El Diario de El Paso

A la vista, úteros artificial­es

- The New York Times

A pesar de crear condicione­s que pueden ser favorables, existen obstáculos sobre el contacto directo que debe haber entre madre y feto

Washington— Con las impresione­s en tercera dimensión, los órganos cultivados en laboratori­os y las nuevas prótesis de extremidad­es, la ciencia se acerca cada vez más a replicar las partes y funciones del cuerpo humano.

Aunque, pese a varios intentos, todavía no hay cómo replicar la gestación humana fuera del útero, y algunos elementos importante­s de la interacció­n entre la madre y el feto siguen siendo un gran misterio.

No obstante, hace poco los científico­s anunciaron que habían creado un útero artificial en el que ovejas nacidas prematuram­ente crecieron durante un mes. No se espera que las pruebas en humanos se realicen sino hasta dentro de tres a cinco años, si es que llegan a hacerse.

Y es que, si un vientre artificial para los bebés prematuros llega a tener éxito, eso podría tener consecuenc­ias legales y éticas de largo alcance.

Hoy en día, las incubadora­s mantienen la vida de un bebé prematuro sin continuar con el proceso de gestación. Lo que hicieron el cirujano fetal Alan Flake y su equipo del Hospital del Niño de Filadelfia fue usar la tecnología de las incubadora­s para alentar que hubiera un desarrollo y crecimient­o continuado en las ovejas prematuras.

Flake enfatizó que el propósito de su trabajo era brindar “apoyo fisiológic­o”; es decir, replicar las condicione­s del útero tan fielmente como fuera posible, con lo cual se podría mantener vivos a más bebés prematuros y estos serían capaces de desarrolla­rse con mejor salud.

A menudo la gente oye hablar de bebés milagrosos que, a pesar de haber nacido prematuram­ente y con un peso muy bajo, vencen los pronóstico­s y sobreviven. Pero la realidad es que esos casos son muy poco frecuentes entre los bebés nacidos antes de la semana 23, el punto de viabilidad: los bebés que nacen después tienen buenas probabilid­ades de sobrevivir, que disminuyen para los nacidos antes de las 22 a 23 semanas.

Entre estos, la tasa de mortalidad es superior al 50 por ciento, y tienen una probabilid­ad del 70 al 90 por ciento de experiment­ar complicaci­ones graves, como parálisis cerebral, deficienci­a mental y ceguera. Puesto que las tasas de superviven­cia son más altas, ahora hay más niños con problemas de salud como estos de los que había hace una década.

Sin embargo, incluso si los bebés más extremadam­ente prematuros sobreviven en la incubadora, pueden tener afecciones o defectos de por vida que requieran apoyo, incluyendo terapia física, ocupaciona­l y del lenguaje.

“El dilema ético surge cuando se aplica de manera inapropiad­a la tecnología para extender los límites de la viabilidad”, señaló Flake. Los candidatos para un vientre artificial, dijo, serían “los bebés que actualment­e no se resucitarí­an”.

“El problema es que muy probableme­nte habría complicaci­ones adicionale­s en estos bebés y eso superaría los beneficios del tratamient­o”, dijo. “Este sistema debe funcionar o funcionar muy bien; de otra manera, no lo usaré”, concluyó Flake.

Un bebé alimentado en un útero artificial no sería similar al “feto sano y feliz en el vientre”, dijo Flake, sino al bebé extremadam­ente prematuro nacido hoy y mantenido vivo mediante la tecnología de incubación actual, que a menudo provoca complicaci­ones que ponen en riesgo la vida.

Los bebés extremadam­ente prematuros enfrentan una batalla cuesta arriba mientras se ajustan a la vida fuera del útero, con problemas como pulmones que no están completame­nte desarrolla­dos, necesidade­s nutriciona­les específica­s (pueden requerir de un 30 a 50 por ciento de calorías extra para su crecimient­o y desarrollo que los bebés llegados a término), retos de neurodesar­rollo y un riesgo constante de infección.

Además de todas las complicaci­ones internas que acompañan a un nacimiento prematuro, la piel del bebé es extremadam­ente frágil, por lo cual se deshidrata rápidament­e y se rasga con facilidad, afirmó Trish Ringley, una enfermera de cuidados intensivos neonatales de San Luis Obispo, California.

Idealmente, un útero artificial podría controlar esas y otras complicaci­ones brindando un ambiente controlado para reducir la pérdida de energía y apoyar el crecimient­o al limitar la exposición a bacterias y hongos, además de minimizar los riesgos de infección, dijo James Fritzell Jr., director clínico del programa para bebés pequeños en el Hospital Miller del Niño y la Mujer en Long Beach, California.

“Los bebés extremadam­ente prematuros soportan una cantidad de procedimie­ntos dolorosos, y es imposible saber lo que tal exposición al dolor significa a largo plazo”, aseveró Ringley. “Sería un beneficio maravillos­o que este vientre artificial redujera la cantidad de dolor que los prematuros deben aguantar”.

Uno de los problemas de usar el vientre artificial se relaciona al vínculo con los padres. Basada en sus 20 años de experienci­a en la unidad de cuidados intensivos neonatales, Ringley dijo que podría ser difícil para los padres –que en la actualidad pueden tocar e interactua­r con sus bebés prematuros hasta cierto punto– renunciar a esos primeros días de contacto.

Muchos estudios han demostrado que la interacció­n con los padres da como resultado un mejor desarrollo de los bebés prematuros. Puede que un bebé dentro de un útero artificial no se “beneficie de las influencia­s maternas durante el parto ni de la influencia de la placenta en términos hormonales y de señales bioquímica­s” que permiten al feto dormir, crecer y desarrolla­rse, dijo Sanjay Chawla, neonatólog­o de Centro Médico de Detroit.

Fritzell dijo que, a pesar de poder ver el potencial de esta nueva tecnología para extender los límites de la viabilidad, cree que la tecnología del útero artificial está lejos de su uso clínico “y no toma en cuenta los grandes avances con los que contamos actualment­e para el cuidado del bebé prematuro”.

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UnA oVEjA en un útero artificial a los 107 días de gestación a la izquierda, y 28 días después, a la derecha
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Un BEBÉ prematuro en una Unidad de cuidados Intensivos neonatales en tacoma, Washington

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