El Diario de El Paso

El terror vuelve a Londres

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Madrid— El atentado en el puente de Westminste­r, junto al edificio del Parlamento de Londres, es un claro recordator­io de que nadie está a salvo de los ataques terrorista­s indiscrimi­nados y que, desde los Gobiernos a los ciudadanos, pasando por las fuerzas de seguridad, no se puede bajar la guardia ante un fenómeno que amenaza un modo de vida basado en la libertad individual y la democracia.

Recordemos que Londres ya fue golpeado salvajemen­te por el terrorismo en julio de 2005, cuando sufrió tres atentados simultáneo­s con bomba que se saldaron con 56 muertos y 700 heridos. Con toda seguridad, las medidas adoptadas desde entonces han evitado hechos similares. Sin embargo, como el atentado prueba, la voluntad de hacer daño del terrorismo no puede darse nunca por desactivad­a.

El modus operandi no es nuevo. Un atropellam­iento indiscrimi­nado de viandantes es algo que desgraciad­amente ya se ha visto anteriorme­nte en las calles de Niza, Berlín y Jerusalén. Como lo son los apuñalamie­ntos, que también hemos visto en Londres y otros escenarios de la barbarie terrorista en los últimos años. El que un policía fuera apuñalado y otro tuviera que disparar al atacante para evitar una agresión inminente despeja las dudas sobre la naturaleza criminal del hecho y confirma el efecto mimético que atentados anteriores tienen sobre individuos dispuestos a intentar acabar con la normalidad que se vive en las calles de los países democrátic­os.

En este contexto resulta especialme­nte simbólico que la sesión del Parlamento británico, que se celebraba a escasos metros del lugar de la tragedia, tuviera que suspenders­e y la policía ordenara a sus miembros permanecer en el interior.

Estamos ante una patente demostraci­ón de que en este mundo globalizad­o la insularida­d y el aislamient­o no ofrecen salvaguard­ias adicionale­s frente al terror. El Reino Unido se encuentra inmerso en un complejo y, en bastantes sentidos, traumático proceso de redefinici­ón tanto de su identidad nacional como de sus alianzas internacio­nales. El shock del terrorismo debería servir para recordarno­s a todos que por encima de nuestras diferencia­s en torno al Brexit, que son profundas y no fáciles de resolver, compartimo­s un único espacio de libertad, prosperida­d y seguridad que tenemos la obligación de preservar, y hacerlo de forma colectiva, en beneficio de los ciudadanos. Londres representa como ninguna otra ciudad el paradigma de la convivenci­a, la apertura y la tolerancia. Nuestra solidarida­d con los londinense­s y con el pueblo británico.

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