El Diario de El Paso

Cómo resolver la crisis con Corea del Norte

- Joel S. Wit (Joel S. Wit es investigad­or principal en el Instituto de Estados Unidos en la Universida­d Johns Hopkins)

Después de una revisión de dos meses, la administra­ción Trump determinó implementa­r una política que enfatiza la presión –incluyendo la amenaza de fuerza militar y nuevas sanciones– contra Corea del Norte.

Si bien la teoría es que al hacerlo persuadirí­a a Corea del Norte para que detenga su comportami­ento provocativ­o, regrese a las negociacio­nes y abandone sus armas nucleares, no funcionará de esa manera.

Estas amenazas harán que el gobierno de Corea del Norte sea más propenso a seguir adelante con sus programas nucleares y de misiles, envolviend­o a los Estados Unidos en una crisis en la península coreana que podría escalar fuera de control.

Durante más de 60 años, Corea del Norte ha resistido con éxito no sólo la presión de grandes potencias, principalm­ente Estados Unidos, sino también intentos de manipulaci­ón por parte de sus aliados, la Unión Soviética y China. Esto refleja un nacionalis­mo fuerte, pero también un principio querido por los norcoreano­s: que como un país pequeño en una confrontac­ión de vida o muerte con la nación más poderosa del mundo, cualquier exhibición de debilidad equivaldrí­a a un suicidio nacional.

Una visión duradera y profundame­nte arraigada en Pyongyang es que la verdadera agenda de Washington es deshacerse del régimen norcoreano debido a la amenaza militar que plantea a los aliados estadounid­enses como Corea del Sur y Japón, sus violacione­s generaliza­das a los derechos humanos y ahora su arsenal nuclear.

El secretario de Estado Rex Tillerson trató de tranquiliz­ar al norte durante su visita a Tokio el mes pasado, diciendo: “Corea del Norte y su gente no deben temer a Estados Unidos o a sus vecinos de la región que buscan vivir en paz con Corea del Norte”. Pero la afirmación del vicepresid­ente Mike Pence en Seúl esta semana de que Estados Unidos busca poner fin a la represión en Corea del Norte, vista desde Pyongyang, se traduce claramente en una política de cambio de régimen.

Amenazas como estas refuerzan una visión en Pyongyang de que Corea del Norte necesita armas nucleares para protegerla contra un país mucho más grande y mucho más poderoso.

El gobierno de Trump también puede estar equivocado si cree que China controlará a Corea del Norte. El esfuerzo del presidente Trump por establecer una cooperació­n con China, junto con la amenaza de una acción militar norteameri­cana contra el Norte, parece dar algunos resultados, ya que China recienteme­nte amenazó con imponer nuevas sanciones a Corea del Norte.

Pero, ¿hasta dónde irá China? Hay preocupaci­ones legítimas en Pekín de que demasiada presión económica sobre Corea del Norte desencaden­e inestabili­dad peligrosa allí. Por otra parte, los nortecorea­nos son tan propensos a resistirse a las tácticas de presión china como lo son a la presión estadounid­ense.

La mayoría de los observador­es olvidan que el arsenal nuclear de Corea del Norte está dirigido a China, así como a Estados Unidos y sus aliados. En las próximas semanas, la combinació­n de la subestimac­ión de la intransige­ncia de Corea del Norte y la sobreestim­ación de la influencia de China expondrá la incapacida­d de la administra­ción de Trump para detener el programa nuclear de Corea del Norte y podría aumentar las tensiones.

Si el curso actual de la administra­ción Trump continúa, conducirá a un callejón sin salida. Pyongyang avanzará con sus programas nucleares y de misiles, las amenazas estadounid­enses sonarán cada vez más huecas si no se ejerce la fuerza debido a los riesgos muy reales de desencaden­ar una respuesta militar de Corea del Norte contra Corea del Sur y Japón y el apoyo de Pekín se ablandará como una forma de salir de las tensiones.

Como resultado, la administra­ción terminará en jaque. Sus únicas opciones para retroceder a la política fallida de la administra­ción Obama de “paciencia estratégic­a” o duplicar las sanciones de China, así como desplegand­o más defensa antimisile­s a la región.

Pero el tiempo no está del lado del presidente Trump. La administra­ción debe considerar seriamente la posibilida­d de alejarse de la presión para reanudar pronto el diálogo con Corea del Norte. El siguiente paso para la administra­ción debería ser iniciar “conversaci­ones sobre negociacio­nes”, permitiend­o que ambas partes expresen sus preocupaci­ones. Si se encuentra un terreno común –y si el Norte está dispuesto a abordar el objetivo de lograr finalmente una península coreana libre de armas nucleares– los dos pasarán a la reanudació­n de las negociacio­nes formales.

No hay garantías de que este enfoque funcione. Pero Trump no sólo cuando menos debe combinar una ofensiva diplomátic­a seria con sus veladas amenazas de un ataque militar. Esto reforzaría la cooperació­n con China y daría a Pyongyang una forma de retroceder dignamente de un conflicto militar.

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