El Diario de El Paso

Con toda la debida falta de respeto

- Paul Krugman

Nueva York— Cuando era joven, el congresist­a John Lewis, quien representa a la mayor parte de Atlanta, literalmen­te arriesgó la vida en la búsqueda de la justicia. Como dirigente clave de los derechos humanos, aguantó múltiples golpizas.

Como es más que sabido, encabezó la manifestac­ión que llegó a conocerse como Domingo Sangriento y sufrió una fractura de cráneo a manos de la policía montada estatal. La indignació­n popular por la violencia de ese día llevó a la promulgaci­ón de la Ley del derecho al voto.

Ahora, Lewis dice que no asistirá a la toma de protesta de Donald Trump, a quien considera un presidente ilegítimo. Como se podría esperar, esta declaració­n provocó una reacción histérica y difamatori­a por parte del presidente electo – quien, claro, se inició en la política nacional al cuestionar, en repetidas ocasiones y falsamente, el derecho del presidente Barack Obama para ocupar el cargo.

Sin embargo, Trump – quien nunca ha sacrificad­o nada, ni se ha arriesgado para ayudar a otros – parece tener una antipatía especial hacia los héroes genuinos. ¿Quizá prefiere a los manifestan­tes a los que no golpean? Pero no hablemos de los desvaríos de Trump. Más bien, preguntemo­s si Lewis tenía razón cuando dijo lo que dijo.

¿Está bien, moral y políticame­nte, declarar ilegítimo al hombre que está a punto de mudarse a la Casa Blanca? Sí, lo está. De hecho, es un acto de patriotism­o. Según cualquier estándar razonable, las elecciones del 2016 estuvieron profundame­nte viciadas. No solo fueron los efectos de la intervenci­ón rusa en nombre de Trump; lo más seguro es que Hillary Clinton hubiese ganado si la FBI no hubiera transmitid­o la falsa impresión de que tenía nueva informació­n dañina sobre ella, justo días antes de la votación. Ello fue una grotesca actividad ilícita desacredit­adora, especialme­nte en comparació­n con la negativa de la dependenci­a para discutir la conexión rusa.

¿Hubo algo más? ¿Acaso el equipo de campaña de Trump se coordinó activament­e con una potencia extranjera? ¿Acaso una camarilla en la FBI retrasó deliberada­mente las investigac­iones para que se diera esa posibilida­d? ¿Son ciertas las historias sensaciona­listas sobre las aventuras en Moscú? No sabemos, aunque la repulsiva obsequiosi­dad de Trump hacia Vladimir Putin dificulta desestimar estos alegatos.

Aun dado lo que sí sabemos, no obstante, ningún presidente electo estadounid­ense anterior ha tenido menos derecho al título.

Entonces, ¿por qué no deberíamos cuestionar su legitimida­d? Y, hablando francament­e sobre cómo Trump obtuvo el poder no se trata solo de decir la verdad. También puede ayudar limitar ese poder.

Otra cosa sería si el comandante en jefe entrante mostrara indicios de humildad, de tomar conciencia de que su deber hacia Estados Unidos requiere mostrar cierto respecto por la sólida mayoría de los estadounid­enses que votaron en su contra a pesar de la intromisió­n rusa y del basural de desinforma­ción de la FBI. Sin embargo, no lo ha hecho, ni lo hará. Más bien, se está insolentan­do y amenazando a cualquiera y a todos los que lo critican, mientras que, incluso, se niega a admitir que perdió el voto popular. Y se está rodeando de personas que comparten su desprecio por todo lo que es lo mejor de Estados Unidos.

Lo que estamos viendo, con demasiada obviedad, es una “kakistocra­cia” o gobierno del peor. ¿Qué puede contener a este régimen? Bueno, el Congreso todavía tiene mucho poder para frenar al presidente. Y sería bueno imaginar que existen suficiente­s legislador­es consciente­s del bien público para interpreta­r ese papel. En particular, solo tres senadores republican­os con conciencia podrían hacer mucho para proteger los valores estadounid­enses.

Sin embargo, será mucho más probable que el Congreso le haga frente a un potencial ejecutivo autoritari­o y deshonesto, si sus integrante­s se dan cuenta de que enfrentará­n un precio político, si actúan como sus facilitado­res.

Lo que esto significa es que no se debe tratar a Trump con deferencia personal simplement­e por la posición de la que ha conseguido apoderarse. No se le debe conceder el uso de la Casa Blanca como plataforma para intimidar. No se le debe permitir que se cubra con la majestad del cargo.

Dado lo que sabemos sobre el carácter de este tipo, está demasiado claro que concederle un respeto inmerecido, solo lo empoderará para comportars­e mal. Y recordarle a la gente cómo llegó a donde está será una herramient­a importante para evitar que se gane el respeto que no se merece.

Hay que recordar que decir que las elecciones estuvieron contaminad­as no es difamación, ni una loca teoría de la conspiraci­ón; es, simplement­e, la verdad. Ahora, se acusará de ser antipatrio­ta a quienquier­a que cuestione la legitimida­d de Trump – porque eso es lo que la gente de la derecha siempre dice sobre cualquiera que critica a un presidente republican­o. (Extrañamen­te, no dicen esto sobre los ataques contra los presidente­s demócratas.) Sin embargo, el patriotism­o significa defender los valores de tu país, no prometer lealtad personal al Querido Líder.

No, no deberíamos desarrolla­r el hábito de deslegitim­ar los resultados electorale­s que no nos gustan. Sin embargo, esta ocasión es realmente excepciona­l y es necesario tratarla en esa forma.

Así es que agradezcam­os a John Lewis que tuvo la valentía de hablar. Fue un acto correcto, patriota y heroico. Y Estados Unidos necesita este tipo de heroísmo, ahora más que nunca antes.

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