Cómo resolver la crisis con Corea del Norte
Después de una revisión de dos meses, la administración Trump determinó implementar una política que enfatiza la presión –incluyendo la amenaza de fuerza militar y nuevas sanciones– contra Corea del Norte.
Si bien la teoría es que al hacerlo persuadiría a Corea del Norte para que detenga su comportamiento provocativo, regrese a las negociaciones y abandone sus armas nucleares, no funcionará de esa manera.
Estas amenazas harán que el gobierno de Corea del Norte sea más propenso a seguir adelante con sus programas nucleares y de misiles, envolviendo a los Estados Unidos en una crisis en la península coreana que podría escalar fuera de control.
Durante más de 60 años, Corea del Norte ha resistido con éxito no sólo la presión de grandes potencias, principalmente Estados Unidos, sino también intentos de manipulación por parte de sus aliados, la Unión Soviética y China. Esto refleja un nacionalismo fuerte, pero también un principio querido por los norcoreanos: que como un país pequeño en una confrontación de vida o muerte con la nación más poderosa del mundo, cualquier exhibición de debilidad equivaldría a un suicidio nacional.
Una visión duradera y profundamente arraigada en Pyongyang es que la verdadera agenda de Washington es deshacerse del régimen norcoreano debido a la amenaza militar que plantea a los aliados estadounidenses como Corea del Sur y Japón, sus violaciones generalizadas a los derechos humanos y ahora su arsenal nuclear.
El secretario de Estado Rex Tillerson trató de tranquilizar al norte durante su visita a Tokio el mes pasado, diciendo: “Corea del Norte y su gente no deben temer a Estados Unidos o a sus vecinos de la región que buscan vivir en paz con Corea del Norte”. Pero la afirmación del vicepresidente Mike Pence en Seúl esta semana de que Estados Unidos busca poner fin a la represión en Corea del Norte, vista desde Pyongyang, se traduce claramente en una política de cambio de régimen.
Amenazas como estas refuerzan una visión en Pyongyang de que Corea del Norte necesita armas nucleares para protegerla contra un país mucho más grande y mucho más poderoso.
El gobierno de Trump también puede estar equivocado si cree que China controlará a Corea del Norte. El esfuerzo del presidente Trump por establecer una cooperación con China, junto con la amenaza de una acción militar norteamericana contra el Norte, parece dar algunos resultados, ya que China recientemente amenazó con imponer nuevas sanciones a Corea del Norte.
Pero, ¿hasta dónde irá China? Hay preocupaciones legítimas en Pekín de que demasiada presión económica sobre Corea del Norte desencadene inestabilidad peligrosa allí. Por otra parte, los nortecoreanos son tan propensos a resistirse a las tácticas de presión china como lo son a la presión estadounidense.
La mayoría de los observadores olvidan que el arsenal nuclear de Corea del Norte está dirigido a China, así como a Estados Unidos y sus aliados. En las próximas semanas, la combinación de la subestimación de la intransigencia de Corea del Norte y la sobreestimación de la influencia de China expondrá la incapacidad de la administración de Trump para detener el programa nuclear de Corea del Norte y podría aumentar las tensiones.
Si el curso actual de la administración Trump continúa, conducirá a un callejón sin salida. Pyongyang avanzará con sus programas nucleares y de misiles, las amenazas estadounidenses sonarán cada vez más huecas si no se ejerce la fuerza debido a los riesgos muy reales de desencadenar una respuesta militar de Corea del Norte contra Corea del Sur y Japón y el apoyo de Pekín se ablandará como una forma de salir de las tensiones.
Como resultado, la administración terminará en jaque. Sus únicas opciones para retroceder a la política fallida de la administración Obama de “paciencia estratégica” o duplicar las sanciones de China, así como desplegando más defensa antimisiles a la región.
Pero el tiempo no está del lado del presidente Trump. La administración debe considerar seriamente la posibilidad de alejarse de la presión para reanudar pronto el diálogo con Corea del Norte. El siguiente paso para la administración debería ser iniciar “conversaciones sobre negociaciones”, permitiendo que ambas partes expresen sus preocupaciones. Si se encuentra un terreno común –y si el Norte está dispuesto a abordar el objetivo de lograr finalmente una península coreana libre de armas nucleares– los dos pasarán a la reanudación de las negociaciones formales.
No hay garantías de que este enfoque funcione. Pero Trump no sólo cuando menos debe combinar una ofensiva diplomática seria con sus veladas amenazas de un ataque militar. Esto reforzaría la cooperación con China y daría a Pyongyang una forma de retroceder dignamente de un conflicto militar.