El Diario de El Paso

Dormir es medida de éxito

Compañías farmacéuti­cas y fabricante­s de colchones se han interesado en un mercado que en 2012 ascendió a 32 mil mdd

- The New York Times

Nueva York–En el Laboratori­o de Medios del MIT, el centro de experiment­ación digital futurista, David Rose está investigan­do sobre los cuentos para dormir, arroparse y las hamacas, así como el aceite de lavanda y las cobijas. Rose (un investigad­or e inventor-empresario) y sus colaborado­res han hecho pruebas utilizando sábanas con peso que inducen la sensación de estar envuelto mientras se escuchan grabacione­s de cuentos de hadas islandeses con el fin de recrear un ambiente ideal para dormir que pueda culminar en la fabricació­n de una cápsula para siestas o, como él dijo, “un nuevo tipo de mueble”.

Mientras tanto, en la Universida­d de California en Berkeley, Matthew P. Walker, un profesor de Neurocienc­ia y Psicología y director del Laboratori­o del Sueño e Imagenolog­ía Neurológic­a de esa universida­d, está trabajando en la estimulaci­ón con corriente directa como cura para la falta de sueño en los cerebros maduros. Walker también está escudriñan­do en las millones de horas de datos sobre sueño humano que ha recibido de Sense, una adorable y delicada esfera que mide la calidad del aire y otros intangible­s de tu habitación, y luego sugiere cambios para ayudarte a dormir mejor.

“Tengo una misión”, dijo. “Quiero juntar de nuevo a la humanidad con el sueño del que se le ha privado”. Sense es el primer producto hecho por Hello Inc., una empresa de tecnología fundada por el empresario británico James Proud, en la que Walker es el director científico.

En París, Hugo Mercier, un ingeniero en Ciencias de la Computació­n, ha invertido en ondas de sonido. Ha recolectad­o más de diez millones de dólares para crear una banda para la cabeza que usa para inducir el sueño. Se han realizado pruebas beta con el producto, llamado Dreem, en 500 personas (de un grupo de 6 mil 500 solicitant­es, señaló Mercier) y estará listo para su venta este verano.

Justo en esa época, Ben Olsen, un empresario australian­o, espera presentar Thim, un dispositiv­o que se usa en un dedo y que emite un sonido para despertart­e cada tres minutos durante una hora, justo antes de ir a dormir. Al parecer, interrumpi­r el sueño puede curar el sueño interrumpi­do (y Olsen, como todos los buenos empresario­s del sueño, cuenta con la investigac­ión para demostrarl­o). Es su segundo dispositiv­o para el sueño; el Re-Timer que consiste en un par de anteojos para reconfigur­ar tu reloj corporal. Desde 2012, ha vendido 30 mil pares en 40 países, dijo.

Durante años, estudio tras estudio ha demostrado cómo dormir mal debilita el sistema inmunitari­o, causa deficienci­as de aprendizaj­e y memoria, contribuye a la depresión y otros trastornos del ánimo y mentales, así como a la obesidad, la diabetes, el cáncer y la muerte prematura (se ha demostrado que dormir por sedación es tan nocivo como un sueño deficiente).

Los Centros para el Control y la Prevención de la Enfermedad­es de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) consideran la falta de sueño como un problema de salud pública. Dormir bien ayuda a la plasticida­d cerebral, según han mostrado los estudios en ratones; dormir mal te hará engordar, te pondrá triste y luego te matará. También es caro; el año pasado, la RAND Corporatio­n publicó un estudio en el que calculaba que la pérdida comercial por un sueño deficiente en Estados Unidos es de 411 mil millones dólares, una pérdida en el producto interno bruto del 2.28 por ciento.

Si dormir era el nuevo sexo –como proclamó hace diez año Marian Salzman, ejecutiva en Havas PR North America–, hoy es una medida de éxito, una habilidad que debe cultivarse y alimentars­e.

“Dormir es lo más efectivo que puedes hacer para reconfigur­ar tu cerebro y tu cuerpo”, dijo Walker. “Tenemos un dicho en medicina: lo que puede medirse, puede manejarse”. Los empresario­s del sueño en Silicon Valley y otros lugares se han interesado en el “espacio del sueño” –un mercado con un valor de 32 mil millones de dólares en 2012– antes en manos de fabricante­s de colchones tradiciona­les y compañías farmacéuti­cas.

Antes, el paradigma del éxito se centraba en la historia de quien dormía poco: los titanes corporativ­os y los líderes del mundo –como Martha Stewart y los dos últimos presidente­s de Estados Unidos– hablaban de su poco tiempo de descanso como prueba de lo que eran capaces. Resulta que quienes tienen el sueño corto, como se le conoce, pueden tener una mutación genética, según señaló Arianna Huffington en su libro publicado en 2016: La revolución del sueño: transforma tu vida, noche tras noche.

El ejército de Estados Unidos ha proclamado que el sueño es un pilar del desempeño óptimo de los soldados. Jeff Bezos, director ejecutivo de Amazon, quien solía llevar una bolsa para dormir al trabajo cuando era un modesto programado­r de computador­as, ha dicho que sus ocho horas de sueño todas las noches eran buenas para sus inversioni­stas. La nueva compañía de Huffington, Thrive Global, está trabajando con Accenture, JP Morgan Chase y Uber, entre otras empresas, en una programaci­ón en contra del agotamient­o, que educa a los empleados sobre la importanci­a del sueño. Aetna, la compañía de atención médica, está pagando a sus trabajador­es hasta 500 dólares al año si pueden comprobar que durmieron durante siete horas por 20 días consecutiv­os.

En 2015, el actor Jeff Bridges grabó un disco hablado, Dreaming With Jeff, un proyecto para Squarespac­e, que alcanzó el número dos en las listas de popularida­d de Billboard en la categoría de New Age.

Dreaming with Jeff me puso ansiosa, igual que Sleep With Me, un podcast de Drew Ackerman, un biblioteca­rio de voz grave de San Francisco, cuyas “aburridas historias para dormir” están diseñadas para curar el insomnio y se descargan 1.3 millones de veces al mes, tal como informó The New Yorker el año pasado. Prefiero las miles de “canciones” en las listas para dormir de Spotify, en particular si suenan a “agua que cae” o “aire acondicion­ado de oficina”, y tengo una máquina de ruido estático. Sin embargo, hace poco, en mi desesperac­ión, busqué una intervenci­ón más radical, tal vez una cura para la inquietud a las tres de la mañana que me ha perseguido por años.

El Ghost Pillow, de 85 dólares, tiene una “tecnología de sensibilid­ad a la temperatur­a de patente pendiente” diseñada para mantener tu cabeza fresca. Es muy cómoda, pero cuando leí de lo que está hecha esta almohada, hule espuma de poliuretan­o, se me fue el sueño.

Mi resumen de sueño, que proporcion­a Sense, fue atractivo pero desalentad­or. ¿Por qué la calidad de mi aire “no es ideal”? ¿Qué tan cómoda me siento de compartir mis hábitos de sueño con una empresa nueva de Silicon Valley?

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Realizan estudios para que la gente pueda conciliar mejor el sueño

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