El Diario de El Paso

CALLAN PARA EVITAR DEPORTACIO­NES

Bajan denuncias de ataque sexual y violencia doméstica por miedo a ser regresadas a su país

- Jennifer Medina/The New York Times

Los Ángeles— La violencia doméstica siempre ha sido un delito notoriamen­te difícil de encausar. A menudo las víctimas tardan años en pedir auxilio, mientras que con frecuencia hay que persuadirl­as a atestiguar contra sus agresores. Y para numerosas víctimas indocument­adas, dar ese paso se ha vuelto demasiado difícil por los temores de que el Gobierno las detenga y deporte si presentan cargos, de acuerdo con funcionari­os policiacos, abogados y activistas de alrededor de Estados Unidos.

Desde las elecciones presidenci­ales se ha registrado un drástico descenso en los reportes de ataque sexual y violencia doméstica entre la población hispana nacional, mientras que muchos expertos atribuyen la baja al miedo a las deportacio­nes. Funcionari­os policiacos de varias ciudades, entre ellas Los Ángeles, Houston y Denver, consideran que la consecuenc­ia más peligrosa de los cambios de políticas y las duras declaracio­nes en torno a la inmigració­n es la menor cantidad de inmigrante­s dispuestos a acudir a la policía.

El presente año el número de hispanos que han reportado violacione­s en Houston ha descendido más de 40 por ciento respecto al mismo período del año pasado, dijo este mes Art Acevedo, jefe del Departamen­to de Policía de Houston. El descenso, añadió, “da la impresión de ser la forma como la gente empieza a dejar de reportar los delitos”.

Este año en Los Ángeles, los reportes de violencia doméstica entre los hispanos han caído 10 por ciento y los reportes de agresión sexual 25 por ciento a comparació­n de hace un año, bajas que Charlie Beck, jefe del Departamen­to de Policía, dijo probableme­nte se deban al temor al gobierno federal. Docenas de prestadore­s de servicios y abogados entrevista­dos señalaron que las mujeres inmigrante­s estaban optando por no reportar los maltratos ni fincar cargos.

“Siempre hemos dicho a nuestras clientes que no se preocupen aunque sean indocument­adas –los policías van a protegerla­s–, dijo Kate Marr, directora ejecutiva de la Sociedad de Asistencia Legal del Condado Orange, en California. Sin embargo, hoy en día el nivel de temor es muy distinto a lo que ella había visto en sus casi 20 años de trabajo con sobrevivie­ntes de la violencia doméstica, explicó.

“Es como si no les hubiéramos dicho nada a nuestras clientes”, dijo. “Imaginar lo que pasaría si esto continúa desmoraliz­a y asusta mucho”.

El miedo entre las inmigrante­s se intensific­ó a raíz de un caso registrado en El Paso, donde en febrero agentes de Inmigració­n y Aduanas arrestaron a una mujer minutos después de haber recibido una orden restrictiv­a contra el hombre que dijo había abusado de ella. Esta semana la Comisión sobre Derechos Civiles de Estados Unidos, una instancia independie­nte bipartidis­ta, exhortó a funcionari­os federales a reconsider­ar sus tácticas de arrestos en los juzgados. La organizaci­ón señaló que el caso texano y otros arrestos en los tribunales estaban asustando a inmigrante­s en todo el país.

Laura’s House, que cada año ayuda a cientos de víctimas de violencia doméstica en el condado Orange, pregunta en forma rutinaria su estado inmigrator­io a las clientes a fin de poder ayudarlas a solicitar visas de protección en caso necesario. Con la visa “U”, las víctimas de ciertos delitos obtienen permiso para permanecer en Estados Unidos si colaboran con la policía –y a menudo la promesa de una visa convence de dar la cara a las víctimas de ataques sexuales y violencia doméstica.

Anteriorme­nte, casi la mitad de los más de 70 casos nuevos que recibía al mes Laura’s House procedían de inmigrante­s indocument­adas. Durante los últimos tres meses, dicha cifra ha bajado a menos de uno a la semana.

Muchas mujeres comparten las inquietude­s de April, de 23 años, quien esperó años a presentar cargos contra el padre de sus hijos.

“Llamaba a la policía usando otro nombre o pidiéndole a alguna vecina que llamara”, contó Abril. “Cuando él venía por mí, decía que me regresaría­n a México y que nunca volvería a ver a mis hijos. Por mucho tiempo le creí”.

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DesDe las elecciones presidenci­ales se ha registrado un descenso contra los agresores

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