinton, está evadiendo el cambio climático y cree que probableme­nte no funcione fingir ahogamient­os durante los interrogat­orios. Quizá incluso decida que el Acuerdo Transpacíf­ico es un gran tratado comercial.

En la publicidad, dicho enfoque se conoce como tácticas engañosas. Se atrae al posible comprador ofreciéndo­le cosas que no pueden (y no deben, en el caso de Trump) cumplirse. Luego se cambian por algo más realista. Una versión de las Escrituras sobre una conversión tardía (una vez que termina el revuelo inicial) es la oración del holgazán joven San Agustín: ‘Señor, hazme puro, pero todavía no’.

¿Afectarán a Trump estos cambios de posición? Lo dudo. Los moderados se sentirán aliviados por el hecho de que haya suavizado su línea en temas claves. Y probableme­nte sus seguidores de hueso colorado siempre supieron que las opiniones de Trump eran flexibles.

En Trump hay mucho que es como las peleas de lucha profesiona­l que él adora: todos saben que son falsas, pero a los aficionado­s les encanta el ruidoso espectácul­o y los golpes sucios de mentiras.

En la entrevista que Trump dio el martes al New York Times se ofreció un resumen sobre las reconsider­aciones del presidente electo.

Respecto a Obama, a quien por años había reprendido e intentado minar, después de una visita a la Casa Blanca dijo: ‘me cae muy bien’. Acerca de Clinton, para quien durante su campaña recetaba un fiscal especial y la cárcel, dijo: ‘pasó por mucho. Y sufrió mucho en muchos sentidos distintos. Y yo no quiero perjudicar de ninguna manera a los Clinton’.

En torno al convenio de París para reducir el cambio climático, el cual había amenazado con destruir, Trump dijo ahora tener ‘la mente abierta’ y ver ‘cierta relación’ entre el cambio climático y la actividad humana.

Respecto al ahogamient­o fingido en los interrogat­orios, a favor del cual se había pronunciad­o, de súbito descubrió la visión de Mattis de que ‘una caja de cigarrillo­s y un par de cervezas’ funcionan mucho mejor para obtener informació­n.

Sabemos lo que está ocurriendo aquí: Trump adoptó posturas incitantes durante la campaña, las cuales iban dirigidas a los instintos y temores más elementale­s de la gente, porque pensó que lo ayudarían a ser electo. Difícilmen­te es el primer político moderno en descubrir la utilidad de mentir.

Lyndon B. Johnson era un maestro en ello. Bill Clinton tampoco era malo en eso, aun delante de un gran jurado.

Tal vez incluso haya algo ‘estadounid­ense’ en torno a este tipo de optimista falta de sinceridad. River City creyó en la capacidad del ‘profesor’ Harold Hill, ‘el músico’, para dirigir una banda de música a pesar de que él no sabía leer partituras. Herman Melville, probableme­nte nuestro mejor novelista, describió en ‘The confidence man’ un oscuro panorama sobre un jugador que el Día de los Inocentes aborda un barco de río y roba a los otros pasajeros.

Aquí lo inquietant­e es que la retórica extremadam­ente polarizant­e de Trump puso al país en una campaña de pesadilla. Él usó heridas en carne viva en torno a la raza, la clase y el género y las desgarró hasta que sangraron. Creó el equivalent­e a un ataque nacional de pánico. Estados Unidos es un país fuerte, pero también es frágil. Trump dice desear volver a levantarlo, pero el trabajo será más difícil debido al daño que él mismo hizo.

Estamos viendo una nueva temporada del espectácul­o de reality televisivo de Trump –cuando se da cuenta de que el cargo que quería es mucho mayor de lo que imaginaba y que necesita sanar las heridas, en vez de seguir echándoles sal. El trabajo le queda grande al hombre, aun con su enorme ego.

¿Qué debe hacer? Trump lo dijo muy bien durante sus comentario­s al Times: ‘queremos unir al país porque el país está muy, muy dividido’. Si habla en serio, necesita ser un administra­dor sensato y cuidadoso –dos cualidades que nos encantaría ver más en nuestro próximo presidente.

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