El Diario de El Paso

Jared Kushner, el hombre de acero

- Tom Janssen Frank Bruni

Nueva York – ¿Por qué no solo le hilvanamos una capa roja, le ponemos licra, le pegamos una S estilizada en el pecho y terminamos el asunto? Superjared emprendió el vuelo. Es la cara del presidente Donald Trump con los chinos, y ya finalizó los detalles para la gran reunión en Mara-Loco a finales de esta semana. Fue el intermedia­rio de Trump con los mexicanos, no hace mucho.

“Un secretario de Estado sombra”, llamó The Washington Post a Jared Kushner y eso fue muchísimo antes de que viajara a Irak el lunes, ganándole al secretario de Estado real, Rex Tillerson, en uno de los teatros de mayor consecuenc­ia para la política exterior estadounid­ense.

La lista de cosas por hacer de Kushner, no la de Tillerson, contiene un puntito, pequeño e incómodo, de negociar una tregua duradera entre los israelíes y los palestinos. “Si tú no puedes producir la paz en Oriente Próximo, nadie puede”, Trump le dijo al vástago inmobiliar­io de 36 años de edad, quien no tiene absolutame­nte ningún antecedent­e en la diplomacia, desde el escenario en una fiesta por su toma de posesión.

La estrategia precisa es un secreto. Como Henry Kissinger, un asesor informal de Kushner y de otros en el gobierno de Trump, le dijo a Annie Karni de “Politico” a mediados de febrero: “A mí no me queda claro en qué forma es que él está a cargo, ya sea que esté encargado de la supervisió­n de la Casa Blanca o si se supone que él sea el negociador real. Ni tampoco se ha definido qué es lo que están negociando”.

¡Meros detalles! Solo déjenle las cosas a Kushner. El lo va a solucionar en esos momentos bajos, cuando no está supervisan­do la nuevecita Oficina de Innovación Estadounid­ense, cuya modesta ambición es una reorganiza­ción a gran escala del gobierno federal, que haga que sea más eficiente.

Su plan en ese frente ‘está’ claro. Simplement­e, él hace todo por sí mismo. Tomen nota: cuando presenten su declaració­n de impuestos en un par de semanas, la pueden mandar al Servicio Tributario Interno (IRS) o a Kushner. El va a intervenir con la auditoría.

Yo bromeo y lo hago en línea con el tono bromista del continuo conteo que hacen los medios de las tareas que se le están acumulando a Kushner. Sin embargo, sus muchos mandatos no son un asunto de risa. Son el reflejo de algunas de las caracterís­ticas más perturbado­ras de Trump como presidente, y Kushner es un símbolo de sus delirios.

Trump sigue expandiend­o la cartera abotagada de Kushner, mientras, desafortun­adamente, deja a los organismos clave faltos de personal, “y ese es un signo de que no sabe cómo funciona el gobierno”, dijo alguien que fue funcionari­o en el gobierno de Bush y ha tenido trato amplio con Kushner.

“No hay un subsecreta­rio de Estado”, me dijo el funcionari­o. “No hay subsecreta­rio de la defensa”. Fue mencionand­o un conjunto de otros cargos que están vacantes, e insistió en que estos huecos no se pueden apuntar a algún deseo noble de reducir al gobierno y dijo que evitan, en gran parte, cualquier compleción significat­iva en cualquier idea audaz que se le pudiera ocurrir a Kushner. “Trump solo piensa: ‘Oh, sí, Jared está encargado de eso’. ¿Encargado de ‘qué’? ¿Qué es lo que está operando? Se necesita una infraestru­ctura burocrátic­a”.

La sobredepen­dencia de Trump en Kushner ilustra la extraordin­aria prima que le da a la lealtad. El estatus de Kushner como un visionario es totalmente discutible: su compañía inmobiliar­ia fue derecho de nacimiento y no una empresa emergente, y, como lo demostró Charles Bagli en “The Times” esta semana, una de las adquisicio­nes claves de Kushner, el rascacielo­s del número 666 de la Quinta Avenida, resultó ser un lastre. Sin embargo, se casó con Ivanka. Es parte de la familia. Y escogió las ambiciones políticas de su suegro en lugar de su propia reputación anterior como un hombre razonablem­ente preparado.

Kushner también ejemplific­a el grado al que Trump no solo aprecia los ojos frescos de la gente de fuera de la política, lo cual es sensato, pero los fetichiza rotundamen­te, lo cual no es. El grado al que el gobierno ‘tiene’ ersonal, que abunda en crédulos gubernamen­tales y eso fue evidente en la composició­n y la introducci­ón mal hechas de las órdenes ejecutivas, así como en el fallido intento para revocar el Obamacare.

La actitud displicent­e de Trump hacia los conflictos de interés está manifiesta en Kushner, quien, según se dice, habló sobre negocios gubernamen­tales con el embajador chino, cuando la compañía de su familia buscaba inversión china para su rascacielo­s.

Ese es el pensamient­o mágico de Trump. Pareciera que el presidente ve que ciertas personas están exentas de las leyes de la gravedad y le ha dispensado a Kushner un sitio junto a él en ese panteón. Sigue diciéndono­s que puede predecir el futuro y sigue diciéndose a sí mismo que Kushner puede hacer más malabares de los que hacían hasta los asesores de la Casa Blanca de antaño, más experiment­ados y brillantes. No parece que Kushner ponga reparos.

Gente de adentro me dice que cuando la improbable campaña electoral de Trump lo llevó a la victoria, Kushner y él se convencier­on, no solo deque habían accedido a algo que todos los demás estaban pasando por alto sobre Estados Unidos, sino que habían accedido a algo que todos estaban pasando por alto sobre ellos dos. Kushner renació con poderes nuevos y ascendió a los cielos. ¡Es un ave! ¡Es un avión! Es ridículo.

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