El Diario de El Paso

‘AQUí NO HAY ASILO’

- The New York Times

Tijuana— Francisca, Armando y sus dos hijos llegaron a Estados Unidos a finales de febrero. Tenían hambre, estaban exhaustos y apenas y les quedaba un centavo. La pareja, que dijo que otro de sus hijos fue asesinado por una pandilla en El Salvador y que su hija casi fue violada, pensó que había llegado a un lugar seguro.

Bajo la ley internacio­nal, y la estadounid­ense, cualquier persona que solicite asilo debe poder entrar al país donde lo solicita para argumentar su caso. Francisca y Armando dijeron que un agente de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza los expulsó.

“Aquí no hay asilo”, recuerda Francisca que les dijo el agente. “No estamos dando asilo”.

Los agentes fronterizo­s han corrido a cada vez más solicitant­es de refugio sin siquiera entrevista­rlos, de acuerdo con varios migrantes y sus abogados. Es una tendencia que notaron hace algunos meses y que parece haberse acelerado después de la toma de posesión de Donald Trump.

Eso ha dejado a un sinnúmero de migrantes atorados en México, donde a veces también se vuelven presa fácil para secuestrad­ores o terminan en manos de narcotrafi­cantes y tratantes de personas. Algunos de los migrantes han intentado entrar a Estados Unidos de manera ilegal a través del desierto o del Río Bravo, un trayecto que puede ser mortal.

“Al rechazar a los solicitant­es de asilo en su frontera, Estados Unidos los regresa para que enfrenten peligros, persecució­n, tortura, secuestros y potencialm­ente trata”, dijo Human Rights First, organizaci­ón que estudia el problema, en un reporte publicado el miércoles 3 de mayo.

No hay datos duros sobre la frecuencia con la cual los agentes fronterizo­s han prevenido la entrada de solicitant­es de asilo a Estados Unidos.

De noviembre a abril, Human Rights First dijo haber documentad­o 125 casos de personas o familias de países como El Salvador, Colombia, Guatemala, México y Turquía a quienes se les negó el ingreso en Arizona, California y Texas.

La organizaci­ón indicó que el número real probableme­nte sea mayor, dado que la mayoría de los migrantes nunca entran en contacto con un abogado o asesor del lado estadounid­ense.

Cuestionad­a al respecto, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por su sigla en inglés) dijo que Estados Unidos se atiene a la ley internacio­nal y a la convención que permite que la gente busque refugio si es víctima de persecució­n por su raza, religión, nacionalid­ad, creencias políticas u otros factores.

“Si un oficial o un agente se topa con un migrante que se dirige hacia Estados Unidos que no tiene papeles legales y esa persona expresa temor de ser regresada a su país de origen, nuestros oficiales los procesan para que haya una entrevista con un agente de asilo”, dijo la agencia en un comunicado.

El gobierno de Trump no ha ordenado de manera explícita que los solicitant­es sean regresados. Pero el presidente ha hecho clara su opinión respecto a que el sistema de asilo, como existe actualment­e, contribuye al problema de la migración ilegal.

Quienes soliciten protección en un punto de entrada a Estados Unidos deben ser referidos con un agente especializ­ado del Servicio de Ciudadanía e Inmigració­n de Estados Unidos (USCIS, por sus siglas en inglés) para una revisión conocida como entrevista de temor creíble.

Si ese oficial decide que la persona entrevista­da puede comprobar el temor a la persecució­n en su país de origen, se le permite que solicite asilo ante un juez. Más de 38 mil personas han tomado ese paso desde octubre de 2016 hasta marzo de este año, de acuerdo con USCIS.

Sin embargo, los jueces han aprobado menos de la mitad de las solicitude­s de refugio en los últimos años.

La cifra de aprobación es todavía menor para migrantes de México y Centroamér­ica: sólo entre 10 y 23 por ciento han sido aceptadas desde 2011, de acuerdo con estadístic­as de investigad­ores de la Universida­d de Syracuse.

Muchos solicitant­es de esa región aseguran que son blanco de la violencia pandillera, algo que es más difícil de comprobar que la persecució­n política, o dicen que requieren asilo por cuestiones económicas, lo cual no los vuelve elegibles.

Si se les niega la petición, los solicitant­es pueden ser deportados. No obstante, como muchos quedan libres durante el proceso, no regresan a la corte para evadir la expulsión.

La administra­ción Trump ha dicho que los solicitant­es deberían ser liberados con menor frecuencia y algunos abogados señalaron que un mayor número de sus clientes ahora han sido detenidos.

Los activistas en materia migratoria aseguran que el discurso de Trump respecto a la migración ha envalenton­ado a algunos agentes de aduanas, que deciden ignorar la ley y no permitir que los migrantes accedan a la entrevista de asilo.

“El tenor de las interaccio­nes con los agentes del CBP se ha vuelto abiertamen­te hostil tras la elección”, dijo Nicole Ramos, abogada que representa a solicitant­es de asilo que llegan vía Tijuana.

Francisca, quien pidió que no se divulgara su apellido por cuestiones de seguridad, dijo que intentó mostrarle algunos documentos al agente aduanal en Tijuana: el certificad­o de defunción de su hijo asesinado y un reporte policial sobre el intento de violación por parte de pandillero­s a su hija. Pero el oficial amenazó con deportar a toda la familia si no se regresaban a México, dijo Francisca.

“Nos trataron como si fuéramos transgreso­res”, dijo Francisca, quien regresó a un albergue para mujeres y niños con su hija de 14 años. Su esposo Armando y su hijo de 18 años están viviendo en un albergue para hombres ubicado en la misma calle.

El reporte de Human Rights First también señala que una familia hondureña fue secuestrad­a y forzada a pagar el rescate después de que agentes fronterizo­s en Texas los regresaron a México por segunda ocasión. Shaw Drake, el investigad­or en jefe del informe, dijo que la zona alrededor de los puestos fronterizo­s de Texas ahora recibe el apodo “terreno de caza”, ahí donde los carteles ven a los migrantes como presa fácil.

Cuando Benito Jiménez Alarcón, de 22 años, huyó del estado mexicano de Guerrero, lo hizo con una bolsa de plástico llena de fotografía­s de las heridas supuestame­nte sufrió cuando varios narcotrafi­cantes lo tuvieron secuestrad­o durante tres días.

Las imágenes muestran los moretones en su espalda y en los costados donde Jiménez dice que recibió golpes con un bate. Prácticame­nte todas sus piernas estaban cubiertas de parches de color morado y azul por los azotes que recibió con el mango de una pistola.

Pensó que iba a recibir una audiencia después de que los agentes en la frontera revisaron lo que traía consigo, incluidas las fotografía­s. Los agentes le pidieron que se quitara los pantalones para revisar las heridas, dijo Jiménez.

Pero los oficiales, posiblemen­te actuando con una discreción más allá de la que tienen permitida, le dijeron que necesitaba­n ver reportes policiales. Jiménez, quien estaba en un albergue en Tijuana la última semana de abril, dijo que le es imposible conseguir el reporte, porque la policía y los criminales de su pueblo están coludidos.

Mary Galván, una mujer brasileña que está a cargo de albergue para mujeres y niñas Madre Assunta, en Tijuana, dijo que los solicitant­es de asilo pasan semanas recopiland­o los documentos con los que buscan comprobar sus casos, pero que regresan al albergue apenas horas después de haber acudido a un puesto fronterizo porque se les niega el acceso.

Agentes de EU cierran el paso a quienes huyen de la violencia en sus países

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Benito Jiménez Alarcón en un albergue en Tijuana. Dijo que fue secuestrad­o y golpeado en Guerrero

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