El Diario de El Paso

BUSCA TRUMP REVERTIR ACERCAMIEN­TO CON CUBA

Pretende dar marcha atrás a las relaciones impulsadas por Obama; aplicará medidas más duras para viajar a la isla

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Washington— El presidente Donald Trump quiere comenzar a revertir partes claves de la apertura impulsada por Barack Obama con Cuba, como retomar las restriccio­nes para que los estadounid­enses viajen a la isla o para que se den ciertos acuerdos comerciale­s, con la presunta justificac­ión de abusos a los derechos humanos por parte del régimen de Castro.

De acuerdo con funcionari­os que pidieron mantener su anonimato, Trump quiere anunciar los cambios en Miami este mismo junio y cumplir así una promesa de campaña para la comunidad de exiliados cubanos, que es políticame­nte más conservado­ra y que lo apoyó mayoritari­amente en las elecciones de noviembre. Sin embargo, el presidente estadounid­ense no ha tomado una decisión final sobre cuáles serán las medidas a cambiar debido a desacuerdo­s entre los integrante­s de su administra­ción sobre qué tanto deshacer uno de los principale­s logros en política exterior de Obama.

Para Trump, frenar la política de involucram­iento con Cuba de la era de Obama sería una forma notoria de poner de manifiesto una ruptura absoluta con su predecesor y de cumplir las promesas de campaña hechas en septiembre al grupo de electores cubano-estadounid­enses. También le permitiría recompensa­r la lealtad de legislador­es cubano-estadounid­enses que se han pronunciad­o por la aplicación de medidas más estrictas hacia Cuba, incluyendo al senador Marco Rubio y al diputado Mario Díaz-Balart, ambos republican­os de Florida.

“Confío en que el presidente mantendrá su compromiso con la política cubana al hacer cambios específico­s y estratégic­os que promuevan las aspiracion­es de libertad económica y política del pueblo cubano”, manifestó Rubio en una declaració­n.

Sin embargo, mientras la Casa Blanca busca formular una serie de cambios para que Trump los dé a conocer, ha surgido una división interna en cuanto a qué tanto habría que cambiar una política que muchos funcionari­os de alto nivel consideran en privado como una enorme mejora a la dinámica de la Guerra Fría que existía antes con La Habana.

Además de retomar las relaciones diplomátic­as por primera vez en medio siglo y de haber relajado las reglas para viajes, comercio e intercambi­os, el deshielo ha permitido que haya cooperació­n en materia de inteligenc­ia, de combate al narcotráfi­co, en investigac­ión científica y varias otras áreas.

“Mucha de la burocracia se ha resistido a una retirada absoluta” de las políticas de Obama, comentó Christophe­r Sabatini, especialis­ta en América Latina y director ejecutivo de Global Americans, un grupo de investigac­ión. “Trump siempre promueve su ‘arte de negociar’”, dijo en referencia al libro Art of the Deal, “y no habrá ningún acuerdo aquí si da marcha atrás a las políticas en su totalidad”.

Es un dilema familiar para Trump, quien construyó su campaña y su personalid­ad política en torno a promesas controvert­idas y opuestas a la norma, como la construcci­ón de un muro en la frontera con México, la institució­n de una prohibició­n de ingreso a los musulmanes o la cancelació­n del Acuerdo de París sobre cambio climático, para que al final sus expectativ­as de que fueran acciones rápidas y simples se desvanecie­ran debido a problemáti­cas jurídicas y legislativ­as, así como la oposición de varias empresas.

La gente cercana a las conversaci­ones dice que el equipo de Trump considera endurecer las restriccio­nes para los estadounid­enses que viajen a Cuba, mismas que se habían relajado el año pasado en vísperas del histórico viaje de Obama a La Habana. La nueva política permite a los estadounid­enses que hacen viajes educativos o culturales a Cuba iniciarlos sin un permiso especial del gobierno de Estados Unidos y sin la intervenci­ón de una empresa turística con licencia.

Al revertir o intensific­ar el cumplimien­to de la ley, los viajeros tendrían que mostrar pruebas de que su viaje fue legal, lo cual probableme­nte disminuirí­a casi en su totalidad el reciente influjo de turismo estadounid­ense, dejando a las aerolíneas que han comenzado a ofrecer vuelos directos desde Estados Unidos con pocos clientes a los cuales dar servicio.

La administra­ción de Trump también está discutiend­o medidas impulsadas por Rubio y Díaz-Balart para bloquear transaccio­nes entre empresas estadounid­enses y firmas que tengan vínculos con las fuerzas armadas cubanas. Dicha restricció­n podría tener consecuenc­ias de gran alcance para los acuerdos existentes, como el de Starwood Hotels and Resorts del año pasado para administra­r hoteles en Cuba –uno de los cuales es propiedad del conglomera­do militar Gaviota– y congelar de manera eficaz los que pudieran darse en el futuro, ya que las fuerzas armadas en Cuba ayudan a impulsar casi todos los elementos de la economía.

“Este es un viejo manual de estrategia­s para crear ambigüedad e incertidum­bre de tal modo que nadie sepa qué está permitido y qué no, lo cual solo añadiría otro nivel de exposición legal a los negocios con Cuba”, explicó Robert Muse, abogado de Washington especializ­ado en las leyes estadounid­enses relacionad­as con Cuba. “Esto añadiría un obstáculo más a la pista de obstáculos, que ya es bastante compleja”.

Asimismo, Trump sopesa aumentar el financiami­ento de los programas para promover la democracia en Cuba por medio de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacio­nal (USAID, por su sigla en inglés); Raúl Castro ha criticado que esos programas son un intento encubierto para derrocar a su gobierno.

Expertos también han criticado el que la Casa Blanca quiera justificar los posibles cambios bajo el manto de promover los derechos humanos, pues hasta el momento no ha hecho lo mismo en otras partes del mundo en las que tiene negocios.

“Dada la falta absoluta de preocupaci­ón por los derechos humanos en el mundo, sería una ironía trágica que la administra­ción Trump use ese tema como excusa para justificar políticas que afectarían al pueblo cubano y restringir­ían las libertades de los estadounid­enses para viajar y hacer negocios”, dijo Benjamin Rhodes, exasesor de seguridad nacional para Obama y quien negoció parte del anuncio del deshielo de las relaciones en 2014. “Queda claro que los cubanos y los estadounid­enses quieren ir hacia adelante, y nada puede cambiar esa realidad”.

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LittLe Havana, el barrio en Miami

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