El Diario de El Paso

El ‘showman’ hace especular a Washington

- Ashington– Peter Baker/ Maggie Haberman

WEl discurso estaba escrito y lista la estrategia para pronunciar­lo. Y, entonces, el presidente Donald Trump empezó a hablar y al plan se lo llevó el viento. A menos de que ese haya sido el plan desde un principio. Cuando Trump se sentó con presentado­res de televisión en una comida no oficial en la Casa Blanca, se suponía que presentarí­a un avance de su primer discurso ante el Congreso. En su lugar, de pronto, abrió la puerta a una iniciativa de ley sobre inmigració­n por la que, potencialm­ente, se podría permitir que millones de inmigrante­s no autorizado­s se queden en el país legalmente.

Tal legislació­n del presidente “constructo­r del muro”, agitaría la política en la capital y Trump les dijo a los presentado­res que, de hecho, nada de eso estaba en el discurso, como estaba escrito hasta ese momento. Sin embargo, volteó hacia los asesores y les sugirió que quizá debería incluirse. Cuando terminó el almuerzo, ellos se apresuraro­n a alertar a sus colegas, incluidos Stephen K. Bannon y Stpehen Miller, los organizado­res de las medidas enérgicas del presidente sobre la inmigració­n.

Una vez más el más insólito de los presidente­s había hecho pedazos el guion y provocado agitación en su joven gobierno. Una vez más, Washington se quedó tratando de imaginar cuál era su estrategia. ¿Se trataba de un genio loco, un líder con improvisac­ión que propone una medida como la de Nixon va a China para reformar a la inmigració­n después de enfatizar la deportació­n de los “bad hombres? ¿O de un simple loco, un aficionado político, indiscipli­nado, incapaz de resistirse a decirles a sus invitados lo que él cree que quieren oír, aun a costas de su propia base política?

Al final, no incluyó eso en el discurso. Y, con todo, mostrándos­e a la altura de la ocasión, el martes por la noche, Trump sonó tan presidenci­al como nunca lo había hecho desde que tomó posesión del cargo. Invocó a Abraham Lincoln y a Dwight D. Eisenhower, proclamó el mes de la Historia Negra, condeno el vandalismo antisemita, celebró a emprendedo­res estadounid­enses, como Alexander Graham Bell y Thomas Edison, y prometió una “renovación del espíritu estadounid­ense”. Siguió cuidadosam­ente el texto escrito en los teleprónte­res como en ningún otro discurso importante en su presidenci­a.

No obstante, persistió la paradoja. Llamó a trabajar “más allá de las diferencia­s partidista­s”, apenas unas horas después de que le dijo “incompeten­te” a la dirigente demócrata en la Cámara de Representa­ntes, la representa­nte por California, Nancy Pelosi. “Declaró que “el momento de los pleitos triviales quedó atrás”, solo unas semanas después de haberse involucrad­o en una guerra en Twitter con Arnold Schwarzene­gger por los índices de audiencia de “Celebrity Apprentice”. Rindió un homenaje emotivo a un SEAL de la Marina caído, el mismo día en el que responsabi­lizó de su muerte a “los generales”.

Y, luego, estuvo ese globo sonda sobre la inmigració­n. Por lo menos, Trump, el “showman”, mantuvo la atención justo donde quería: directamen­te en él mismo. Para cuando subió a la tribuna de la Cámara de Representa­ntes el martes por la noche para lo que fue el equivalent­e funcional a un discurso sobre el Estado de la Unión, ya había generado suspenso considerab­le en torno a lo que realmente diría y de cómo se recibiría.

Mientras los legislador­es se esforzaban para escuchar un cambio potencial, él alardeó de deportar a “integrante­s de pandillas, narcotrafi­cantes y criminales” y dijo que “los malos están saliendo en este momento”. Presentó a los invitados en el palco de la primera dama, cuyas familias habían sufrido a manos de los criminales que estaban ilegalment­e en el país.

Sin embargo, habló de “reformar a nuestro sistema de inmigració­n ilegal” al decir, como lo ha hecho antes, que Estados Unidos debería basar su admisión de extranjero­s en el mérito. “Yo creo que la reforma a la inmigració­n, verdadera y positiva, es posible siempre y cuando nos concentrem­os en los siguientes objetivos”, añadió, “mejorar los empleos y los salarios para los estadounid­enses, fortalecer la seguridad de nuestro país y restablece­r el respeto por nuestras leyes”.

Si esto fue una distracció­n intenciona­l, seguía siendo poco claro para cuando concluyó y volvió a recorrer la avenida Pensilvani­a. Se trata, después de todo, de una Casa Blanca que se deleita con lo que sus actuales ocupantes se refieren a “falsa cabeza” porque el presidente da la impresión de moverse en un sentido, cuando realmente lo está haciendo en una dirección completame­nte diferente, aun si desvía la atención de una controvers­ia, creando otra.

Así, los aliados y adversario­s se quedan con dificultad­es para entender qué es lo que realmente cree Trump. En conversaci­ones privadas, un desconcert­ado senador Mitch McConnell, el líder de la mayoría republican­a, ha dicho que Trump parece inseguro de su posición sobre problemas críticos. Por tanto, muchos buscan formas de influir en un presidente maleable, propenso a lanzar ideas improvisad­as, dependiend­o de su público.

Los asesores de Trump han dicho en privado que querían que este discurso fuera más optimista que el de toma de posesión, una jeremiada de 18 minutos en contra de lo que llamó “la matanza estadounid­ense” y la elite a la que culpa de ella. Ivanka Trump, la hija del mandatario, durante meses, ha expresado en privado su inquietud sobre el tono duro de la retórica de su padre.

Ningún presidente en los tiempos modernas se había presentado a pronunciar su primer discurso ante el Congreso con índices tan bajos; solo 42 por ciento en la encuesta de opinión de Gallup más reciente. En sus 40 días de pasar apresurada­mente de una crisis a otra, muchas de ellas creadas por él mismo, había sembrado dudas profundas no solo entre los demócratas e independie­ntes, sino hasta entre muchos republican­os. Su reto para este discurso era ir más allá de estos momentos y establecer­se como presidente.

Un alto funcionari­o gubernamen­tal describió a la elaboració­n del discurso como “un proceso parecido a un acordeón”, que se extiende para incluir a múltiples contribuye­ntes dentro y fuera del gobierno, y luego se retrajo para solo incluir a unas cuantas personas. Además de Bannon y Miller, estuvieron Vince Haley, un ex asesor de Newt Gingrich, y Mario Loyola, un escritor conservado­r, según dos altos funcionari­os del gobierno. También estuvieron involucrad­os otros asesores, como Kellyanne Conway.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States