Con su declaración puede cimbrar el sistema
Los estados de ánimo del presidente Donald Trump en torno al comercio siguen siendo oscilantes. Se salió de sus cabales al vituperar en contra del tratado comercial, de cinco años de antigüedad, entre Estados Unidos y Corea del Sur, irritando a dicho aliado precisamente cuando sabe que necesita de la cooperación de Seúl para hacerle frente a Corea del Norte.
Por el otro lado, Trump decidió no retirarse del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), en parte debido a que los líderes de Canadá y México le pidieron cordialmente que no lo hiciera, y debido, tal como él lo dijo, semejante noticia habría sido “enorme, y hubiera cimbrado al sistema”. En lugar de hacer trizas el pacto de 23 años de antigüedad, Trump lo renegociará. Gracias al cielo por los pequeños favores –aunque de hecho la administración ya había telegrafiado su pragmático alejamiento de la estridente retórica de campaña anti-NAFTA del presidente desde hace un mes, en la forma de una carta filtrada al Congreso, estableciendo una (relativamente moderada) agenda para las negociaciones comerciales con nuestros vecinos del norte y el sur.
Una declaración con la intención de abandonar el NAFTA habría de hecho perturbado las establecidas expectativas sobre las que dependen cientos de miles de millones de dólares en inversiones y millones de trabajos. Al ceder ante dicha realidad, Trump, de manera táctica concedió que el famoso pacto no es el “desastre” que en repetidas ocasiones ha dicho que es, sino algo que no podemos simplemente desechar. De hecho, el NAFTA ha sido en un sentido general, sino es que modesto, una fuerza positiva de crecimiento y modernización en las economías de Estados Unidos, México y Canadá, y cuyos difuminados beneficios para los estadounidenses, en términos de exportaciones expandidas y bajos precios en una gran variedad de productos, han compensado las pérdidas de empleos y otros costos concentrados a nivel local.
En cuanto a renegociar el tratado, la administración de Obama de hecho incluyó algunos ajustes a las relaciones comerciales con Canadá y México en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), el cual Trump abandonó antes de que entrara en vigor, diciendo que era aún peor que el NAFTA. Por ejemplo, el TPP habría permitido las exportaciones estadounidenses de productos lácteos en el notoriamente protegido mercado de Canadá –precisamente la cuestión que ocasionó que Trump (y los demócratas de aquellos estados que dependen de la producción de lácteos) despotricara contra Canadá este mes. Una nueva negociación del NAFTA podría también ser una oportunidad para finalmente resolver los reclamos tan longevos, sino es que exagerados, de la industria maderera estadounidense en torno a las importaciones canadienses, a las cuales Trump les ha dado recientemente la bienvenida.
Más allá de intentar reinventar ese engrane en particular, los negociadores de Trump también podrían enfocarse en las normas de contenido doméstico que regulan a la industria automotriz en América del Norte. Siendo aún muy pequeñas e ineficientes cuando se firmó el NAFTA, las crecientes fábricas de ensamblaje automotriz en México ahora pueden suministrar el 30 por ciento de todas las importaciones de autos en Estados Unidos. Los autos y autopartes que se venden libres de aranceles dentro del área del NAFTA deben ser, al menos en un 60 por ciento, fabricados en Estados Unidos, Canadá o México, de acuerdo con el tratado. Pero dicha norma puede ser reforzada tanto como una cuestión política y como el precio político por un mayor apoyo estadounidense para el pacto en general.
¿De qué manera una relación, con décadas de antigüedad, no podría beneficiarse de unos cuantos ajustes? Si eso es todo lo que Trump tiene en mente para el NAFTA, después de tanto refunfuñar –si su nuevo pragmatismo es verdadero– entonces Canadá y México deberán estar dispuestos a negociar. Pero si su cambio de actitud es simplemente temporal, la buena fe de nuestros asociados no será suficiente para salvaguardar el libre comercio en el hemisferio norte.