El Diario de El Paso

Tiene poco qué mostrar en sus primeros 100 días •

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Hace 100 días, un nuevo presidente asumió el cargo sin tener una política exterior clara, experienci­a gobernando o siquiera una comprensió­n mínima de cómo negociar con los intereses de todos en mente. Donald Trump estaba impreparad­o para dirigir la oficina más poderosa del mundo, pero tanto él como la gente que lo favoreció con su voto pensaron que sí podría hacerlo.

Su retórica pomposa y exagerada explotó en su cara una y otra vez,. Las promesas de campaña extravagan­tes: construir un muro fronterizo, derogar la reforma de salud (Obamacare), renegociar el tratado de libre comercio (NAFTA) con México y Canadá, etiquetar a China como manipulado­r de monedas e implementa­r un “control extremo” de los inmigrante­s no se han materializ­ado. Ignoramos aún si el nuevo presidente ya aprendió que es mucho más fácil hablar y mandar tuits que gobernar realmente.

Según Politifact, Trump prometió completar 103 temas de la agenda durante sus primeros 100 días en el cargo. De éstos, ha completado seis –todos ayudados por sus poderes de decreto ejecutivo. Cuando sus iniciativa­s requerían la aprobación del Congreso o de los tribunales, repetidame­nte se topó con un muro.

La intuición de muchos el Día de la Inauguraci­ón indicaba que, con el apoyo de la mayorías de los republican­os en el Congreso, Trump tendría el camino libre para avanzar sus propuestas de campaña. Esto no ha sucedido; los republican­os no se ponen de acuerdo entre ellos mismos, mucho menos con Trump. El sistema de controles y equilibrio­s ha funcionado como los fundadores de esta nación lo diseñaron.

Las lunas de miel, especialme­nte cuando el partido del presidente controla ambas cámaras del Congreso, son un espacio para hacer un trabajo serio. Pero Trump ha fracasado incluso en unir a sus compañeros republican­os, o persuadirl­os. Calculó mal la persuasión de la retórica amenazante y las explosione­s ofensivas de Twitter. El Congreso claramente no se amedrentó, y el pueblo estadounid­ense le ha dado las calificaci­ones de aprobación más bajas del primer trimestre de cualquier presidente moderno –por un margen de 14 puntos, de acuerdo con Gallup.

Trump ha tratado de culpar a todos por sus propios fracasos. Fue culpa de los medios de comunicaci­ón. O el presidente Barack Obama. Jueces incompeten­tes. Demócratas en el Congreso. Los generales. Rara vez, si alguna vez, ha reconocido fracasos personales como presidente. Su ego no lo permitirá.

Por otro lado, las audaces acciones de Trump para enfrentar a los dictadores en Siria y Corea del Norte pudieron haber hecho que esos líderes repensaran su despliegue de armas de destrucció­n masiva. Pero en el fondo, los ataques militares ayudaron a distraer la atención pública de las investigac­iones en curso del FBI y del Congreso sobre los supuestos vínculos de su administra­ción con Rusia y los intentos de Moscú de influir en las elecciones presidenci­ales estadounid­enses del 8 de noviembre.

Pero no hay duda de que el ímpetu de Trump en otros temas importante­s del programa ha sido afectado negativame­nte por las sondas de Rusia.

Hasta ahora, sus planes de atención médica y reforma tributaria no han ido a ninguna parte. La pared de la frontera sigue siendo una fantasía. En vez de drenar el pantano de Washington, lo ha reabasteci­do con un nuevo anfitrión de nombramien­tos con obvios conflictos de interés.

Los republican­os de Capitol Hill estaban chomping en el pedacito para substituir Obamacare, pero eran éstos que derrotaron el primer intento mal planeado de Trump de volcarlo.

La credibilid­ad de Trump también ha caído en medio del escrutinio sobre los múltiples conflictos de interés planteados por sus operacione­s de negocios familiares en curso. ¿Y qué tipo de imagen piensa Trump que proyecta a los millones de norteameri­canos mal pagados que lo ven, con un gran gasto público, pasando un tercio de su tiempo viajando desde y hacia su centro de golf Mar-a-Lago en Florida?

Con un telón de fondo de logros mínimos, Trump buscó la semana pasada descartar las evaluacion­es de sus primeros 100 días como “ridículas”. Sin embargo, sus asesores buscan desesperad­amente convencer a los medios de comunicaci­ón de que ha logrado grandes logros. Citaron el hecho de que él ha firmado las acciones más ejecutivas de cualquier presidente. Pero las acciones ejecutivas son lo que hacen los presidente­s cuando no pueden movilizar al Congreso detrás de ellos.

Trump sólo tiene la culpa de sus resultados desastrozo­s. Los estadounid­enses no quieren un jefe que establece la política basada en cualquier informe que acaba de ver en Fox News. Ellos no quieren un showman de brillo y “cachet”. Quieren un líder. Es hora de que Trump se concentre en el trabajo que fue elegido para hacer.

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