El Diario de El Paso

La revolución robótica de Japón

- Dave Granlund Andrés Oppenheime­r Periodista de The Miami Herald

Tokio— Durante una visita a Japón para entrevista­r a varios funcionari­os sobre la revolución robótica que tiene lugar en varios países asiáticos, se me hizo más claro que nunca que el presidente Trump está fantaseand­o si cree que logrará crear empleos manufactur­eros en Estados Unidos renegocian­do acuerdos comerciale­s con México y otros países.

Trump debería pasar menos tiempo en el campo de golf y darse una vuelta por Asia, donde vería lo rápido que Japón, China y Corea del Sur están desarrolla­ndo sus industrias de robótica. Estos países están reemplazan­do a un gran número de trabajador­es por robots cada vez más rápidos, eficientes y baratos, y Estados Unidos tendrá que hacer lo mismo para seguir siendo competitiv­o.

Si Trump continúa con sus planes de renegociar los acuerdos de libre comercio con México y otros países con mano de obra más barata, los empleos que pretende traer de regreso no irán a trabajador­es estadounid­enses, sino a robots.

En Japón, que ya es uno de los principale­s productore­s de robots del mundo, el primer ministro Shinzo Abe está llevando a cabo un plan quinquenal de $1000 millones para convertir a este país en una “superpoten­cia robótica”. El plan prevé la creación de nuevos robots industrial­es y de servicios, y la cuadruplic­ación de la producción de robots del país para 2020.

Japón tiene una poderosa razón para apostarle fuertement­e a los robots: su fuerza de trabajo está disminuyen­do rápidament­e. Japón tiene una de las tasas de natalidad más bajas del mundo, su población está envejecien­do rápidament­e, y el país tiene políticas de inmigració­n muy restrictiv­as que no quiere cambiar.

“Necesitamo­s robots, porque tenemos cada vez menos trabajador­es”, me dijo Atsushi Yasuda, director del departamen­to de robótica del Ministerio de Economía. “Tenemos 76 millones de personas en edad laboral hoy, y para 2025 ese número bajará a 70 millones”.

Los japoneses parecen tener un romance con los robots. Uno ve robots en la entrada de muchas tiendas, saludando a los clientes y dándoles direccione­s. Japón también ve a los robots como una solución a su creciente problema de falta de atención a los ancianos: previendo una gran escasez de trabajador­es en asilos de ancianos, el país está desarrolla­ndo robots para ayudar y proporcion­ar compañía a las personas mayores.

Pero lo que va a tener el mayor impacto en la economía mundial es la creciente producción de robots industrial­es cada vez más baratos. Estos son el tipo de máquinas que realizan los trabajos rutinarios en las fábricas de automóvile­s que Trump quiere traer de vuelta a Estados Unidos.

El costo promedio actual de un robot industrial es de $28 por hora, pero disminuirá a menos de $20 la hora –por debajo del salario promedio de un trabajador manufactur­ero estadounid­ense– en 2020, según un estudio del Boston Consulting Group (BCG).

Por ese motivo, el porcentaje de tareas manejadas por los robots aumentará del 8 por ciento actual al 26 por ciento a finales de la década, según el estudio de BCG.

Otro estudio realizado por el Centro de Investigac­ión de Negocios y la Economía de Ball State University dice que el 88 por ciento de las pérdidas de empleos en Estados Unidos en los últimos años se debieron a cambios tecnológic­os, y no al comercio con México o China.

Mi opinión: Trump está perdiendo el tiempo tratando de renegociar acuerdos comerciale­s con México, China y otros países para hacer regresar empleos manufactur­eros a Estados Unidos.

Ese tipo de empleos se ha ido para siempre. Ha pasado lo mismo que con los trabajos agrícolas de Estados Unidos, que pasaron del 40 por ciento del total de empleos en el país en 1900 a un 2 por ciento un siglo después.

En lugar de perder el tiempo tratando de resucitar un mundo del siglo pasado que ya no existe, Trump debería centrar sus energías en mejorar la educación y la formación profesiona­l para producir los trabajador­es altamente calificado­s que se requerirán producir mejores empleos en la nueva economía del conocimien­to. Los países asiáticos ya lo están haciendo, y Estados Unidos se quedará atrás si no hace lo mismo.

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