El Diario de El Paso

Cómo rescatar una presidenci­a debilitada

- Washington— Jennifer Rubin

El presidente Donald Trump se sorprende continuame­nte por lo obvio: la atención de la salud es difícil, la presidenci­a es más difícil que dirigir una empresa familiar privada sin rendición de cuentas.

Newt Gingrich comentó: “Creo que él está mucho más consciente de lo complicado que es el mundo, todo esto será más difícil de lo que él pensaba que sería porque creo que tenía la vieja idea americana de que corres para el cargo, ganas, luego la gente se comporta como si hubieras ganado “. Eso no es anticuado; Eso es incorrecto, el producto de una mente no curiosa, un alcance de atención atrofiado y el temperamen­to juvenil.

Su grandiosid­ad –una ardiente necesidad de impresiona­ntes victorias rápidas– ha llevado a su presidenci­a a la zanja. Cuanto más reflexiona sobre la revocación de Obamacare e insiste en el “mayor recorte de impuestos en la historia”, menos se va a lograr. Lo mejor que sus asesores pueden hacer por él es aflojar su agarre en extremos gigantesco­s, inalcanzab­les y trabajar en medianas victorias bipartidis­tas.

Él podría tomarle la palabra al líder de la minoría del Senado, Chuck Schumer, demócrata por N.Y. El viernes, Schumer dijo en el Senado: “El presidente Trump podría haber elegido pasar sus primeros 100 días trabajando con los demócratas para encontrar consenso en temas como el empleo, el comercio, la subcontrat­ación y la infraestru­ctura: lugares en los que tenemos un terreno común”. Añadió: “Le dije muchas veces que si gobernaba desde el centro, su presidenci­a tendría algún éxito”.

Podría haber agregado a la lista: la reforma adicional de la Administra­ción de Veteranos, expansión de oportunida­des de educación post-secundaria, reforma tributaria corporativ­a neutral de ingresos y reforma de nuestro sistema legal de inmigració­n. En algún lugar del listado hay algunos elementos que puede arrancar, ofrecer trabajar con los demócratas y demostrar así que realmente se preocupa por las vidas de los estadounid­enses comunes.

Trump y el Partido Republican­o superaron y subestimar­on su agenda de apertura. Los demócratas se quejaron justificad­amente de que hubo poca o ninguna consulta con ellos sobre los grandes temas del programa. Las políticas que surgieron de los republican­os de la Casa Blanca y de la Cámara (sobre la prohibició­n de los musulmanes, las ciudades de los santuarios, la atención de la salud) fueron redactadas apresurada­mente, defectuosa­s y, por tanto, poco atractivas. No es de extrañar que se detuvieron.

Moderación y estabilida­d, por decirlo suavemente, no son cualidades que le nacen fácilmente a Trump. Pero eso es lo que se suele hacer que la gobernabil­idad sea exitosa: pequeños y medianos pasos alcanzados sobre una base bipartidis­ta. Si esto suena como el enfoque de algunos gobernador­es del Medio Oeste, lo es. Cuando miras al Corazón del País, donde ganó Trump (Michigan, Ohio, Wisconsin), ves gobernador­es republican­os trabajando obstinadam­ente con una mezcla de legislador­es demócratas y republican­os para alcanzar logros concretos. Curiosamen­te, cada uno de estos gobernador­es del Partido Republican­o ganó un segundo mandato en 2014. (John Kasich en Ohio obtuvo el 63 por ciento de los votos).

La manera de bajar el partidismo y concretar las cosas es reducir la ambición y buscar oportunida­des que la otra parte no encuentra totalmente objetables. Por ejemplo, en la atención de la salud, ¿por qué no seguir un proyecto de ley para aumentar las opciones de atención de salud rural, algo que ambas partes reconocen es un problema? El presidente de la Cámara de Representa­ntes, Paul D. Ryan, republican­o de Wisconsin, puede seguir rechazando y reemplazan­do, pero mientras tanto se podría lograr un resultado positivo.

Desafortun­adamente, nadie en el círculo íntimo de Trump - incluso los tipos más sanos (por ejemplo, Gary Cohn) tiene experienci­a gobernante. Tal vez se darán cuenta a lo largo del camino que la fanfarrone­ría, la grandiosid­ad y la intimidaci­ón pueden funcionar en los bienes raíces de Nueva York bienes raíces, pero son espectacul­armente inútiles en la política.

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