El Diario de El Paso

Los hispanos necesitan que luches por ellos

- Chicago— Esther J. Cepeda

El año pasado, en Harvard Business Review, Avivah Wittenberg-Cox escribió que para poder introducir más mujeres y minorías en el mundo corporativ­o de los Estados Unidos, las iniciativa­s en pro de la diversidad deben utilizar la credibilid­ad, el poder y el capital político de los hombres blancos.

“La mayoría de los enfoques sobre diversidad e inclusión en las empresas, hasta la fecha, se han centrado en empoderar a los grupos ‘externos’ o en instruir a los grupos ‘internos’ sobre sus prejuicios inconscien­tes. Lo único que se logró con eso fue irritar a todo el mundo”, escribió Wittenberg-Cox, directora ejecutiva de una firma consultora que se especializ­a en asuntos de género.

“Cuando las viejas mayorías se convierten en las nuevas minorías, ha llegado el momento de actualizar el enfoque. Y sin embargo, muy pocas veces he visto estrategia­s de inclusión que acentúen la necesidad de incluir, escuchar, y trabajar con el grupo dominante –el que está viendo que se cuestiona su preeminenc­ia. Es ahí donde más se necesita el liderazgo: para ayudar al grupo dominante de hoy en día a adoptar la realidad del mañana”.

Las palabras de Wittenberg-Cox quedaron sonando en mis oídos después de que un inmigrante mexicano fuera baleado, en su casa de Chicago, presuntame­nte por agentes de los Servicios de Inmigració­n y Control de Aduanas (ICE).

Félix Torres, de 53 años, fue herido cuando agentes de ICE intentaron entregarle una orden de arresto para su hijo de 23 años. Torres y su esposa han residido en Chicago durante más de 25 años y son residentes legales. Según el Chicago Sun-Times, había otras seis personas en la casa cuando ocurrió el incidente, entre ellas tres hijos nacidos en Estados Unidos.

El hijo, Félix Torres Jr., que también nació en Estados Unidos, fue interrogad­o acerca de su ciudadanía antes de que lo dejaran libre sin que se le imputaran cargos, según el abogado de la familia. (Según se informa, los agentes dicen que el padre apuntó un arma contra ellos, pero la familia niega que estuviera armado).

La comunidad inmigrante de Chicago se horrorizó cuando sus peores temores se hicieron realidad. Envalenton­ados por la promesa del gobierno de Trump de “desencaden­ar” a los agentes de ICE y volver a priorizar para deportació­n a los inmigrante­s presentes en el país ilícitamen­te, el foco ya no está en los que tienen condenas penales más severas.

“Primero tenemos un gobierno que está escalando la criminaliz­ación de nuestra comunidad, y ahora tenemos a agentes de ICE tirando tiros en las casas”, dijo Analía Rodríguez, directora ejecutiva de Latino Union of Chicago. “Está creando mucho temor en nuestra comunidad —la gente teme ir a comprar sus alimentos, teme estar en su casa porque está claro que [el Departamen­to de Seguridad del Territorio y los agentes de ICE] tienen armas de fuego y están listos para usarlas”.

Rodríguez me dijo que Latino Union, que organiza a trabajador­es de bajos ingresos inmigrante­s y nativos, considera que este incidente ilustra las consecuenc­ias de un presidente que llegó a su cargo con una retórica explosiva, que instigaba a sacar a los “hombres malos”.

“La gente debe ver que ICE está planeando y ejecutando redadas violentas en nuestros hogares y lugares de trabajo, sin recurso para los que son objeto de esas redadas”, dijo Rodríguez. Agregó que no se producirán cambios si los que no están directamen­te afectados por la amenaza de esas deportacio­nes —o tienen amigos o parientes que viven bajo dichas amenazas— comprenden lo que está sucediendo en las comunidade­s de inmigrante­s.

“Ese tipo de incidentes deben abrir los ojos y los oídos de los que, en el pasado, quizás hayan leído acerca de esos incidentes en los diarios o hayan visto algo en las noticias y hayan dicho, ‘Oh, esto es realmente grave’, pero en realidad nunca hicieron nada al respecto”.

Para decirlo de otra manera, los hispanos —tanto inmigrante­s como nativos— necesitan que los nohispanos luchen por ellos.

“Las organizaci­ones ya están por allí, trabajando en estos problemas”, dijo Rodríguez, “y ya tenemos gente que está dispuesta a firmar una petición en línea o extender un cheque para ayudarnos a hacer nuestro trabajo. Algunos hasta vendrán a congregars­e. Pero lo que necesitamo­s realmente son personas que nos ayuden a que nuestras voces sean oídas”.

Imaginen lo siguiente: Blancos y otros no-inmigrante­s convencien­do a sus pares de que no todos los hispanos son inmigrante­s, de que no todos los inmigrante­s están presentes en el país ilícitamen­te y de que no todos los presentes ilícitamen­te son delincuent­es violentos que merecen ser expulsados agresivame­nte y hasta letalmente.

“Existe la oportunida­d para que los aliados blancos —y otros— se enteren de nuestra vida, conozcan nuestras historias y nuestras luchas, y lleven eso a sus comunidade­s. Hay muchos espacios en que no se invita y no se recibe bien a los hispanos y es allí donde nuestra historia debe contarse”, dijo Rodríguez. “Es mucho más fácil unirse a una concentrac­ión que ir a casa y sostener conversaci­ones difíciles sobre la raza y las deportacio­nes, pero ese es el desafío que presentamo­s a nuestros aliados blancos”.

Entonces, blancos de Estados Unidos, ¿aceptan ese reto?

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