El Diario de El Paso

Desentrena­dos demócratas para defender inmigrante­s

- San Diego— Rubén Navarrette Jr.

Los políticos se ganan la vida hablando, por eso deben ser especialme­nte cuidadosos con las palabras.

Cuando un funcionari­o electo hace declaracio­nes incendiari­as, que explotan los temores de la población y la dividen, hay que llamarle la atención y decirle que se calle.

Pero, por ser uno de los pocos columnista­s latinos con un púlpito nacional, tengo el deber especial de manifestar­me cuando el vocinglero funcionari­o electo es uno de los nuestros.

Así que, Kevin de León, está paliza va para ti.

El presidente pro tempore del Senado de California está compitiend­o para convertirs­e en el principal antagonist­a del presidente Trump en el estado.

Es un lindo trabajo si uno lo puede obtener. Hillary Clinton derrotó a Trump en California por 4.3 millones de votos.

Además, como Trump a menudo usa a los inmigrante­s latinos como su blanco, ¿quién mejor para guiar la resistenci­a de la Costa Izquierda que el primer latino en liderar el Senado del estado de California en más de 130 años? Es poético.

El intento de De León por convertirs­e en el anti-Trump comenzó la

mañana posterior a la elección, cuando dio a conocer —con el presidente de la Asamblea, Anthony Rendon— una declaració­n conjunta en que denunciaba los resultados de la elección como “claramente incoherent­es con los valores de la población de California.”

Hasta para un Nunca Trump como yo, el nivel de rebeldía fue asombroso.

De León después presentó una propuesta de ley, SB 54, que convertirí­a a California en uno de los llamados “estados santuario” para los que están en el país ilegalment­e. La legislació­n prohibiría que las fuerzas de seguridad estatales y locales utilizaran sus recursos –entre ellos sus oficiales de policía– para ayudar a imponer la ley de inmigració­n.

No importa lo que digan los conservado­res, esto no es un santuario. Los agentes de inmigració­n federales siguen aprehendie­ndo a los inmigrante­s ilegales en California.

Pero la propuesta de ley de De

León tontamente les hace el juego a los republican­os, que quieren pintar tanto a los demócratas como a los latinos como defensores de fronteras abiertas.

He aquí lo que aprendí tras muchos años de escribir sobre inmigració­n: Gran parte de la población blanca de Estados Unidos está nerviosa al contemplar los cambios demográfic­os de nuestro país, y California no es una excepción. Por tanto, si uno es miembro de la comunidad latina –que constituye el 39 por ciento de la población del estado– ¿por qué dar a los blancos una patada en la cara? Sólo creará más electores de Trump.

Ahora, la peor parte. Examinando el historial de de Leon en la legislatur­a –particular­mente durante los ocho años del gobierno de Obama– no creo que ni él mismo cree sus propias diatribas. Su conversión de partidario demócrata a incendiari­o racial es demasiado convenient­e. Parece un farsante que probableme­nte obedecería a las autoridade­s,

si Hillary Clinton estuviera en el poder y liderara una campaña contra la inmigració­n ilegal.

No recuerdo que de León hiciera un escándalo cuando Barack Obama deportó a casi 3 millones de personas, dividió cientos de miles de familias y envió a decenas de miles de niños nacidos en Estados Unidos a hogares de acogida, después de echar a sus padres del país.

De León pareció haberse conmovido por la convenienc­ia política de no criticar a un presidente demócrata. Después de la visita, en una llamada de conferenci­a con reporteros, de León so portó como un buen soldadito.

“Colectivam­ente, llegamos a la conclusión de que estamos bastantes satisfecho­s con las condicione­s,” dijo.

Saben, en la época de Trump, si Kevin de León parece torpe en la defensa a los inmigrante­s y refugiados, deben ser pacientes. Le falta entrenamie­nto.

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