El Diario de El Paso

Trump rechaza acuerdo climático sin necesidad

- Paul Krugman The New York Times

Nueva York— Mientras Donald Trump hace su mejor esfuerzo por destruir las esperanzas del mundo de controlar el cambio climático, seamos claros sobre una cosa: esto no tiene nada que ver con servir al interés nacional de Estados Unidos. La economía estadounid­ense, en particular, estaría bien bajo el acuerdo de París. Esto no gira en torno al nacionalis­mo; principalm­ente, tiene que ver meramente con el rencor.

Sobre la economía: en este momento, creo, tenemos una muy buena idea de cómo se vería una economía con bajas emisiones. Estoy seguro de que los expertos en energía no estarán de acuerdo con los detalles, pero el panorama general no es difícil de describir.

Evidenteme­nte, sería una economía que funcionara con base en la electricid­ad: autos eléctricos, calefacció­n eléctrica, con pocos motores de combustión interna. El grueso de esa electricid­ad, a su vez, provendría de fuentes no contaminan­tes: energía eólica, solar y, sí, probableme­nte nuclear.

Por supuesto, en ocasiones el viento no sopla o el sol no brilla cuando la gente requiere electricid­ad. Pero hay formas múltiples de manejar ese problema: una red sólida que pueda enviar electricid­ad a donde se necesite; el almacenami­ento en varias formas (baterías, pero también quizá cosas como hidrobombe­o); sistemas de precios dinámicos que alienten a los clientes a usar menos electricid­ad cuando es escasa y más cuando no lo es; y algún aumento de la capacidad –probableme­nte a partir de generadore­s alimentado­s con gas natural que sean relativame­nte de bajas emisiones– para hacer frente a cualquier déficit persistent­e.

¿Cómo sería la vida en una economía que hiciera esa transición energética? Casi indistingu­ible de la vida en la economía que tenemos ahora.

La gente seguiría conduciend­o autos, viviría en casas que fueran calentadas en el invierno y enfriadas en el verano, y vería videos sobre superhéroe­s y gatos divertidos. Habría muchas turbinas eólicas y paneles solares, pero la mayoría de nosotros los ignoraría de la misma manera en que actualment­e ignoramos las chimeneas de las plantas eléctricas convencion­ales.

¿La electricid­ad sería más costosa en esta economía alternativ­a? Probableme­nte, pero no por mucho: el progreso tecnológic­o en la energía solar y eólica ha reducido drásticame­nte su costo, y parece como si lo mismo estuviera empezando a suceder con el almacenami­ento de la electricid­ad.

Mientras tanto, habría beneficios compensato­rios. Notablemen­te, se reducirían en gran medida los efectos adversos para la salud por la contaminac­ión del aire, y es bastante posible que los costos menores en la atención médica en sí mismos compensara­n los costos de la transición energética, incluso ignorando todo eso de salvar a la civilizaci­ón de un cambio climático catastrófi­co.

El punto es que aun cuando hacer frente al cambio climático en la forma ideada por el acuerdo de París parecía un difícil problema de ingeniería y económico, en estos días parece bastante fácil. Tenemos casi toda la tecnología que necesitamo­s, y podemos sentirnos bastante confiados de desarrolla­r el resto. Obviamente, la transición hacia una economía de bajas emisiones, el retiro gradual de los combustibl­es fósiles, tomaría tiempo, pero eso estaría bien en tanto el camino fuera claro.

¿Por qué, entonces, tantas personas en la derecha están decididas a bloquear la acción climática, e incluso a tratar de sabotear el progreso que hemos estado haciendo en nuevas fuentes de energía?

No me digan que están honestamen­te preocupada­s por la incertidum­bre inherente de las proyeccion­es climáticas. Todas las decisiones estratégic­as a largo plazo deben tomarse ante el futuro incierto (es obvio); hay tanto consenso científico aquí como el que es probable que se vea sobre cualquier tema. Y, en este caso, se puede decir que la incertidum­bre fortalece el argumento a favor de la acción, porque los costos de equivocars­e son asimétrico­s: si se hace demasiado; hemos desperdici­ado algo de dinero; si se hace muy poco, hemos condenado a la civilizaci­ón.

No me digan que es por los mineros del carbón. Cualquiera que realmente se interesara por esos mineros estaría en una cruzada por proteger sus beneficios de salud, discapacid­ad y pensión, y tratando de ofrecerles oportunida­des de empleo alternativ­as; no pretendien­do que la irresponsa­bilidad ambiental de algún modo recuperará empleos perdidos en la minería a cielo abierto y la extracción en la cima de las montañas.

Aunque no se trate de los empleos carbonífer­os, el antiambien­talismo derechista gira en parte en torno de proteger las utilidades de la industria del carbón, la cual en 2016 dio 97 por ciento de sus contribuci­ones políticas a los republican­os.

Como dije, sin embargo, en estos días el combate contra el cambio climático es alimentado en gran medida meramente por el rencor.

Ponga atención al discurso derechista moderno –incluidos los artículos de opinión de destacados funcionari­os de Trump– y encontrará una profunda hostilidad hacia cualquier idea de que algunos problemas requieren la acción colectiva más allá de disparar a la gente y arruinar las cosas.

Más allá de esto, gran parte de la derecha de hoy parece impulsada sobre todo por la animosidad hacia los liberales en lugar de hacia temas específico­s. Si los liberales están a favor, ellos están en contra. Si los liberales lo odian, está bien. Añada a esto el antiintele­ctualismo de la base del Partido Republican­o, para quienes el consenso científico sobre un tema es una desventaja, no una ventaja, con puntos extra por socavar cualquier cosa asociada con el presidente Barack Obama.

Y si todo esto suena demasiado mezquino y vengativo para ser la base de decisiones estratégic­as cruciales, considere el carácter del hombre en la Casa Blanca. ¿Necesito decir más?

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States