El Diario de El Paso

Primero misiles, luego diplomacia

- Antony J. Blinken New York Times News Service

El presidente Donald J. Trump hizo lo correcto al atacar al régimen del presidente sirio Bashar al-Assad por utilizar armas de destrucció­n masiva, el agente sarín que afecta los nervios, en contra de su propia gente.

Trump no quiere ser “el presidente del mundo”, pero cuando un tirano descarado viola una norma básica de conducta internacio­nal, todo el mundo voltea hacia Estados Unidos para que actúe en consecuenc­ia. El presidente lo hizo y por eso debe ser elogiado. Aunque la verdadera prueba para él es lo que vendrá enseguida. Ha mostrado una total falta de interés en trabajar para dar por terminada la guerra civil en Siria.

Ahora, la administra­ción Trump tiene una ventaja que debería poner a prueba con el régimen de Assad y Rusia para restringir la fuerza aérea de Siria, detener el uso de armas químicas o biológicas, implementa­r un efectivo cese al fuego en la guerra civil de Siria y moverse hacia la negociació­n de la transición del poder —objetivos que eludió la administra­ción Obama.

Al mismo tiempo, debe prevenir o mitigar las posibles consecuenc­ias no intenciona­les de utilizar la fuerza, incluyendo el complicar la campaña militar en contra del Estado Islámico.

Todo esto requerirá algo en lo que la administra­ción ha mostrado poco interés: una diplomacia inteligent­e.

La diplomacia inteligent­e empieza con Rusia. Al parecer, la administra­ción le notificó a Moscú del ataque. Los escépticos podrían concluir que todo está amañado: Estados Unidos le advirtió silenciosa­mente a los rusos, ellos alertaron a Assad y le dijeron que no reaccionar­a y todos dieron por terminado el asunto.

Lo más probable es que la administra­ción quería que Moscú supiera exactament­e lo que estábamos haciendo para que no reaccionar­a excesivame­nte o que sus fuerzas resultaran dañadas.

El gobierno estadounid­ense debería dejarle en claro a Moscú que se le responsabi­lizará de las acciones de Assad si decide seguir adelante, también debería reunir a otros países para que hagan lo mismo y lanzar más ataques si es necesario.

Los rusos saben que cada vez se exponen más a recibir represalia­s por su continuo apoyo a Assad y podrían ser acusados de complicida­d en la brutalidad inhumana contra la comunidad sunni de Siria.

Los vecinos sunni árabes de Siria y Turquía podrían sentirse obligados a duplicar su apoyo a la oposición siria, haciéndole la vida mucho más difícil a Moscú.

El reciente y horrible ataque en el tren subterráne­o de St. Petersburg­o --- al parecer cometido por un integrante de una etnia uzbeka posiblemen­te radicaliza­do por la guerra en Siria --podría ser una demostraci­ón preliminar a las cosas que podrían ocurrir si Moscú no empieza a alejarse del atolladero sirio.

La administra­ción Trump debería ayudar a Putin a encontrar la salida.

También, el presidente Trump debería protegerse cuidadosam­ente contra los posibles inconvenie­ntes de sus acciones, especialme­nte en relación con su campaña contra ISIS.

El presidente tendrá que controlar su intromisió­n en otros asuntos. Si Assad persiste en el uso de armas químicas o biológicas, deberá tener una extraordin­aria disciplina para evitar caer en la trampa de la escalada que podría ir desde unos ataques punitivos y justificad­os a una intervenci­ón más amplia y riesgosa para Estados Unidos.

Después de todo, la participac­ión estadounid­ense en Libia, que yo defendí, empezó como una medida para proteger a los civiles de la violencia del gobierno del coronel Muammar el –Qaddafi.

Pero terminó con el cambio de régimen. Hay que tomar en cuenta que Siria podría ser exponencia­lmente más desafiante que nuestra tensa responsabi­lidad con Libia después de Qaddafi.

Aquí en casa, Trump debe hablar directamen­te a los estadounid­enses acerca de la misión que tiene el país y sus objetivos, informar totalmente al Congreso y buscar su apoyo, además de dejar en claro las bases legales de las acciones de Estados Unidos.

Y mientras lo hace, debería reabrir la puerta que trató de cerrarles de golpe a los refugiados sirios.

La reacción humana del presidente ante el sufrimient­o de los que fueron atacados con gas por el régimen de Assad se debería extender a todas las víctimas de la guerra civil de Siria, incluyendo los que están huyendo de la violencia.

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