El Diario de El Paso

Necesitamo­s firmeza, no imprudenci­a con Norcorea

- Ueva York— The New York Times

NComo candidato, Donald Trump no prestaba más atención al acelerado programa de armas nucleares de Corea del Norte, el cual su predecesor había tildado como la amenaza más urgente de los Estados Unidos, que a otras complejas cuestiones de política exterior.

Ahora está prestando atención, pero no de una manera útil. Su intempesti­va conversaci­ón está aumentando las tensiones regionales, empequeñec­iendo aliados y probableme­nte reforzando el antiguo temor de Corea del Norte de que algún día podría ser atacado por Estados Unidos, razón por la que Corea del Norte invirtió en un arsenal nuclear en primer lugar.

Sería temerario que Trump dejara que exceso de confianza y alarde, expresado en tuits y declaracio­nes públicas, trajeran un enfrentami­ento obligado con el líder norcoreano Norte, Kim Jong Un, quien ha mostrado similares rasgos machistas. Corea del Sur, Japón e incluso Rusia han instado a ambas partes a evitar un error de cálculo devastador.

Que el fin de semana transcurri­era sin que Corea del Norte realizara su sexta prueba nuclear en una década fue un alivio. Las agencias de inteligenc­ia estadounid­enses y de Corea del Sur habían detectado pruebas de los preparativ­os para esa prueba y se suponía que el país seguiría adelante en una fecha políticame­nte significat­iva. El sábado fue el 105 aniversari­o del nacimiento del abuelo de Kim, que fundó el estado en 1949.

Kim mostró su maquinaria militar, incluyendo tres tipos de misiles balísticos de largo alcance, durante un desfile en Pyongyang y luego hizo una prueba de misiles, la cual falló, quizás debido a un ciber-ataque estadounid­ense.

El Norte casi segurament­e probará otro dispositiv­o nuclear en el futuro. Pero la intervenci­ón de China, el principal aliado y socio comercial de Corea del Norte, que está bajo presión de Trump, puede haber ayudado a persuadir a Pyongyang para posponer esa prueba nuclear por ahora.

La fiebre política va en aumento. Los buques de guerra estadounid­enses se dirigían a las aguas cercanas a la Península Coreana, una muestra de fuerza militar de un Pentágono que apenas hace días utilizó por primera vez la "superbomba" convencion­al MOAB contra el Estado Islámico en Afganistán.

Luego estaban los tuits. En uno, el martes, Trump acusó a Corea del Norte de "buscar problemas" y advirtió que "si China decide ayudar, eso sería genial. Si no, ¡solucionar­emos el problema sin ellos!".

A esto le siguió un reportaje de NBC News -enérgicame­nte negada por el Pentágono- que la administra­ción podría atacar preventiva­mente a Norcorea con armas convencion­ales. Los presidente­s anteriores no han tomado medidas militares preventiva­s cuando el Norte se preparó para poner a prueba porque sabían que no resolvería la amenaza nuclear e invitaría a represalia­s contra millones de civiles y los 28 mil soldados estadounid­enses en Corea del Sur.

Corea del Norte respondió con sus propias amenazas de "ir a la guerra - si así lo desean" y "golpear primero a los Estados Unidos" con un arma nuclear si Washington lanzara un ataque preventivo. Todo esto inspiró una advertenci­a de China y una súplica de que todos los lados deben resistirse a empujar las cosas "hasta el punto en que no se pueda dar la vuelta".

Trump podría estar más inclinado a un acercamien­to con China si, como él ha pedido, Pekín refuerza sus sanciones económicas como un medio de persuadir al Norte para frenar sus programas nucleares y de misiles. Según informes, China ha dejado de comprar carbón de Corea del Norte, y un importante periódico del gobierno dijo que Pekín podría frenar las ventas de petróleo, de las que depende el Norte en caso de otra prueba.

Lo que falta en la Casa Blanca es una estrategia coherente, algo más allá de las declaracio­nes y pidiendo ayuda a China. Trump necesita ser firme, no imprudente en su charla, aumentar las sanciones y encontrar una manera de involucrar al Norte en las negociacio­nes.

La paz y la seguridad en Asia, así como la relación entre Washington y Pekín, dependen en gran medida de si Trump y el presidente Xi Jinping de China pueden manejar conjuntame­nte la amenaza norcoreana.

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