Con toda la debida falta de respeto
Nueva York— Cuando era joven, el congresista John Lewis, quien representa a la mayor parte de Atlanta, literalmente arriesgó la vida en la búsqueda de la justicia. Como dirigente clave de los derechos humanos, aguantó múltiples golpizas.
Como es más que sabido, encabezó la manifestación que llegó a conocerse como Domingo Sangriento y sufrió una fractura de cráneo a manos de la policía montada estatal. La indignación popular por la violencia de ese día llevó a la promulgación de la Ley del derecho al voto.
Ahora, Lewis dice que no asistirá a la toma de protesta de Donald Trump, a quien considera un presidente ilegítimo. Como se podría esperar, esta declaración provocó una reacción histérica y difamatoria por parte del presidente electo – quien, claro, se inició en la política nacional al cuestionar, en repetidas ocasiones y falsamente, el derecho del presidente Barack Obama para ocupar el cargo.
Sin embargo, Trump – quien nunca ha sacrificado nada, ni se ha arriesgado para ayudar a otros – parece tener una antipatía especial hacia los héroes genuinos. ¿Quizá prefiere a los manifestantes a los que no golpean? Pero no hablemos de los desvaríos de Trump. Más bien, preguntemos si Lewis tenía razón cuando dijo lo que dijo.
¿Está bien, moral y políticamente, declarar ilegítimo al hombre que está a punto de mudarse a la Casa Blanca? Sí, lo está. De hecho, es un acto de patriotismo. Según cualquier estándar razonable, las elecciones del 2016 estuvieron profundamente viciadas. No solo fueron los efectos de la intervención rusa en nombre de Trump; lo más seguro es que Hillary Clinton hubiese ganado si la FBI no hubiera transmitido la falsa impresión de que tenía nueva información dañina sobre ella, justo días antes de la votación. Ello fue una grotesca actividad ilícita desacreditadora, especialmente en comparación con la negativa de la dependencia para discutir la conexión rusa.
¿Hubo algo más? ¿Acaso el equipo de campaña de Trump se coordinó activamente con una potencia extranjera? ¿Acaso una camarilla en la FBI retrasó deliberadamente las investigaciones para que se diera esa posibilidad? ¿Son ciertas las historias sensacionalistas sobre las aventuras en Moscú? No sabemos, aunque la repulsiva obsequiosidad de Trump hacia Vladimir Putin dificulta desestimar estos alegatos.
Aun dado lo que sí sabemos, no obstante, ningún presidente electo estadounidense anterior ha tenido menos derecho al título.
Entonces, ¿por qué no deberíamos cuestionar su legitimidad? Y, hablando francamente sobre cómo Trump obtuvo el poder no se trata solo de decir la verdad. También puede ayudar limitar ese poder.
Otra cosa sería si el comandante en jefe entrante mostrara indicios de humildad, de tomar conciencia de que su deber hacia Estados Unidos requiere mostrar cierto respecto por la sólida mayoría de los estadounidenses que votaron en su contra a pesar de la intromisión rusa y del basural de desinformación de la FBI. Sin embargo, no lo ha hecho, ni lo hará. Más bien, se está insolentando y amenazando a cualquiera y a todos los que lo critican, mientras que, incluso, se niega a admitir que perdió el voto popular. Y se está rodeando de personas que comparten su desprecio por todo lo que es lo mejor de Estados Unidos.
Lo que estamos viendo, con demasiada obviedad, es una “kakistocracia” o gobierno del peor. ¿Qué puede contener a este régimen? Bueno, el Congreso todavía tiene mucho poder para frenar al presidente. Y sería bueno imaginar que existen suficientes legisladores conscientes del bien público para interpretar ese papel. En particular, solo tres senadores republicanos con conciencia podrían hacer mucho para proteger los valores estadounidenses.
Sin embargo, será mucho más probable que el Congreso le haga frente a un potencial ejecutivo autoritario y deshonesto, si sus integrantes se dan cuenta de que enfrentarán un precio político, si actúan como sus facilitadores.
Lo que esto significa es que no se debe tratar a Trump con deferencia personal simplemente por la posición de la que ha conseguido apoderarse. No se le debe conceder el uso de la Casa Blanca como plataforma para intimidar. No se le debe permitir que se cubra con la majestad del cargo.
Dado lo que sabemos sobre el carácter de este tipo, está demasiado claro que concederle un respeto inmerecido, solo lo empoderará para comportarse mal. Y recordarle a la gente cómo llegó a donde está será una herramienta importante para evitar que se gane el respeto que no se merece.
Hay que recordar que decir que las elecciones estuvieron contaminadas no es difamación, ni una loca teoría de la conspiración; es, simplemente, la verdad. Ahora, se acusará de ser antipatriota a quienquiera que cuestione la legitimidad de Trump – porque eso es lo que la gente de la derecha siempre dice sobre cualquiera que critica a un presidente republicano. (Extrañamente, no dicen esto sobre los ataques contra los presidentes demócratas.) Sin embargo, el patriotismo significa defender los valores de tu país, no prometer lealtad personal al Querido Líder.
No, no deberíamos desarrollar el hábito de deslegitimar los resultados electorales que no nos gustan. Sin embargo, esta ocasión es realmente excepcional y es necesario tratarla en esa forma.
Así es que agradezcamos a John Lewis que tuvo la valentía de hablar. Fue un acto correcto, patriota y heroico. Y Estados Unidos necesita este tipo de heroísmo, ahora más que nunca antes.