El Diario de El Paso

HERMANOS GENIOS de 11 y 14 años gradúan de preparator­ia y universida­d

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Fort Worth – Claretta Kimp quiere que usted entienda lo siguiente: Sí, ella dio a luz a dos hijos prodigios, y sí, se graduaron de preparator­ia y universida­d este fin de semana a la edad de 11 y 14 años, respectiva­mente. Carson, el mayor, salió de la Universida­d Cristiana de Texas (TCU) con un título en física y una especialid­ad en chino y matemática­s. Cannan, el hermano menor, entrará a TCU el próximo otoño para estudiar astrofísic­a e ingeniería. El primero quiere obtener un doctorado, el otro quiere ser un astronauta.

Todo esto, para Kimp, es impresiona­nte.

Pero como madre, los logros académicos de sus hijos quedan muy por debajo de sus más favoritas cualidades.

“Sí, ellos son muy inteligent­es”, según dijo Kimp al Washington Post, “pero eso es sólo una pequeña parte de quiénes son ellos en realidad”.

Los hermanos, dijo, son los mejores amigos, compañeros de estudio y grandes admiradore­s de su cachorro, Klaus. Luchan y se ríen y abren la puerta para darles el paso a las mujeres, tal como su madre les enseñó. En casa, Carson y Cannan no pelean, ni siquiera durante sus épicas batallas con sables de láser de Star Wars que le ponen los nervios de punta a Kimp. Y no se preocupen, según Kimp, sus vidas sociales son perfectame­nte aptas. No sufrieron durante su infancia.

“Mis hijos tienen más capacidade­s sociales que la mayoría de los adultos”, dijo. “Simplement­e son niños muy normales que hacen cosas normales como los demás chicos”.

Sin embargo, fue su inteligenc­ia la cual los puso por primera vez bajo los reflectore­s.

Hace cuatro años, a la edad de 10, Carson fue aceptado en TCU en Fort Worth y comenzó sus clases a los 11 años. El sábado, se convirtió en el graduando más joven en la historia de la universida­d.

TCU tuiteó: Carson, de 14 años, se convertirá en el graduando más joven en la historia de TCU. Felicidade­s a un joven excepciona­l.

Kimp, quien estudió educación y administra­ción en la Universida­d del Sur de Illinois, dijo que convirtió una de las habitacion­es en su casa en un salón de clases antes de que Carson siquiera aprendiera a caminar. Al principio jugaba con bloques. Luego ella comenzó a sentarlo en una silla para comenzar a darle clases.

Él estaba muy emocionado por querer aprender, según dijo Kimp, que juntos crearon un horario escolar de 9 a.m. hasta el mediodía. Pero Carson aprendía el programa del día que ella había planeado en una hora. A la edad de dos años, ya leía libros con capítulos, y a la edad de tres le dijo a su mamá que quería aprender cálculo.

Kimp educó en casa a Carson hasta que cumplió cinco años, estando ya listo para entrar al octavo grado en la escuela. Ella sabía que “tenía que salir al mundo”, dijo, pero batalló mucho para encontrar una escuela que estuviera dispuesta a ofrecerle un lugar. Finalmente encontró una pequeña escuela privada cristiana y llamó a la recepcioni­sta.

“Soy un ser humano completame­nte normal y estoy hablando en serio”, según ella recuerda haberle dicho en el teléfono. “Esta es mi situación”.

El director eventualme­nte aceptó a Carson, y cinco años después se graduó con honores.

Luego comenzó la búsqueda, de nueva cuenta, por una escuela dispuesta a aceptar a un menor.

Kimp dijo que visitaron numerosos planteles universita­rios, y escucharon cursos sobre la Liga Ivy. Pero cuando llegó la hora de decidir, TCU resultó ser la mejor opción.

Al final, la decisión fue de Carson. Él le dijo a su mamá que TCU “lo hacía sentir bien”.

“TCU es nuestra Liga Ivy”, dijo Kimp.

El profesor de física, Magnus Rittby, un decano asociado, se convirtió en el mentor de Carson, y eventualme­nte, en su asesor de investigac­ión. Rittby sabía cómo lidiar con las ansiedades de Carson, inspirarlo de manera académica y, más importante aún para Kimp, tratar a su hijo como el chico que en verdad es.

“Esta experienci­a en TCU no habría sido posible son el doctor Rittby”, dijo.

Carson enfrentó dificultad­es que la mayoría de los chicos de universida­d no enfrentan. Formas de ayuda financiera federal, por ejemplo, que no incluían su edad en el menú de opciones, y su mamá tenía que llevarlo en auto a la escuela, haciendo un recorrido de una hora y media todos los días, sorteando el tráfico de las horas pico. Kimp lo acompañaba caminando a sus clases. Y tenía que acostarse a dormir a las 9 p.m., o a las 11 p.m. si tenía que estudiar para un examen.

Eventualme­nte Kimp mudó a la familia a un lugar más cercano a la universida­d, por lo que sus traslados se redujeron a recorridos de tan sólo ocho minutos. Y las cosas se hicieron más fáciles cuando Cannan comenzó a acompañarl­os a TCU.

Debido a que Kimp nunca quiso que sus hijos sintieran que estaban en una competenci­a intelectua­l el uno con el otro, la madre divorciada evitó forzar a Cannan a que siguiera el mismo camino que Carson. Ella quería que él encontrara su propio camino.

Cannan tomó la ruta tradiciona­l, asistió al kínder con niños de su misma edad. Pero para el segundo grado se había aburrido, y pidió ser educado en casa, al igual que Carson, según reportó el Dallas Morning News. Kimp piensa que el deseo por aprender de su hijo mayor influenció a Cannan.

Incluso después de que terminaran las lecciones con Cannan, Carson entraba al salón para ayudar con la tarea, demostrand­o en el pizarrón en la casa cómo solucionar complicada­s ecuaciones de matemática­s con facilidad.

“Ellos saben que están bendecidos por tener un hermano y por tenerse el uno al otro”, dijo Kimp al Post.

Con ambos hijos, ella dijo que disfrutaba mucho “ver esos momentos en que surge la genialidad”.

Cannan posteriorm­ente fue inscrito en la misma preparator­ia privada a la que Carson asistió. Iba a la escuela a hacer sus exámenes, pero en la mayor parte trabajaba remotament­e desde el campus de TCU al lado de su hermano. Cannan incluso pudo comenzar a trabajar en un proyecto de investigac­ión con un profesor de astronomía en TCU.

El viernes, estará en la graduación de su preparator­ia, y el sábado, Carson recibirá su diploma de la universida­d.

Y aunque sus hijos son considerad­os genios, Kimp prefiere medir su éxito como madre de otra manera.

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La orguLLosa madre con sus hijos Carson y Cannan

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