Cien días cubriendo a Trump
Washington—El público que llenaba la biblioteca presidencial Ronald Reagan explotó en aplausos. Era apenas el segundo debate entre los aspirantes a la candidatura del Partido Republicano y Donald Trump ya sabía qué tipo de campaña quería montar y qué tipo de país pensaba gobernar.
Desde el lugar que ocupaba en el escenario junto a Jeb Bush, Trump le recriminó al ex gobernador de Florida por haber hablado en español durante un evento de campaña. “En este país hablamos inglés, no español”, gritó Trump.
Luego de asegurar la nominación de su partido, Donald Trump se convirtió en el primer candidato republicano en décadas en ignorar a los medios hispanos y a los millones de electores que confían en estas plataformas como su principal, y en muchos casos, su única fuente de información. Su campaña incluso rompió con una larga tradición bipartidista de ofrecer contenidos sobre sus propuestas en español. Durante toda la campaña Trump habló mucho de los latinos, pero nunca habló con ellos. Una señal de lo que estaba por venir.
Un día después de su inauguración, el equipo del nuevo presidente ordenó bajar la página en español de la Casa Blanca, la cual se ha mantenido así durante estos tres meses. Con la excepción de dos personas, los principales miembros de la administración y del gabinete se han mantenido alejados de la prensa hispana. El gobierno de Estados Unidos reducido a solo dos voces.
La actitud de Trump muestra el desprecio que tiene por la diversidad que distingue al país que hoy dirige. Durante los últimos 98 días he tenido la oportunidad de encabezar la cobertura que Univision realiza desde Washington y de ser testigo de la forma en la que esta Casa Blanca pretende excluir a 55 millones de latinos de la conversación nacional.
Trump y su equipo cometen un error al pensar que no necesitan conectar y mucho menos responder a las inquietudes de los hispanos. La nueva administración se niega a reconocer la importancia de la minoría más grande del país y hacerlo no solo tendrá consecuencias en su futuro electoral, sino en la capacidad para gobernar de manera efectiva hoy.