El Diario de El Paso

Tormenta transatlán­tica

- Paresh Nath Francisco G. Basterra

Madrid—Una profunda tormenta se abate sobre el mundo transatlán­tico, sobre el orden mundial liberal, multilater­al, reglado, construido tras la derrota del nazismo. Un estado de confusión sobre dónde está el poder. Incierto torbellino provocado por la deriva del mundo anglosajón hacia un pasado imposible de nacionalis­mo y aislacioni­smo.

Saltan las costuras de la UE cuando cumple 60 años mientras el Reino Unido abandona Europa en un viaje a lo desconocid­o. El foco apunta estos días al desamarre británico. Desde una Europa desnortada, pero que aún encarna el mejor mundo posible, debemos atender también los acontecimi­entos que proyecta desde Estados Unidos la presidenci­a de Donald Trump.

Poco más de 60 días después de su llegada a la Casa Blanca nos creemos vacunados contra la conducción estrafalar­ia de Trump, pensando que se trata sólo del arranque furioso de un novicio político. Error de juicio. El temor inicial se consolida: la caricatura se convierte en la realidad. En tres escenarios.

Ignorancia. Trump demuele las políticas de Obama destinadas a combatir el cambio climático. Reglas verdes que en su opinión dañan el desarrollo económico. Cree que la responsabi­lidad de la humanidad en el calentamie­nto global es un engaño de China para destruir a la industria de Estados Unidos. Desregulac­ión de la producción de carbón apoyando a las energías sucias. Lleva la contraria al consenso científico, repudia de hecho los Acuerdos de París para reducir las emisiones que provocan el efecto invernader­o, y nombra al frente de la EPA, la agencia de protección ambiental, a un negacionis­ta del cambio climático, al tiempo que reduce su presupuest­o en un 30 por ciento.

El presidente pone en riesgo el planeta, afirma en un editorial el New York Times. Y regala a China el liderazgo en la lucha contra el cambio climático y las energías limpias.

Incompeten­cia. Trump cosecha un humillante fracaso en el Congreso, por primera vez en 11 años controlado en sus dos cámaras por el Partido Republican­o, al tener que retirar su ley de reforma sanitaria que revocaría el Obamacare. No controla a su propio partido, no busca aliados, sólo sabe ganar aplastando al contrario, su mito de que es un artista de los acuerdos se desmorona. La conclusión que saca Trump del descalabro legislativ­o es que “nadie sabía que la reforma sanitaria podía ser tan complicada”.

Mentira. ¿Imagina alguien al director del FBI, bajo juramento ante un comité del Congreso, anunciando una investigac­ión formal a un presidente de Estados Unidos en ejercicio por supuesta connivenci­a con Rusia para la interferen­cia de Putin en la elección presidenci­al? ¿Y llamándole mentiroso porque Trump afirmó, sin prueba alguna, que Obama había ordenado su espionaje electrónic­o durante la campaña electoral? El presidente ha construido una realidad virtual de hipérboles verídicas, realidades alternativ­as que triunfan en el mundo de la posverdad.

La intuición de Trump es el hilo conductor de una presidenci­a manejada desde el Ala Oeste de la Casa Blanca con una mezcla de ignorancia, incompeten­cia y falsedad. El resultado es el dislate. El presidente no sabe que no sabe. Acabaremos añorando a Reagan que, al menos, sabía que no sabía.

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